El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

42. Jor XIV

Por el desagüe

El escenario era negro, terrorífico, sonidos de gotas cayendo de lo inexistente erizaban mi vello, además los escalofríos se presentaban por estar acostado en el vertiginoso suelo negro.

Había arrastrado voluntariamente a Carens hacia mi pesadilla, había conseguido hacer magia por mi cuenta, aunque en un inicio dudé de mi capacidad de hacerlo... pero el escenario no coincidía con un estándar de mis pesadillas, podría tratarse de su pesadilla.

Di unos cuando pasos hacia adelante y encontré al carcelero en una posición fetal, abrazando sus rodillas y sollozando. Allí las gotas caían con más caudal y el suelo estaba embarrado con una gruesa capa de barro mohoso. Apestaba.

Tomé su pelo bruscamente y levanté su cabeza, observándolo con el ceño fruncido mientras este se meaba.

—¿A d-dónde m-me ha-has traído? —tartamudeó el carcelero, logrando en mí una sonrisa, entonces dejé que su cabeza caiga para que una extraña cólera invadiera mi mente.

—¡Eres un maldito! —le grité apretando los puños, ni yo tenía un por qué— y estoy muy contento de que me tengas miedo —me arrodillaba, sentía como mis ojos tornaban por el aspecto de la locura— todos deberían tenerme miedo —alcé la palma de mi mano y una llama de fuego bailó en esta— no ves mi poder.

—La niña tiene más poder —dijo el carcelero más sereno— tú eres presumido —al terminar de hablar una extraña angustia me invadió, llevé mis manos a la cabeza y respondí indignado.

—¿Qué soy presumido? —estaba pronto a sollozar y mi pulso se aceleró cuando los ojos de Carens se mostraron rojos como la lava o el metal fundido.

—Presumido, Jor —habló el carcelero con otra voz— arrogante, crees que tu destino te salvará —se paro y demostró crecer en altura, mostrando una sonrisa maliciosa cada vez que se hacía más fuerte por mi miedo— pero yo te destruiré, yo soy el más fuerte.

—No —dije tapándome los ojos— no es posible, porque... porque tú solo eres un carcelero —levanté la vista y el elfo yacía en la posición inicial, temblando.

Detrás mío se asomó un sujeto, llevaba una túnica con bordados de fuego, su piel estaba muy desgastada y arrugada. Tensada artificialmente por algún instrumento, mostraba una sonrisa extraña, nada alentadora, que parecía burlarse de ti en silencio.

—Está muy cerca el final —dijo una voz en mi cabeza, la voz de un viejo. Pero nadie abría la boca— La Maza viene, e Igno verá en el la oportunidad de libertad y triunfo, seremos su pueblo.

—Eres una persona —dije perdiendo la compostura— repugnante —Carens empezó a llorar y un frío recorrió la estancia.

—Tiene miedo —dijo y detrás suyo apareció el Hombre de la Maza, enorme e imponente, con los ojos como si fueran lava y con la armadura pertrecha.

—Si, se caga de miedo —sentencié mientras Carens lloraba— es extraño conocerlo así —miré al ser enorme y me di cuenta de que ya no le tenía miedo— vete de mi cabeza.

—No puedes sacarme así —se rió profundamente— soy parte de ti ahora.

—No eres nadie para mí.

—Soy tu pasado —dijo acercándose a mi rostro, su calor fue abrumador, luego rió.

—Eres repugnante —sentencié y tomé a Carens del hombro— pero este es mi sueño y en mi sueño te controlaré —otra risa sonó del casco mientras se alejaba— te ordeno que le digas a Carens que nos suelte.

—No me controlas, mocoso —respondió el ser enorme— pero te haré caso porque es divertido.

Lo interpreté como que me hizo caso. Mi cabeza era incomprensible.

***

Abrí los ojos y sentí el frío tacto de la roca mojada, me levanté y miré al carcelero con lástima. «¿Qué acabo de hacer?». Me acuclillé a su costado y vi que estaba despierto y temblando, se sobresaltó cuando me vio aparecer y sentí una gran superioridad.

Observé bien su cuerpo, largo y delgado, con una mancha marrón en los pantalones blancos, allí donde está el trasero, apestaba.

—Libéranos —dije en voz baja y pausada, a Ojos Verdes se cubría la nariz— no querrás sufrir las consecuencias.

—Coge las llaves tu mismo —dijo casi sin voz— lárgate.

Me acerqué hacia el elfo y de su bolsillo tomé las llaves de la celda de Ojos Verdes y la abrí cuando estuve al frente, llevé la misma llave a los brazaletes y esta los abrió. La chica me miró con ojos llorosos antes de saltar a mi cuello a abrazarme.

—Gracias —dijo en voz muy baja y se separó— muchos prometían en vano que me sacarían, tú solo lo hiciste. Este es el mejor regalo de cumpleaños —casi sollozaba.

—No busco algo a cambio —sonreí conmovido— solo escapemos y... feliz cumpleaños.




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