Eres un mago
Se trataba de un movimiento continuo, inquietante que lograba erizar mis bellos y revolver cada jugo de mi estómago.
—Para, por favor —le dije a Dar con dificultad y bajé del caballo de un salto.
Me arrodillé en la arena y las arcadas empezaron. No pensaba que un viaje a caballo fuera tan extraño, pero solo sentí el amargo sabor de la bilis en la boca y escupí.
Que iba a vomitar si nada había comido.
—Supongo que mi trabajo será recompensado de alguna manera —dijo Dar con un rostro de disgusto, tendiéndome la mano para que suba nuevamente a lomos del caballo.
—Tengo estas monedas —dije retirando las dos piezas de metal que había regurgitado hace unas horas.
El sol descendía y el dorado no se notaba con la poca luz, pero el celeste era de un incansable color, al igual que el mar.
—Son muy bonitas —dijo el pescador fascinado, sus ojos estaban abiertos y las pupilas muy dilatadas, por un momento quise saber en qué pensaba aquel hombre, así que miré a sus ojos.
«¡Una barbaridad! Esto vale un dineral, pero este anciano seguro ni lo sabe, le pido una que seguro valdrá unos cien mil porteños, sería rico... Obtendría más dinero que todo lo que he conseguido siendo un pescador».
Apreté las monedas en mi mano y el hombre se quedó confundido.
—Con darte la mitad de la ganancia será suficiente, espero.
—Pues es lo que cuesta un pasaje en barco, señor —alzó la voz en la última palabra, ridiculizando en sí la palabra.
—En marcha Dar, no debemos hacer esperar a los dioses.
—¿Se va a encontrar con ellos? Deseaba que le cuente acerca de los magos.
—Si, Dar —respondí con la curiosidad expectante, necesitaba saber si todo aquello que veía era real o no.
—Pues ocurrió hace muchos años, Aleidón. Cuentan que los magos eran una orden muy prestigiosa en muchos asuntos, eran mediadores políticos y gente de conocimiento al igual que los sabios y que juntos descubrían los secretos del mundo.
—¿Qué sucedió con ellos?
—Mi madre me contaba una historia nada agradable para dormir —sonrió ante su comentario, esperando quizás que yo mostrara el mismo gesto, pero no lo hice— contaba que un brujo los atacó, decía que eran malditos y los fue exterminando uno a uno hasta llevarse a su líder hacia la Tierra de la Magia.
—¿Te describió al brujo? —dije pensando en el anciano hombre de mi sueño.
—Algo recuerdo, habló de dos grandes y blancos ojos, tan blancos como la harina —el caballo empezó a ir más lento— una mirada penetrante y escalofriante, un fleco que caía por la frente, tan blanco como sus ojos, un rostro de facciones firmes...
Un calor empezó a invadir mi cuerpo, veía como la boca de Dar se movía constantemente, pero no escuchaba nada de lo que decía, pronto la voz de una damisela invadió a mi cabeza.
—El pasado no estás listo para descubrir, Aleidón favorito de Orion —dijo firmemente la voz, perdí toda fuerza y mi cuerpo cayó del caballo.
Mi brazo se dislocó al chocar contra el suelo, pero no sentí ningún dolor, mi vista se nubló y noté como Dar bajaba a auxiliarme sin éxito.
***
El lugar era hermoso, olía bien y se veía impecable.
Me encontraba en una gruta, en los cuatro puntos cardinales se encontraba una cascada, el agua caía y retornaba sin inundar el lugar, al medio del pequeño paraíso me encontraba yo, encima de un pequeño islote de arena pura, sin accidentes ni perturbaciones. Me encontraba con las piernas cruzadas y con todo hueso de mi cuerpo sano.
Al frente mío asomando su cabeza por el agua se encontraba una mujer, sus cabellos eran negros como el carbón, los ojos azules como el mar abierto, sus rasgos eran pequeños y delicados, y ella era menuda.
Se retiró del agua y una perturbación se adueño de mí al verla con una fina tela de seda cubriendo su pecho y la entrepierna. Las curvas que mostraba simplemente podría ser catalogada como belleza de los dioses y lograba que toda mi atención se centrara en ella.
—Aleidón —dijo con firmeza sobresaltándome y dejando un rubor en mis mejillas— los recuerdos a los que aludes son completamente reales, confía en tus instintos. ¿Qué debes hacer?
—No lo sé —me puse de pie rápidamente y sentí un apretón en los pantalones— solo pienso en cómo mi cerebro puede crear tal belleza.
—Tu cerebro solo acepta mi existencia, Aleidón. Aunque no quieras aceptarlo crees en mí, en Acqua, ¿cómo hubieses sobrevivido al mar cruel si no fuese por mí?
—Diosa —respondí casi con la boca abierta— entonces es verdad, soy un mago y puedo hablar con ustedes.
—En este momento, solo conmigo. Debes saber que esto lo hice sin el permiso de mis hermanas, salvo de Terra que está muy débil. Nuestro culto ha ido desapareciendo, únicamente Naciria, Luxímina, Vitalite y Protectaria han conseguido mantener la plenitud de su poder, pero las demás estamos decayendo.