El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

8. Brook II

Choque de espadas

—¡Tierra a la vista! —gritó el encargado del mirador— ¡Las costas gurianas se ven más prometedoras que una prostituta!

Toda la tripulación rió.

—Baja —ordené, el hombre calvo y corpulento dejó su puesto del mirador y se lo encargó al primer marinero al que se encontró, al otorgarle el lente lo hizo con tal brusquedad que el otro marinero casi cae tras un traspié.

—¿Mi señor? —dijo una vez estuvo al frente de mí— ¿Desea algo de lo que yo pueda brindarle?

—¿Cuál es tu nombre marinero?

—Soy Dreis, mi señor.

—Muy bien, Dreis —dije mirando indiferente al mar— ¿Cuál es el informe?

—Es complicado, pero me bastó con verlo solo una vez —dijo irguiéndose— hay una pequeña empalizada, está mal apilada e unida por lo que una sola bala desmoronaría la mayoría de lo que el muro se trata, también estos seres utilizan a los gurianos como casi esclavos.

—¿Para qué? —pregunté, aquello había perturbado mi pensamiento.

Para que unos simples bárbaros de Oriente usarían a los gurianos si no había nada en lo que les pudieran servir.

—Talan madera, pero no solo eso, también hay petunes haciéndolo por lo que intuyo que es algo general.

—Da igual lo que sea, Dreis. Nuestro objetivo es saquear esa playa, tomar gurianos y matar petunes cueste lo que cueste, espero que estés allí para aplastar las cabezas de los extranjeros —dije poniendo mi mano sobre su hombro.

—Lo haré —dijo con media sonrisa y colocó su mano sobre mi hombro.

Aquello era un antiguo pacto bárbaro, no originario de nuestras primeras costumbres, pero adquirido en la odisea que pasaron mis ancestros para llegar hasta la ciudad de Ébano, ahora Roble Negro, adquirieron la ancestral costumbre que usaban los mismos Nohus.

—¡Tú! —grité a un marinero que orinaba por la borda, avisa en el nivel inferior que se debe de hacer.

—Y que es lo que se debe de hacer señor.

—Cuando vean que es una distancia prudente del muro —dije con el ceño fruncido— disparen en la zona que vean más vulnerable.

—Enseguida, señor —dijo el marinero, delgado como una soga, tembloroso como la piel de un ave muerta.

Pasamos unas horas más navegando, cerca de las costas hasta que los cañoneros dieron la señal, el barco empezó a moverse más rápido de lo habitual mientras muchos arqueros en la cubierta se encargaban de disparar a los arqueros petunes, hasta que desembarcamos.

Salté de la embarcación en la que me encontraba y caí con ligereza en el suelo, con las manos toqué un poco de la arena del lugar y disfruté como esta corría por mis dedos y volvía al suelo. Respiré hondo y vi los árboles del Gurbaskualt.

Centraria al fin.

Grité con el puño en alto y los soldados empezaron a correr desde atrás, poco a poco yendo por delante de mí, que únicamente caminaba. Finalmente me encontré detrás de todos los soldados y fue para bien.

Cuernos sonaron por toda la playa, tres toques firmes que alertaban a los más alejados de nuestra presencia, el grupo de leñadores petunes se alejó de su labor y corrió a defender sus posesiones.

Un petún se acercó presuroso del lugar de leña, su pelaje de un gris oscuro ondeaba cada vez que daba un paso, en una mano llevaba una espada larga y ligeramente curva, en la otra el hacha que usaba para destruir los árboles del bosque, primero atajó con el hacha, a la que no tuve problema en esquivar a pesar de los rápidos movimientos del contrincante, luego la espada se dirigió en un corte horizontal que por poco me hizo perder el equilibrio, pero me dio la oportunidad de colarme por debajo del petún, desenvainé una pequeña daga y corté la entrepierna del rival.

Cayó arrodillado y de un tajo rajé su garganta, con el cuero de su traje limpié mi daga y la guardé. Entonces seguí caminando a mi objetivo ahora elegido, la tienda de campaña del petún que este liderando el lugar.

Y no demoré pues el lugar era llamativo a la vista, aunque se trataba de una simple carpa, tela y ramas. Corrí la cortina de la estancia y encontré a cuatro petunes, casi desconcertados por el ataque y mi llegada.

—Es estúpido que vengas solo a enfrentarnos, hombre —dijo el petún que estaba adelante de los otros tres, su pelaje cobrizo resaltaba ante las llamas de las antorchas de la bien montada tienda— quieres Qizil'Semser se encargué de sepultar tu cuerpo tan lejos de casa, Hijo de Roble.

—Tranquilo, Semser —dijo uno de los petunes adelantándose, solo logró que aumentará mi guardia y colocara mis manos en ambos puñales. Este otro era completamente negro y similar a un puma, sus ojos eran verdes como la hierba y era más alto que el resto y quizás probablemente su líder— si tus impulsos ganan, este hombre verá en ti la flaqueza.

—Basta de charlas y acabemos esto de una vez —dije sin mucho ánimo— serán ustedes o seré yo.




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