Pérdida
Me separé un Unheil después de darle un abrazo y de que llorara un poco por su padre, que nadie sabía dónde estaba. Me dirigí al lugar donde estaba Sirinna leyendo un libro y la miré un momento.
—¿Y ahora qué? —pregunté— ¿Qué tengo que hacer?
—Mejorar tus hechizos, practicar del más básico al más complicado, estudiar la Lengua de los Dioses, estudiar la lengua Arcana, que no es la misma que la Keritiana. Aprender.
Fruncí el ceño y salí presurosa de la cabaña, sentí una llamada del bosque y empecé a andar por allí. Por donde sea. Solo para escapar de todas las responsabilidades que pronto caían sobre mi, mientras me cuestionaba si es que era la mejor opción, al fin y al cabo ya era mayor de edad por ley.
El bosque tenía un aroma agradable a pesar de la nevada que seguía cayendo desde hace días, pero no tuve tiempo de concentrarme en aquello por las dudas que sin quererlo acudían a mi cabeza.
¿Dónde está Jor? ¿Por qué me separaron de él? ¿Pudimos aprender juntos? ¿Por qué ahora yo tengo que entrenar sola? ¿A qué me voy a enfrentar?
Caí de rodillas y pensé en Godrik. ¿Había muerto por mi culpa? Porque Liz me la echaba, ¿por qué las cosas no sucedían de igual manera en su mundo? «Quizás no todo es como ellos creían, igual la magia del tiempo es algo... imposible».
—¿Estás bien? —dijo una voz a mi espalda, era Unheil, definitivamente me había seguido.
—Si —dije sentándome en el pasto, el a mi lado— solo que me siento muy presionada, cargada. Solo quiero relajarme un poco.
—Pero tienes que luchar...
—¿Contra qué tengo que luchar? —dije mirando al chico frente a frente, estaba tan confundido como yo— prometieron solucionar mis dudas pero yo... no entiendo nada, en qué parte de la misión de Jor encajo yo, solo lo distraigo.
Unheil se acercó rápidamente a mi rostro, quizás intentando besarme pero solo me aparté, no, no y no. El elfo se tambaleó y regresó a su posición un tanto avergonzado. Entonces solo hubo silencio.
—Eres mi primo —dije después de un rato— solo me confundes más.
Me levanté y el elfo me siguió aunque yo no sé lo pedí, ese llamado seguía y algo me hizo levantar la mirada, el dragón de fuego volaba cerca del bosque, seguido de uno celeste, silenciosos como una serpiente, buscando algo.
Seguí andando, si no les molestaba no tendrían porque atacar, aunque Unheil se puso nervioso y se paró en seco al igual que yo cuando un árbol surgió de la mismísima nada en lo alto, mientras sus ramas crecían, pareciendo tocar el cielo estrellado.
Me recompuse y corrí hacia donde estaba el árbol y Unheil hizo lo mismo, quizás conociendo de que se trataba todo. Llegamos en cuestión de minutos, pues estaba muy cerca y notamos como los árboles alrededor empezaban a estirarse hasta llegar a una altura prudente para taparlo si se viera de lejos. Pero estando frente al inmenso árbol, era evidente cuál era el más grande.
Rodeándolo había más de una veintena de Árboles Guardianes, todos arrodillados, también varios animales como conejos y zorros andaban en paz en la zona, muchas mariposas pululaban en aquella zona mágica y preciosa. Y todo siguió en paz hasta que se escuchó el galope de muchos caballos logrando que los Guardianes se levantaran en guardia, sus ojos ahora eran de un verde brillante.
Por un sendero apareció un grupo de centauros, todos seguían a uno más grande que el resto, fornido y de patas musculosas, el cabello largo, negro y trenzado caía por su pecho hasta ellas piernas. Una barba corta crecía hasta el cuello.
—¿Qué buscan aquí? —dijo uno de los Árboles— adorarán a Yggdrassil como antaño.
—Nos parece extraño que nuestras almas ya no estén atadas al Gran Unificador, aun después de nosotros ser creados por él.
—Han sido corrompidos por los años —dijo otro de los Árboles— él ya no los desea. Son asesinos, bélicos.
—El nos creó fuertes para protegerlo.
—Yo ya no quiero formar parte de ustedes —dijo uno de los Árboles Guardianes más grandes, después dijeron todos al unísono— contaminarían mi ser, solo la naturaleza y lo vegetal de este bosque será parte pensante de mí y cuidado con mis criaturas, porque yo protegeré a los animales y a todos de ustedes, mientras nuevos seres se alzan en mi nombre. Ahora lárguese Balor Sagittarius, Líder Centauro.
El centauro del frente frunció el ceño y tomó a Basco del hombro y los dos se fueron a galope mientras el resto del pueblo de los centauros se fueron siguiéndolo. Los Árboles Guardianes se mezclaron con el resto de los árboles y permanecieron quietos, como si nada hubiera pasado, entonces Unheil salió de los arbustos en donde nos encontrábamos y se arrodilló frente al enorme árbol. Lo seguí.