Las tres figuras
—¡Jor! —gritaba el Maestro. Pero era un sonido casi inaudible para mí.
Me sentía abatido, destruido. Cuál era el sentido ya de ser un Inmortal, ella había muerto, el enemigo también estaba muerto y no tenía ningún sentido seguir si es que en un futuro veía a mis amigos de la misma manera, morir.
Frente a mí una Daga de Eldoran se veía tentadora y arrastré mi mano para conseguirla, pero una bota negra la apartó, una bota de metal negra del tamaño de mi brazo.
—Jor —decía Ojos Verdes en voz baja y al mirar hacia arriba sentí su presencia. El Hombre de la Maza, ¿había triunfado?
A mi lado el Maestro estaba tumbado, en su rostro una decepción profunda sobre mi caía, pero yo no sentía nada más que odio, por él, por el enemigo, por mí mismo. ¿Por qué tuve ese padrastro? Uno falso. ¿Por qué por mí tenía que morir?
Me puse de pie, el ser me llevaba una cabeza y un poco más, sostenía con fuerza la maza y su respiración sonaba sonora a través del casco, puse mi mano en su pecho y pensé en todo lo que viví al lado de Sirinna y finalmente su muerte, tan desastrosa.
Empujé mientras mi mano se encendía y finalmente apunté a su cabeza expulsando mi fuego característico, derritiendo su preciado casco que tuvo que tirar. Para todos fue una sorpresa, menos para mí.
—Esto querías, eh —dijo Jor acercándose, su voz ya no sonaba tan gruesa y ya no causaba tanto miedo. La cabeza como en mi visión era calva y todas sus facciones similares, salvo que un poco menos viejo— no sabes todo lo que pasé, Jor. Decepción pese a todo, de que me sirvió vencer a Kerit si al final me desterrarían por convertirme en él —no contesté, él cada vez estaba a mí misma altura y a la del Maestro— al inicio de los tiempos me desterraron, ¡esa mujer! —señaló a Ojos Verdes y esta retrocedió alarmada cuando Jor levantó su maza. El Maestro voló y puso sus manos como escudo y con mucho viento logró mantener a raya el ataque.
—Pero ahora esto queda entre nosotros tres —dijo el Maestro— amenazaste su mundo, mi mundo.
—Era mi mundo, usurpador.
—Pero este no —dije mientras veía a Shakar llevándose a un lugar apartado a Ojos Verdes, que sollozaba. «No le temas»— aquí la magia del tiempo es incomprensible.
—No me interesa —dio un paso al frente, haciendo que el Maestro retrocediera. Yo me mantuve, pero la actitud de mi futuro lo hizo reír y entonces golpeó la maza contra el suelo haciéndome caer, pero el maestro se impulsó en los aires antes de tambalearse y con las manos controló aire para tirarlo al suelo.
Me levanté.
—¿Por qué no decidiste ser tú mismo antes de convertirte en Kerit?
—Porque eso significaba... —lo último que dijo fue inaudible, pues lo hizo mientras cargaba para un ataque que finalmente me dio en el rostro y lo que menos necesitaba en ese momento... soñar.
***
Yo era mayor. El viento corría desde la torre en la que observaba, las barandas de piedra blanca solo me daban a entender que me encontraba en Elevened, pero está ahora rebosaba de magia, no negaba que aquello me gustaba, pero muchos dragones volaban por todas partes y sabía que fue parte de mi entrenamiento acabar con Pozhar, Snyag, Kapchitsa y Zemya. Pero Uchitel, mi pequeña mascota no la debía de tocar nadie y si alguien se atrevía a hacerlo... lo mataba.
«Pero Jor no pensaría así, yo no pensaría así. ¿Qué me pasa?».
Tomé mi cabeza y sobe las sienes que últimamente dolían más, no quería dejar todo eso es lo que pasaba y por eso tuve que aceptar su condición, pero me trastornaba, mentalmente, en mis relaciones, sentía que cada vez yo... era más cruel.
—Kerit, Querit. ¿Cuál es la diferencia? —escuché de la condenada voz. Maldita sea la maldita voz, que me atormenta desde el primer día, que me hace dudar de quién soy en realidad.
—Mi señor —dijo una elfina acercándose, llevaba la cadena en el cuello mostrando que era una esclava, también las llevaba en las muñecas y muchas cadenas cubrían su precioso cuerpo. De pelo platino y ojos grises la elfina se molestó de cómo la miraba lascivamente. Era más alto que ella por varias cabezas, pero eso era por los dones de Vitalite y su magia que me permitía nutrirme del miedo— la bruja mayor la está llamando.
Se retiró y sus andares despertaron ganas en mí de hacer lo prohibido, porque los esclavos eran prohibidos, ¡pero a quien le importaba! Yo gobernaba aquí.
Salté por el balcón y el viento azotó mi rostro y expulsé una gran fuerza al impactar contra el suelo. La tierra se reparó inmediatamente, eso hacía la bruja mayor, siempre acompañada de su sombra.
—Andrea —dije al verla, con los ojos cerrados y con una túnica verde del color de sus ojos. Me encantaba su crueldad, me encantaba su paz también, era equilibrio pero últimamente se mostraba un poco extraña— me buscabas.