El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

51. El Arrecifeno

La Figura Roja

Otro más cayendo a las traicioneras aguas del océano.

Tenía la espada que había conseguido quemarme en mis manos mientras toda la tripulación del barco que había abordado en solitario se acercaba hacia mí con la ira en los ojos.

Giré para verlos y renuncié a la apariencia de mortal que había tomado tras tirar al pescador cuando realicé el motín en mi nave. Los ojos se empañaron como si se tratara de una luna de cristal llena de vapor. Pero no necesitaba la mejor vista si todos mis sentidos ahora estaban agudos y en la oscuridad de la capucha solo me hacía falta pensar en donde estar.

Levanté la espada del pomo y sentí su inmenso calor, como si me encontrara en el mismísimo trópico y las altas temperaturas del desierto cayeran sobre mí. Tuve la necesidad de soltarla pero no lo hice a pesar del bochorno y como debilitaba a mis habilidades el fuego.

Se acercó un hombre y de una estocada con fuerza lo mandé a volar, logrando que cayera justo encima de otro.

—¡¿Quién eres, pirata?! —gritó un hombre, este dejaba el timón para acercarse a mí, antes de que pudiera decir nada más una bala de cañón cayó entre ambos, destruyendo la cubierta, haciendo que caiga, que la capa y la capucha se suelten y que suelte la espada. El hombre de cabello rubio y ojos de igual color cayó atontado muy cerca.

—¡Soy la pesadilla de los mares! —respondí y de tan solo un salto llegué hasta él. Pronto su cabeza estaba en mis botas. El único problema es que había perdido la espada y esta se encontraba muy cerca del fuego.

El muchacho levantó su brazo en un intento vano de alcanzar la espada y causó en mí mucha gracia. Alcé la pierna y pisé su brazo con la bota, en eso sale una mujer con el cabello del mismo color que el del muchacho y al ver la escena se escandaliza.

—¡Martin! —grita y recoge la espada ignorando lo caliente que debe de estar, pero el problema es que frente a ella el barco se hunde.

Pateo en el rostro al muchacho dejándolo inconsciente y de un salto llego a la mitad del barco donde se encuentra la mujer, y no evitó sonreír con mis pútridos dientes. Siento que mis ojos resplandecen y como en ellos se dibuja el iris de color rojo, dejando aún en blanco a la pupila.

La mujer intenta golpearme una y otra vez mientras esquivo el arma y finalmente salto detrás de ella y la tomó por las muñecas, aplasto el medio de estas y la espada negra cae al agua haciéndola burbujear. Levanto el cuello de la rubia y cuando el aroma de su sangre es profundo siento la mirada de Martin en mí, ese odio que solo nacería en los corazones más contaminados me hace sonreír, esa misma mirada que me lanzó el mago antes de que matara a su amada.

Alcé los dientes y la mordí hasta que quedó seca, no tardé en tirar su cuerpo al agua.

—¡No! —gritó Martin poniéndose de pie— malnacido.

—Hace tiempo debí de estar muerto —bromeé y salté hacia Martin, entonces lo tuve frente a frente— es tu turno.

Descubrí los dientes superiores y hubiera clavado estos en su cuello si es que un temblor no hubiera estremecido el agua y lo hubiera hecho caer y a mí tambalearme hasta quedar encima de la bala de cañón que poco a poco se hundía al igual que el barco. «Mierda». Miré al cielo y una enorme figura roja volaba cerniéndose a nosotros mientras rugía.

—Tengo hambre —y decía, como el eco de una montaña— pero él está aquí.

«¿Quién está aquí?».

Me lancé al mar justo cuando el dragón escupió fuego sobre los barcos restantes, mientras yo descendía en el agua vi subir al primer ser que tiré al agua, con la espada en su mano. Puse toda la fuerza en las piernas y empecé a nadar hacia él a toda velocidad, pero se dio cuenta y esta vez sí dio un tajo certero en todo mi pecho.

Quise gritar y no pude mientras el ser fruncía el ceño y se volvía... rojo. Su cuerpo se ensanchaba y crecía logrando que la ropa se descosiera y la espada lograba emitir más calor, sus ojos se volvieron completamente naranjas y giraban lentamente, las orejas dos aletas.

—¡Muere! —dijo debajo del agua generando una burbuja y lanzó otro tajo que esta vez sí esquivé, di media vuelta y me apoyé en una tabla de madera, cuando sentí que algo tiraba de mi pie.

—No es suficiente —me dije y patee al agua logrando que me suelte. Pero tan solo pasaron unos segundos en los que sentí que la mitad de mi cuerpo se desprendía del resto, dejándome sin piernas y sin siquiera poder pensar mucho más. Fue tal la sorpresa y la sensación que no hubo dolor, solo calor.

Metros a mi izquierda se levantaba en una tabla otro cuerpo, el de Martin y más alejado, muy cerca de la costa de los enanos la figura roja, arrastrando la espada roja ya en la tierra. Su piel empezaba a volverse normal y pronto caía arrodillado en la arena.

El hombre rubio empezaba a nadar hacia una única embarcación no quemada, mientas el dragón volvía a terminar con sus presas. Pronto a lanzar una llamarada observé como una mancha negra y larga se dirigía hacia el dragón con mucha velocidad, la espada negra impactó contra el rostro del reptil, causando un brillo que logró cegarme por unos minutos. El dragón siguió su camino al norte y fue cuestión de minutos que el barco desapareció.




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