Contacto del Amo Dragón
No era normal todo lo que había sucedido y por un momento me pregunté a mi mismo si es que yo era normal. El dragón de hielo había hablado y ahora andaba por el mismo bosque que yo buscando a quien sabe que.
Cuando la zona de Yggdrassil quedó vacía anduve en silencio mirando cada uno de los árboles, pinos, abedules, eucaliptos, etc y me sorprendí al no ver ningún roble en el lugar, cosa que me causó gracia. Perdido no sabía qué hacer, a donde ir pues no tenía ningún mapa y al haberme dirigido justo en dirección contraria a la de los dos elfos, no podía preguntar.
Pero la emoción no tardó en llegar pues un temblor nuevo sacudió absolutamente todo el bosque, despertando a muchos árboles guardianes a los alrededores, sus ojos brillaron de un verde y me oculté por si me tomaban como amenaza.
—Snyag eligió un buen momento para despertar a Zemya —dijo el Árbol más grande de todos, su voz por su parte era más gruesa por lo que seguramente hablaba el mismo Yggdrassil— justo cuando el mal llegó del otro mundo. No podremos ayudar a ninguno, ya veo en sus mentes sus intenciones
—Pero, señor.
—No está en nuestras misiones intervenir con el futuro, solo la protección de este bosque. Como mortal no lo entendía Guardianes, pero como conciencia superior les ordeno que no hagan nada.
Los Guardianes cerraron los ojos y entonces salí para dirigirme hacia el lugar del epicentro, allí donde todavía se escuchaban ruidos y muchos animales corrían con apuro y donde algunos árboles observaba.
—No puedes pasar por aquí —respondió uno, mirándome con sus ojos brillantes— pero tú ya lo habías visto, a Snyag —se agachó para verme.
—No sé de lo que hablas.
—Al dragón de hielo —dijo el árbol, con la voz de Yggdrassil— no podemos hacer nada. Destino es destino.
—Solo tengo que ver.
—¿Por qué?
—Porque por estas cosas podrían matar a mi familia —fruncí el ceño— pero no creo...
—No crees que el zikiano lo hará. Y haces bien. Poco a poco mi influencia va expandiéndose por todo el mundo, unificando antiguas raíces Frank, te puedo decir que tu familia y amigos están bien, pero que el destino es destino.
Pasé saliva y me adelanté. «Destino era destino». Eso decía el árbol y ese sería mi destino.
El dragón de hielo al que llamaban Snyag volaba en círculos en torno a una superficie en la que no habían árboles, de vez en cuando escupía hielo al suelo logrando que los Guardianes se enojaran, pero Yggdrassil los calmaba diciendo que eso no era parte del bosque, solo un ser corrupto que debía de irse.
—¡Zemya! ¡Levántate ya dragón malnacido! —gritaba Snyag, para luego volver a escupir
—¡Snyag! —la tierra tembló nuevamente, pero ahora de una manera más agresiva— ¿Cuántas veces te he dicho que no me molestes mientras duermo?
—¡Zemya! Esto no es un juego —escupió hielo nuevamente a la tierra y se levantó un lomo enorme, del tamaño de un castillo. Casi tan grande como el dragón rojo— son órdenes de Pozhar, tenemos que reunirnos los cuatro. En Igno.
Zemya se quejó con un rugido y empezó a mover las enormes alas con intranquilidad y con dificultad y lentitud se desprendió de la tierra un enorme dragón de color marrón y verde, agitaba sus alas con lentitud mientras se elevaba unos metros sobre el cielo. Era dos veces más grande que Snyag.
—¿Por qué hay tantos espectadores? —dijo mirando a los Guardianes, después a mí— Yggdrassil volvió.
—Tienes permiso de irte —dijo uno de los Guardianes adelantándose, tenía la voz de Yggdrassil— a pesar de su conciencia compartida el no tiene rencores contra ti —el dragón rió y se soltó en el bosque y con el impacto generó otro temblor, haciendo que donde él estaba se llenase de tierra.
—Pues tendrá problemas —sonreía con malicia— tengo hambre —sus ojos se encendían con malicia.
Abrió la boca y de esta salió una gran masa de lodo y hierbas podridas hacia todo lo que estaba cerca del bosque. Mató conejos, zorros, mariposas y hasta Guardianes enterrándolas en lodo. Uno de los Guardianes me cubrió pero cuando todo terminó este estaba muerto encima de mí.
Zemya se alzó en vuelo y desapareció del bosque con Snyag a su espalda. Un dolor en el pecho no tardó en aparecer y cuando observé la rama del Árbol se había incrustado al caer, me separé con dificultad mientras todo se tornaba borroso, aplasté el lodo que olía muy mal y medio moribundo observé a un sujeto.
Ahora su pelo estaba liso y tranquilo, por alguna razón se veía más calmada y no tan corrupto como la vez de la torre. Se había afeitado pero los ojos morados seguían igual, me observaba desde arriba.
—Te propongo un trato, Frank —dijo caminando hacia mí— y tendrás que aceptar porque sino tu familia y amigos mueren y tú también.