Caza de Rocas
Nuestras pisadas no resonaban en el bosque, tan espeso por la cantidad de maleza que crecía en el sombrío bosque de Petunea en Escorpio.
El calor estaba acrecentándose desde el inicio del año y toda la población de Petunea lo sentía y lo tomaban como mal augurio.
Al fin lo era, puesto que la sequía iba a ser inminente y la ciudad no podría soportar y quebraríamos. Hace muchos años el verano no se presentaba tan agresivamente como es año.
Corríamos, eso sí. Corría desde joven huyendo de cada responsabilidad que podría tener o se me podría presentar. Mis piernas crecieron fuertes, mis ojos fueron viendo todo con más claridad, se agudizaban con cada uno de mis sentidos y se sincronizaban. Era uno con el ambiente y percibía cada cosa. Correr me desarrollo y pronto encontré más gente que también corría de todo y fue cuando Ayel'Joq, reina de Petunea nos nombró el oficial coto de caza.
El porqué de estar afuera en ese momento fue por estar cazando.
Giré y me detuve, todos los cientos de petunes que tenía a mi espalda se detuvieron también, cada uno estaba en una rama o en el suelo conmigo.
Hice con los dedos una indicación para que bajen dos cazadores a mi lado, bajo mi hermana y Patsaliq'Joq, el segundo en herencia.
—Los hombres saben a lo que nos enfrentamos —dije mirando a Patsaliq, luego a mi hermana— si hay alguno que no, aconsejo que se lo digan de inmediato, este no es un lugar en el que puedan estar todos.
—Ese ser nauseabundo y demoníaco no va a poder tocarnos siquiera —dijo Patsaliq de manera confiada.
La crianza del arrogante petún influía en sus actitudes, había vivido toda su vida en el castillo y no conocía lo que era verdaderamente luchar por un nombre o un lugar.
—No seas ingenuo, Pats. Nos enfrentamos a una bestia que si bien no es tan inteligente, es salvaje y podría detectarnos rápidamente —dije tratando de que él petún de pelaje grisáceo reaccionara.
—Hablas como mi madre.
—Entonces deberías aprender de ella muchas cosas.
Al decir esto el petún frunció el ceño de manera exagerada a mi parecer, Alicia, mi hermana lo observaba con ojos abiertos. Era obvio que ninguno de los dos petunes había madurado lo suficiente. Luego Patsaliq se retiró a avisarle al resto la bestia a la que nos enfrentábamos.
—No tenías que ser tan rudo —dijo mi hermana apoyándose en mi hombro.
—No conoce lo que es el riesgo, si seguía con el pensamiento de que todo es fácil, va a lograr que lo maten, debería ser más precavido.
—La vida lo va curtir, hermano. Va a llegar el día en el que comprenda como la mayoría de los de aquí lo que es la lucha.
—Es lo malo de tener a un noble en el coto de caza.
Agache la cabeza y miré la palma de mi mano, el pelaje negro me recordaba cuál era mi procedencia. La mayoría del pueblo llano era de pelajes cafés o negros. Mientras que la nobleza presenta un limpio color gris, arena o incluso blanco, como la Reina Petunia. La primera petún del mundo.
Alicia me miró de soslayo y se fue a reunir con el resto de cazadores, al pasar por el sol resaltó el chocolate de su pelaje, entonces hice la señal. Estábamos al frente de la cueva donde se escondía el animal al que casaríamos. Su cola nos serviría para envenenar nuestras armas, sus alas para abanicar a nuestros señores, su cabeza para presumir haber matado a un hombre de frondoso pelo y su carne para alimentarnos en caso de un periodo de sequía.
Levanté el brazo con los dedos de la mano extendidos, luego con fuerza los cerré en un puño y luego lo bajé. Corrí.
Fui veloz ya que lo requería, mientras más rápido lo hiciera, la mantícora no podría detectar nuestro olor. Como era de esperarse el que más se demoró fue Patsaliq, no había recibido el mejor entrenamiento y todos allí corrían más rápido que él.
Antes de entrar a la cueva el cielo se tiñó de rojo. Todos paramos en seco y muchos cayeron tambaleándose por el movimiento que se estaba produciendo en la tierra, sin antes darnos cuenta, una gran roca estaba cayendo del cielo, estaba envuelta en flamas y describía una cola de varios palmos de largo y se dirigía exactamente a nuestra ciudad. Varias pequeñas ya habían impactado y causaban movimientos en el suelo. Entonces sucedió el impacto, vi en cámara lenta como la gran roca aplastaba el palacio de los Joq. Como aplastaba toda la ciudad y como se desmoronaba por la fuerza del impacto, el movimiento que siguió tras el impacto fue imposible de lidiar y todos caímos al suelo y quedamos sordos por un momento.
***
No sabría decir si fueron segundos, minutos, horas o días. Pero estaba vivo. Todo el suelo estaba prácticamente calcinado, las hojas de los árboles y la maleza había desaparecido y desde nuestra posición podíamos ver la gran roca, donde antes había estado nuestra gran ciudad.
Una gran ira empezó a invadir mis pensamientos, estaba desquiciado, mi familia estaba muerta, mi madre, mi padre. Todos mis amigos, toda mi historia se había quedado enterrada en esa maldita roca y no había nada que pudiera hacer.