El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

45. Sirinna V

Tengo miedo, tengo frío

—Sirinna —susurraba alguna voz— Sirinna, aquí estoy —quise abrir los ojos, pero no podía abrirlos más. Todo era tan oscuro que hasta con los ojos abiertos, tenía la sensación de estar dormida... y el vértigo, era lo peor de todo— ayúdame —escuché de Jor— no estoy muerto.

—Liz tenía razón —dije sonriendo y me acorde de cómo llegué allí. «¿Dónde estaban las elfinas?».

—Y yo tenía razón —dijo una voz muchísimo más gruesa. Que tronaba en aquel oscuro lugar, que me asustaba, incrementaba el vértigo y por momentos hacía que la estancia se iluminará de un color carmesí.

—¿Tú quién eres?

—Yo —dijo la voz— soy el pasado, el presente y el futuro, soy el miedo del tiempo, el conocedor del destino, soy el terror que hela tu sangre. Soy el maestro, el aprendiz y también soy el enemigo. Soy el que vendrá y tomará todo para sí, a todos los mundos, a Kerit y a aquel que se cruce en mis hazañas; así muera, viviré y si vivo, mataré.

El... Hombre... que no es hombre...

Una figura apareció iluminada, una figura enorme y cubierta de metal que con tan solo verla podías sentir el frío calándose entre tus huesos. Acercó su brazo y retiró un guantelete negro de este. Observé su mano huesuda y como se acercaba hacia mí, tocó mi pecho y sentí mucho frío, impotencia, desesperación... miedo. Fue entonces que me levanté.

***

Los ojos se abrían tranquilamente y cualquiera que me veía desde el exterior pensaría que estaba tranquila y solo había tenido una siesta, pero los pálpitos del corazón iban tan rápido, que era indescriptible la agitación que llevaba.

—A-ayuda —dije casi sin voz, pues tenía la garganta tan seca como una hoja caída en otoño.

Unheil se levantó de un banco de madera al ver que movía los labios y corrió hacia mí, tuve su rostro encima y por primera vez no sentí un disgusto hacia él, giró la cabeza mirando a la cabaña y gritó:

—¡Liz! Sirinna despertó.

Por la puerta llegaron ambas elfinas, que fueron con toda la calma del mundo hasta donde me encontraba. La que fue llamada se acuclilló y posó su mano sobre mi frente, mientras hacía muecas de disgusto.

—Está con fiebre —miró a Sirinna que se agachó al igual que ella.

Hielce —dijo y su mano se lleno inofensivamente de escarcha, la colocó sobre mi frente y poco a poco me sentí menos adormecida. El pulso seguía igual.

—Tengo m-miedo —dije al borde del sollozo y Unhiel frunció el ceño con preocupación.

—¿Qué viste allá? —preguntó Liz— ¿Qué cosa te dio tanto miedo?

—Todo era oscuro, muy oscuro... pero escuché voces, que decían disparates posiblemente...

—Ven, párate —dijo Sirinna, cortando lo que decía— será mejor que se lo cuentes a Godrik, o que él lo vea por sí mismo.

Liz se arrodilló y me levantó por la espalda, con Unheil me llevaron hasta la cabaña que se veía más fría que antes, poco a poco menos hogareña al igual que todo el bosque. Observé el cielo y la madrugada se cernía en contra de nosotros y sentí que el propio aire me aplastaba cuando quise desmoronarme, Liz y Unheil tuvieron que emplear más fuerza para mantenerme de pie cuando empecé a sudar en frío y a llorar.

Liz me dejó en una silla y se dirigió presurosa a las estancias de Godrik que llegó en su silla en pocos minutos para observar mi deplorable estado, levantó mi mentón y sentí como su dedo quería resbalarse.

—¿Qué escuchaste en La Grieta, Sirinna?

—Primero era Jor —dije tratando de secarme el rostro con mi manga, pero en algún momento me habrían quitado el saco que llevaba, solté un quejido— dijo que estaba vivo... p-pero, luego habló otra voz... y ¿me puede decir que me pasa? —dije con un timbre de voz más grueso, sin querer decirlo, pero expresando lo que en realidad quería.

—Concéntrate —dijo Godrik arrugando el ceño, mientras los demás observaban extrañados.

—¡Quiero saber que me pasa! —me agité en la silla y Gabe que se había levantado con todo el problema no dudo en extender su mano y transformar una parte de la silla en dos ataduras de madera para mis brazos y piernas.

—Concéntrate —repitió Godrik— suelta tu mente, sabes que eres Sirinna Annael.

—Si, si —dije mucho más calmada, ya consciente de mis actos y palabras.

—¿Qué te dijo la voz?

—Yo dije, si tanto quieres saber —dijo la voz a través de mi garganta, carraspeó— soy el pasado, el presente y el futuro, soy el miedo del tiempo, el conocedor del destino, soy el terror que hela tu sangre. Soy el maestro, el aprendiz y también soy el enemigo. Soy el que vendrá y tomará todo para sí, a todos los mundos, a Kerit y a aquel que se cruce en mis hazañas, así muera, viviré y si vivo, mataré.




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