El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

58. Ojos Verdes II

Vamos al sur

—Gracias —dijo Shakar apenas abrí los ojos— yo no me atrevía a hacerlo —fruncí el ceño. Acabé con su familia, al igual que con la mía.

—Tampoco era necesario —levanté mi torso y no me atreví a mirarlo.

—No tienes que sentirte mal —dijo sentándose a mi lado— al fin y al cabo era lo que yo quería —sonrió disimuladamente, pero lo hizo pésimo pues toda su tristeza se veía reflejada ahí.

—Pero dudaste y eso es lo que me hace sentir mal. Yo no quería que tú lo matases, porque... porque —tomó mi mano y habló tranquilo.

—Relájate.

—Es que yo jamás tuve una familia y-y no quería que tú pasaras lo mismo —recordaba a la sombra a lo distante de mi memoria y a lo familiar que sentía a Shakar, a la voz del hombre que decía que volvería, pero jamás lo hizo, a Floid el carcelero y no tardé en derramar lágrimas y desplomarme en los hombros del elfo a llorar.

—Ves estos sellos —dijo, pero no levante la mirada— supe que serían una nueva oportunidad y a pesar de mi pasado ustedes serán como mi nueva familia.

—Gracias —dije apretando mi rostro en su brazo, para separarme después de decir las lágrimas.

—¿Cómo es que no tienes familia?

—Vivi toda mi vida encerrada en una celda —dije recordando los barrotes, siempre oxidados de la celda en Elevened— cada año que pasaba tenía un sueño, cada año que cumplía. Un hombre de unos ojos verdes grisáceos, cabello negro y una sombra trataban de cuidarme, pero me atraparon los elfos y me encerraron —lo miré y sentí nostalgia, necesitaba un padre— tuve un carcelero hasta cierto punto de mi niñez, lamentablemente se encariñó demasiado conmigo y un día se decidió por sacarme de prisión, pero al parecer no fue lo suficientemente precavido y antes de que pudiera hacer nada —recordé sus ojos, marrones como la misma tierra, perdiendo la luz y no puede más que parar.

—No tienes que seguir.

—Dijo que me llamaría Andrea —otra vez las lagrimas surgieron y Shakar me abrazó con fuerza.

—Es conmovedor —dijo Jor, parecía que recién se levantaba— y perdón por todo lo que pasaste pero ahorita tenemos un problema grave.

—Que sucede —dije separándome de Shakar, tratando de que mi voz no se quebrara y que dejara de verme en un estado tan deplorable.

Lo quería si, había sido como mi hermano desde que me sacó de aquella celda, pero no me gustaba que nadie me viera así y Shakar fue la primera persona con la que me solté de aquella manera. Increíble.

—Una fuerza superior, quiere mover todo como si fuésemos marionetas, está obligando a los petunes a hacer algo que no quieren.

—¿Petunes? Los hombres gato —dijo Aleidón despertando.

—Si —respondió Jor y por alguna razón se alteró y segundos después apareció un hombre encapuchado y nos apartó a todos con el viento, no tardó en recoger la daga y mirarnos a los cuatro.

—Necesito a uno de ustedes —habló la voz dentro del hombre encapuchado en negro, cubierto de tiras de cuero negras, ondeando una capa. Desapareció para estar en la espalda de Aleidón, forcejeó un rato con él y antes de que pudiéramos hacer nada desapareció.

—¡Qué fue eso! —grité— se lo llevó.

—Eso es de lo que yo hablaba —respondió Jor en una extraña calma.

—Tenemos que ir por él —dijo Shakar— el hizo lo mismo por ustedes.

—Si pero sé que él estará bien, y si lo necesitan no lo matarán. Nosotros tenemos que seguir al sur, esa es mi misión y aunque me preocupa lo que estos seres vayan a hacerle al Puerto de Guria, más me preocupa lo que puedan hacer amenazas mayores al mundo entero. ¿Están conmigo?

—Lamentable —dije y me paré a su costado— no sé si te lo dije pero siempre estaré contigo.

—Si va ella voy yo —dijo Shakar poniéndose de pie— le debo una —me miró y me dedicó una cálida mirada.

—Vamos a Igno —terminó Jor y nuestro viaje prosiguió.

20 días después.

Los días pasaron rápido, más la caminata fue lenta y más cuando los dragones empezaban a rondar cerca. Aleidón no había aparecido en todo ese tiempo y nos empezábamos a preocupar por él.

—Estamos en la provincia de Helo, ya bastante al sur, en unos días llegaremos tranquilamente a Igno y podrás por fin ver a tu maestro, Jor. —dijo Shakar.

—A mí mismo, dicen mis sueños. Siempre el mismo una y otra vez, no saben lo que me esfuerzo para no atraparlos en él —sonrió forzadamente.

Avanzamos unos metros más hasta encontrarnos con un pueblo, muy cerca de la frontera con Igno. Se llamaba El Pueblo Pequeño y efectivamente lo era, pero al parecer a la gente no le importaba mucho pues se nota que despilfarraban su dinero sin reparo.




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