La torre oculta
La lluvia sonaba estruendosa sobre el suelo de lodo que con los brazos abiertos embarraba mi rostro, demostrando que en realidad yo no estaba preparado. ¿Qué era eso? Era mi principal pregunta, una sombra en la noche, una nada se acercaba y simplemente me golpeaba sin que pudiera hacer nada.
Me incorporé con dificultad, brazo por brazo apoyándome en el irregular suelo del lodo de aquella parte del bosque, miré a todos los lados, pero estaba completamente solo en la explanada y la desesperación no tardó en llegar a mí.
—Jor, Jor —musitaba— ¡Jor! ¡Ojos Verdes!
Nadie respondió.
Y una parte de mí tampoco quería respuesta. ¿Pero no era acaso que Acqua quería que cuide de ellos? Ya le había fallado.
Caí de rodillas esperando alguna señal mientras sentía que las lágrimas de combinaban con el agua sucia que caía de la lluvia. Sentía un dolor en el pecho, un nudo en la garganta. ¿Es que acaso no podía hacer nada bien?
Sentía pena e impotencia, ¿quién era aquel sujeto? Que con solo hacer simples cosas tuvo la capacidad de vencerme y a los chicos. Los supuestos magos más poderosos de todos, pero... él tenía la luna, el símbolo de la magia oscura, la magia de Draconio.
El también era de los más poderosos.
Levanté mi brazo y observé mi sello, tomé una rama del suelo y traté de transferir muy poco de mi poder en esta, lográndolo. Con la punta de la rama aplasté el sello.
—Dux Tenebris —pronuncié con tan solo pensarlo. Las palabras de los hechizos me salían natural.
Mi sello brilló en un celeste muy intenso que sentí se trasladaba a mis ojos, y no era algo extraño pues muchas veces había visto a Orion hacerlo. Mi cuerpo se desplomó en el barro sin sentir dolor y por mi cabeza aparecieron imágenes, un sendero rodeado de árboles, hacia el este, la salida que daba a una torre negra que a los alrededores no presentaba una pizca de vegetación, solo tierra contaminada... negra.
Abrí los ojos y sentí un picor en ellos. "Toda la magia se debe de pagar", había dicho hace mucho tiempo mi maestro, Orion era conocido como el mayor mago de toda Centraria y murió con todos nosotros conociendo su verdad... fue un traidor y eso logró que todos los magos restantes nos estremezcamos antes de que se lo llevaran. Justo antes de que azotara la última tormenta y nos llevara al mar.
Llovía como ese día, y aquello no me gustaba.
Me levanté y fui hacia el este como en las imágenes vi y no tardé en encontrar el sendero presentado, y casi sin guiar a mis pies iba por el lugar tomando siempre el camino correcto.
Fue largo y a diferencia de todo el resto del lugar en el sendero no había ninguna forma de vida, salvo algún zorro que huía despavorido, cosa que me extrañaba aún más. Poco a poco los árboles se presentaban con menos hojas y muchos de ellos ya deshojados, algunos cuervos descansaban en sus copas.
—Vete —escuché en susurros, y como un eco repitieron varias voces.
—No —respondí y por un momento sentí que me volvía loco, pero todo el lugar se oscureció un poco más y sentí que la vista no daba más, entonces mi corazón empezó a palpitar con fuerza y caí al suelo sin poder dar un paso más.
***
—Eres débil.
Di una bocanada de aire y el ardor de mis ojos era muy fuerte. Parpadeé varias veces porque pensé que estaba con estos cerrados pero me di cuenta de que estaba dentro de una habitación completamente a oscuras. En medio de donde estaba se encontraba una llave incrustada en un círculo dibujaos en piedra, de este surgían varias líneas que se abrían hacia distintas puertas en el lugar, en una había una escalera y la hubiera subido si es que uña manos invisibles no me hubieran retenido.
Acariciaban mi espalda, mis piernas y brazos, y con sus garras lograban erizarme el vello. ¿Qué era eso? Poco a poco la oscuridad reinaba aún más y sentía que me arrastraban y por alguna extraña razón me gustaba estar en ella.
—Adéntrate en la oscuridad —dijo una voz masculina, mucho más gruesa que los susurros anteriores, acompañada de cadenas. «No».
—Lux —pronuncié y un destello surgió de mi mano invadiendo todos los rincones de la estancia oscura. Dejé de sentir las manos y las voces, la espesura del lugar que causaba adormecimiento se disipó y por alguna extraña razón eso me enfadó.
Con todo iluminado seguí buscando a los chicos, cuando a subir las escaleras alguien bajó de ella y al verme simplemente sonrió. Era un hombre de elevada edad, tenía el cabello blanco y largo hasta los hombros, su rostro era impecable pero alargado y arrugado, presentaba dos cejas finas, la nariz respingada y los ojos grandes de elfo.
—Es un error de tu parte venir aquí, brujo... lumínico o... —miró el sello— de agua. Me sorprende tu dominio de otras materias pero, no perteneces aquí.
—Vengo buscando algo que me pertenece.