El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

20. Jor XI

Beso risueño

Lo último que vi fue al Hijo de Roble arrojándose por la ventana con el tío de Aeglos. La conmoción estaba por todos lados y el salón se encontraba casi vacío, la mayoría de los espectadores se habían marchado una vez Sirinna había desenvainado la espada y solo los guardias se habían quedado a luchar, yo todavía no podía moverme de la sorpresa.

Miré a los alrededores y al parecer el Decimosegundo también había desaparecido, a mí costado Regh y Tuth me defendían y a Sirinna la dejaban sola y aquello no lo iba a permitir.

Recuperé mi conciencia y corrí detrás de Sirinna que iba hecha furia hacia Aeglos, con la espada en mano no había notado que un guardia iba justo por su izquierda.

Di unos cuantos pasos ágiles y salté sobre el guardia haciéndolo caer, forcejeó conmigo un momento y la apartó sin ningún problema, tiró de mí al suelo y empezó a ahorcarme

El aire poco a poco dejaba de entrar y mi respiración dificultaba cada vez más, sentía que el aire entraba pero no podía salir y que me ahogaba, fue hasta que sentí unas gotas de sangre sobre mi boca y vi caer al elfo encima de mi.

Respiré hondo y lo aparté de mi, entonces vi a Sirinna con la espada ensangrentada, extendiéndome el brazo.

—Estamos a mano —dijo levantándome y entonces corrió nuevamente hacia Aeglos.

«Hacía unos segundos la vi ya bastante alejada». Me intrigaba por qué había vuelto a ayudarme si es que se encontraba tan cerca de su objetivo.

Un asustado Aeglos observaba todo con repentino espanto, desenvainó una espada y noté como Sirinna aumentaba la velocidad.

Era aquella con la que había exterminado a su padre.

—Conoce a la Cazadora de los Annael —dijo Aeglos dando vueltas con Sirinna— acabó con tu padre y ahora lo hará contigo.

—No vas a asustarme Aeglos, eres un mal nacido y merecer morir.

Sirinna levantó la espada y lanzó una estocada contra el elfo, este la detuvo con su espada que poco a poco se empezó a escarchar, finalmente está se quebró y el filo de la espada de Sirinna rajó el ojo de Aeglos.

—¡El rey! —gritó uno de los guardias y varios corrieron a posicionarse delante de él.

Tres de los elfos encararon a Sirinna y esta empezó a retroceder, otro grupo se llevó a Aeglos herido y nos quedamos Tuth, Regh, Sirinna y yo en el lugar.

Regh corrió al lugar de Sirinna y empujó a los guardias que la acosaban, estos se levantaron cuando Tuth echó a correr a la salida y tomaron a Regh pegándolo hacia el suelo.

Puse en acción mis piernas y seguí al elfo que nos había apoyado, Sirinna se había quedado completamente quieta en medio del salón y hubiera sido así si es que no le hubiera hablado.

—Sirinna —dije tomándole el hombro— tenemos que irnos, ya no hay nada que podamos hacer.

Brono, nod pielst tha fankal od guir tlo Svetlina —pronunció Sirinna hacia Regh, este asintió con una pequeña lágrima brotando de sus ojos.

Sirinna tomó mi mano y me guió por varios pasillos hasta el patio del Castillo Frío, descendimos por la escotilla y pasamos por nuestra vieja celda, tomamos los pasillos ocultos hasta llegar a las afueras de la ciudad, allí un millar de flechas voló sobre nosotros.

Corrimos y nos adentramos en el bosque, saltar, correr y hasta volar en aquel punto sería necesario. Saltaba troncos, hojas y alguna rama que había caído al suelo, hasta que el ataque cesó, estábamos lo suficientemente alejados como para descansar y también muy agitados.

Miré mi mano y noté que seguía enlazada a la de Sirinna, levanté la vista por su brazo y la encontré viéndome.

—Gracias —dijo con un hilo de voz, se inclinó hacia mí y depositó un cálido beso en mis labios.

No sabía qué hacer pues era aquella la primera vez que experimentaba algo así, un cosquilleo recorrió desde mi boca hasta mi entrepierna y tuve que arrodillarme para que no notará nada extraño.

Era dulce y me había gustado y quise seguir en aquello cuando la elfina se separó de mi rostro con las mejillas completamente enrojecidas, entonces Tuth se acercó con un compañero de Sirinna: Hork.

La elfina corrió a abrazar al animal, se la veía tierna y nada salvaje acariciando el pelaje blanco del león, pero todo aquello se esfumó cuando escuchamos las pisadas de unas armaduras en el bosque.

Todos nos miramos con extrañeza y entonces Sirinna subió en Hork, extendió su mano para que subiera y así lo hice. Tuth se escondió por debajo de un frondoso follaje y con Hork subimos a un árbol.

Un pequeño grupo pasó por el lugar donde nos encontrábamos y empezó a ojear todo el lugar, lo que indicaba que habían seguido nuestro rastro y allí lo perdían.

Miré a Sirinna y esta se encontraba mirándome angustiada, levanté ligeramente los hombros y entonces la rama del árbol en el que estábamos crujió.




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