El Juego Maldito (Ñahui)

Una Propuesta Peligrosa

—«No pienso seguir con eso. Ya no lo deseo, papá. Deberías apoyarme con mis decisiones.»

—«Yo te apoyaría si fuese una carrera de verdad. Eso no te dará para vivir la vida y tú lo sabes.»

—«Sé que es lo que quiero y eso es lo que vale. Si tú no puedes creer que yo necesite eso allá tú, pero iré a ser lo que yo quiero.»

Aún recordaba esos gritos que se dieron en casa de sus padres. Recordaba que ya no era especial y como mando por el caño toda relación con ellos. Desde ese día, ella no piso la residencia de los Tejada. Estaba tan molesta, tan rabiosa, con unas fuertes ganas de que el tiempo fuera hacia atrás para no cometer el terrible error de haber discutido con su padre.

Pero... ¿A quién hacía daño con sus decisiones?

Su cabeza en aquella almohada la hacía sentir en calma, como si su mundo estuviera en total equilibrio. Extraña momentos que solo tenía con sus padres: el aroma a café por las mañanas luego de haber sacado el primer pie de la cama a pesar del frío, las largas conversaciones mientras cenaban, los abrazos en el viejo sillón al ver una película de terror. Todo ahora se extrañaba como si se trataran de vagos recuerdos que fueron olvidados en un oscuro y sucio cajón que ella mismo cerró.

Jeanine ingreso a la facultad de derecho por influencias de su padre, el señor Tejada pensaba que ser abogada le aseguraría un futuro brillante, una luz en el camino de este cruel mundo. Pero muy tarde la misma Jeanine se dio cuenta que eso no era lo que deseaba ni en lo que era buena. Ella más bien tenía cierta aptitud para pintar cuadros, para dibujar y para tomar increíbles fotos.

Aún tenía en mente los días que salía de la facultad llena de libros en sus brazos, como los aventaba al suelo solamente por tomar un buena fotografía a lo lejos. Y es que, miraba un árbol y tomarle una fotografía la hacía sentir que lo más común llega a ser completamente bello.

Al pasear por la calle y ver a una niña cualquiera jugando en el suelo era significado de ver el mejor enfoque y tomar una instantánea. Parecía una verdadera obsesión por cada cuadro bello, por cada toma que merecía ser capturada. Pero lo malo de todo es que ella simplemente no tenía los medios económicos para comprar la cámara que realmente quería. Ningún ejemplar le parecía perfecto más que la cámara que ella deseaba. Jeanine estaba segura en su totalidad que la tendría y que la quería.

La puerta fue golpeada y se puso de pie. Admirando con rabia todo el desastre. Pateo lo que más pudo para finalmente llegar a la entrada, movió la perilla de la puerta y...

— ¡Hola, Jeani!

Esa voz chillona entro por su oreja y por un segundo pensó que casi le explota el tímpano.

— ¿A qué debo el honor de su visita?

Habló Jeanine mirando a sus dos grandes amigas, Mirla y Tábata. Tábata suele ser una chica muy alocada, carismática y afable, ella es la alegría de las tres chicas y la que tiene las ideas más disparatadas para no caer en el aburrimiento. Mientras que Mirla es la más seria de las tres, la chica que tiene todo controlado, la muchacha que piensa en lo correcto y lo incorrecto antes de tomar cualquier decisión.

—Si lo dices de esa manera pareciera que estás molesta y no contenta al vernos —murmuro Tábata al notar la pesadez con la que Jeanine les dio la bienvenida.

La muchacha de sonrisa coqueta entro directo a la residencia.

— ¿Sigues triste? —Pregunto Mirla una vez que estuvo frente a su mejor amiga; Jeanine asintió con su cabeza—. ¿Te han llamado tus padres? —Jeanine negó para luego recibir un cálido abrazo por parte de su mejor amiga—. Seguro y luego de unos días se les pasa; no siempre estarán molestos.

—Me encanta tu nueva... ¿casa? —, murmuro Tábata mirando a su alrededor con el ceño fruncido.

—Tábata, solo cierra la boca —espeto Mirla sabiendo el estado de su mejor amiga—. Jeanine no está bien.

—Mirla, no seas amargada —contesto la chica de cabello castaño—. Y yo sé la manera perfecta de dejar de estar triste...

— ¿Estar feliz?

Pregunto con una media sonrisa Jeanine.

— ¡Correcto, Jeani! —Grito Tábata con su superficial alegría—. Esa es la idea. Haz como tus fotografías. Cuando veo algo normal, tú eres capaz de verle algo bello y el flash ya ha sido disparado antes que parpadee, haz lo mismo con la vida. Siempre toma al toro por los cuernos —la fotógrafa al escuchar liberó una sonrisa—. ¿Tienes vino?

Y sin más volvió a desaparecer por dentro de la residencia.

— ¿Y qué se supone que haremos está tarde? —Pregunto a voz fuerte Jeanine quien parecía que ni el mejor ángulo la hará sonreír—. Ya hemos visto todas las películas que tenemos. No quiero salir a bailar está noche. Y tampoco deseo hablar de tus fallidos romances, Tábata.

—Según ella, vinimos aquí para hacer algo muy interesante —contesto de inmediato Mirla quien le dio un abrazo.

— ¿Según ella?

Levantó su ceja insegura del plan de la chica.

—Bueno es lo que dice.

Se escucharon unos cuantos pasos que venían desde dentro de la cocina y Tábata apareció bebiendo algo y en su otra mano estaba un vaso de color azul.

—Y yo tengo algo increíble que nos ayudara con este aburrimiento. Y no, hoy nos divertiremos de otra forma —coloco la copa de vino en una mesita.

— ¿Y cómo lo haremos?

Mirla se cruzó de brazos esperando la respuesta.

—Con esto.

Y de su cartera sacó dos pedacitos de madera que tenían algo escrito sobre ellas.

— ¿Y qué carajos es eso?

—Esto, Mirla, se llama Ñahui.

El simple término hizo que las chicas fruncieran el ceño, era la primera vez que lo escuchaban y ninguna de las dos sabía a lo que se refería su loca compañera de vida.

— ¿Y qué se supone que es?

—Es un juego —respondió con una sonrisa de medio lado—. Es muy parecido a la Ouija solo que aquí no contactas ningún espíritu olvidado. Esto te dará las respuestas que tú quieras, te dirá tu futuro, tu riqueza, el amor que vendrá, todo lo que tú quieras.




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