El Juego del Tiempo - Leyendas de Verano e Invierno 1

60. Sirinna VII

El don de Yggdrassil y el hombre-gato

Flotaba sin caer después de recibir alguna magia del hechicero que decía ser mi tío. Miró a Yggdrassil antes de marcharse con la pelirroja y muchas fuertes brisas me empujaron hacia el árbol donde simplemente quedé rendida, la pena que acababa de vivir era tan grande como los nuevos poderes que ahora poseía. Ahora escuchaba el susurro de un hombre, acompañado del raspar de una pluma en un pergamino seco.

Todo estaba oscuro.

Y el elegido se levantó, sin ya ser el elegido y...

—¿Todo está escrito? —dijo Godrik y me sentí liberada de sus ramas en la misma oscura habitación, mientras una mano cálida y familiar se posaba en mi hombro— Sirinna, ¿si yo estoy aquí es por qué alguien lo quiso, o por qué yo lo decidí?

—Él lo decidió —dije mirando al hombre escribiendo, su nariz aguileña y los ojos marrones mostraban un incesante trabajo al escribir, la mano se movía como un estoy el pelo castaño oscuro caía alborotado por su rostro y se pegaba por el sudor.

—No. Nadie decide más que nosotros mismos. Al menos eso es lo que creo.

—Pensé que tu conciencia se había vuelto eterna.

—Solo tengo los conocimientos del antiguo Yggdrassil, y conozco todo lo que ha pasado ya. Pero no lo que va a pasar y temo que mis acciones se vean controladas por este hombre de aquí, que parece anotar todo lo que pasa e incluso adelantarse.

—¡No me miren! —gritó mirando al vacío, a nuestra posición. Extrañamente nos apartamos.

¿El puede vernos?

—No —respondió Godrik y se sentó en un pequeño banquito. Sus piernas estaban completamente sanas y de piel, al igual que todo su cuerpo, pero había un hueco allí donde debería de haber corazón, sin embargo de allí surgían ramas que se conectaban a alguna pared— has pasado ya demasiado, Sirinna Annael.

—No creo que lo suficiente —apreté los puños— debí de estar preparada para cuando ella se fue, debí de ser fuerte para salvarla.

—Pero no lo fuiste y no tienes que culparte. Fue su destino.

—Hablas de que fue su destino, pero pensé que cada uno lo forjaba.

—Si es verdad y hay un choque de teorías al respecto, pero recuerda que soy Yggdrassil y que estoy en más de un lugar, en más de una forma y en todas las realidades en las que he estado... ella muere.

—¿Y yo?

—No sabría decírtelo. Es la primera vez que algo así sucede —fruncí el ceño— pero te daré un obsequio, al igual que Sirinna lo hizo, al igual que Helkster lo hizo y también un consejo: no confíes en todo aquel con el que te cruzas. Los tiempos cambian y mientras crecen las personas pierden sus ideales por la ambición —parecía triste— se acercan momentos oscuros para ti, Sirinna y por mi gracia te otorgo la capacidad de transportar tu cuerpo, alma y espíritu por una vez a Igno. Con quien desees. Pues si ha de pasar, pasará.

—¿A qué te refieres?

—Ni yo lo sé, pero ya es el vigésimo día y debes de partir.

El cuerpo de Godrik se volvió de luz y toda la oscuridad se aclaró.

***

Pero al abrir los ojos la brisa me cegó nuevamente, las ramas que me contenían no me dejaban ver la luz.

—Protege a tus amigos —dijo la voz de un hombre y supuse que era Yggdrassil, instantes después mucho aire frío invadió el lugar. Justo ahí caí al suelo.

Arrodillado frente al árbol se encontraba un ser de apariencia gatuna. Su pelaje era completamente negro y era bípedo. Cuando caí abrió los ojos y estos eran tan fríos como el hielo y de un azul profundo.

—¿Tú eres Yggdrassil? —dijo asombrado, poniéndose de pie— ¡Has escuchado mis plegarias!

—Yo no soy Yggdrassil.

—Oh —ahora estaba triste— tenía tanta esperanza. Dicen que puedes contactar con su magia en ambientes completamente opuestos, estaba pensando en Igno. «Un momento». Pero está muy lejos.

—Efectivamente —fruncí un poco el ceño— ¿Cuál es tu nombre y procedencia?

—Oh perdone, yo soy Frank'Rorkenok, soy un petún.

—Con que Ronkenok, eh. Significa conquistador en keritiano.

—Así me dicen, pues soy un conquistador de corazones —me guiño su ojo gatuno— ¡Soy un bardo! Le podría cantar algo.

—No gracias.

—Pero necesito ir con usted a Igno.

—¿Porque conmigo? —pregunté, me daba mala espina y más con la advertencia de Godrik.

—Porque tienes rostro de aventurera y de conocer muchos lugares y además, ¿vas también al sur verdad?

«Halagador».

—Pues si voy al sur y también a Igno, de hecho tengo ahora un método para llegar muy rápido.

—Usémoslo —ahora parecía desesperado. Lo miré de reojo y seguramente se dio cuenta de mi desconfianza por lo que apoyó una de sus suaves manos en mi rostro— no soy un ladrón, ni asesino. No se preocupe.




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