Miro la taza de humeante de café sobre la mesa, escuchando las risas y la charla de muchas personas que vienen a buscar un lugar para relajarse otras para conversar de negocios y otro simplemente para conocer un nuevo amor, para cualquiera que esté interesado en mi pensará que estoy aquí para una cita a ciegas.
Unos segundos después la silla al frente mio es jalada hacia atrás y pronto ocupada por un hombre que no tiene una expresión muy buena en su rostro.
Dudo por un momento, lo miro fijamente esperando que diga las noticias algo que no me gustaría escuchar pero debería.
—Señorita O'Connell, no tengo muy buenas noticias—El abogado no sonrió, de pronto tuve una mala premonición —El juez falló a favor del señor O'Connor, su sentencia se redujo considerablemente a diferencia de lo estipulado en el juicio anterior.
—¿Cuánto años?—pregunto, evitando echarle la culpa al abogado hizo todo lo que pudo pero ambos sabíamos que la fuerza y el poder puede más que un simple sentido de justicia hacia una víctima.
El dinero todo lo puede.
—Cinco años—dijo nervioso, el sudor en su frente lo delató y la palidez que le siguió junto con las palabras que diría fue suficiente como para que mis planes se hicieran añicos—Si tiene un buen comportamiento durante los próximos años su sentencia se reduce y podrá salir más temprano.
En estos momentos no encuentro ganas de beber café, ni con el estómago revuelto o la sensación de temblor que acompaña todo mi cuerpo las ganas de gritarle al abogado con pánico.
¡Te pague para que te asegures que no salga de la prisión y me defiendas!
No salieron de mi boca.
En cambio forze una sonrisa, sabía que esto iba a pasar aunque al principio todo parecía estar a nuestro favor, las pruebas. mi testimonio y el hecho de que había un cadáver en la escena, con un movimiento del patriarca principal todo quedo reducido a cenizas y lograron librar a James de una larga condena. No existe la justicia, la justicia la tiene quien tenga el dinero y el mayor poder.
—Mi sugerencia ahora es que se marche del país—la voz del abogado me trajo de vuelta a mi propia realidad, su voz latente de una interminable advertencia —Usted lo sabe mejor que nadie, no podemos luchar contra un tiburón si somos un simple pez en el océano.
—Tomare su consejo—digo después de un tiempo asimilando la noticia, saco un sobre con dinero y lo dejo sobre la mesa—Esta es tu paga por ayudarme con el caso.
—Pero señorita-
No permito que termine y me retiro del café con pasos calmado, aprieto mi bolso entre mis manos y tomo un taxi rumbo a mi residencia, sospesando las opciones que están sobre la mesa, una sonrisa amarga sale de mis labios y el dolor en mi corazon se hace más profundo.
Lo había esperado una parte de mi sabía que algo así podría pasar, aunque testifique frente al estrado mis palabras no valen nada para una persona que considera que el dinero es más importante que la inocencia y la justicia para una víctima, todas mis palabras fueron trasgiversada en ocasiones y la mayoría de las escenas habían sido manipuladas para protegerlo, aunque al menos el hecho de que no se librará de su condena fuera más que suficiente, al haber sospesado esto, sabía que debía marcharme del país cuánto antes pero mí terquedad pudo más que la intuición que gritaba mi corazón.
Nuestra voz es silenciada por los grandes, y si no me iba pronto mi papá sufriría perdidas y sería controlado bajo la mano de esas personas, sabiendo también que James no se quedaría de brazos cruzados si me paseo libremente por las calles de Seattle.
Llego a casa fatigada, entro por la puerta principal saludando a Martha que se encuentra cocinando, la mujer me da una enorme sonrisa que no devuelvo y voy en dirección hacia el sofá dónde papá se encuentra leyendo un periódico cruzado de piernas.
—Papá—mi voz suena temblorosa, el baja el periódico y se voltea a verme con una expresión preocupada, muerdo mis labios tragando el nudo en mi garganta cuando mis lágrimas caen uno tras otro y mi cuerpo tiembla de impotencia y miedo—El juez falló a favor de James.
Decirlo es como una puñalada directo al corazón, ahora más que nunca me siento debilitada frente a los ojos de mi padre, pero no me permito caer, sus brazos rápidamente me envuelvo en un cálido abrazo y la sensación de seguridad que el emana me hace romper en llanto rabiosa.
—¿Cómo?—papá gruñó con enojo, la impotencia latente en su voz me hizo sentir peor, pero el no podía hacer nada para protegerme ya había hecho suficiente, contratar un abogado ayudarme en el proceso pero decidir la sentencia estaba mas allá de sus manos.
Después de un tiempo, me calmo gradualmente volviendo a ser como era antes alguien que parecía imperturbable, le cuento a mi papá toda la situación sin objetar nada y también el hecho de que ya había tomado la decisión de marcharme tanto como para protegerme así como también para olvidar todo el tormento que hay en este lugar y en algún fondo de mi corazón no me hace bien.
—No quiero que te vayas—dijo mi padre, tomando mi mano entre las suyas—No se que decirle a Freya, pero si esto es lo que quieres por tu seguridad haré lo que sea.
—Dile a Freya que me iré por un buen tiempo—Aun no es el momento de contárselo, sonrió mirando a papá—Me pondre en contacto contigo, no te olvidaré.
Si así puedo protegerlos a ustedes, haré lo que sea tanto como Thomas haría lo mismo por mi.
Papá asintió, fui a mi habitación terminando de empacar lo más importante en uno de mis bolsos, escuché a mi papá hacer un par de llamadas cuando elegí un destino en especial, planeaba esconderme y a la vez no.
No sé cuántas influencia tendrán ellos aquí pero al ver qué pudieron hacer que el juez reduzca la sentencia de James es suficiente para saber que en este país no estaré a salvo.
Está fue la última vez que cene en casa con papá en compañía de Martha, sin mi hermana que debía estar en algún lugar festejando entre sonrisas, aún así decidí dejarle una carta a ella, hablar con papá y escuchar sus indicaciones.