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Su cuerpo quedó totalmente inmóvil, incapaz de hacer algún movimiento. Solo escuchaba los pasos. Claramente podía escuchar como alguien subía por las escaleras, de una manera brusca y con toda la intención de que lo escuchen.
Su labio temblaba con violencia.
La luz del pasillo se prendió y vio una sombra estar detrás de la puerta. Su cuerpo se movía con fuerza del miedo que tenía dentro. Solo imaginaba que si se acercaba a esa puerta vería a un ser espantoso parado justo ahí, donde ahora siente esa presencia.
Un olor a carne podrida le provocó quitar la mirada de la puerta, ya que de ahí provenía ese olor.
Sus oídos saltaron, cuando escuchó claramente un ligero golpecito en la puerta.
Primero uno, luego otro seguido y al final uno más. Pasaron alrededor de dos segundos y escuchó otra vez los tres toques en la puerta.
Era como si una uña muy larga estuviera tocando la madera. Como si el ser que está detrás de la puerta estuviera deseando que Mirla la abriera.
—Seguro es mamá... Seguro es mamá... —se repetía a sí misma.
Dio un paso y el suelo se volvió frío. Ante otro paso más, sentía que la madera se volvía más gélida. Llegó frente a la puerta y pudo sentir como las plantas de sus pies ardían, era como si estuviera caminando en témpanos de hielo.
Tocó la perilla de la puerta con suavidad, quitó el pestillo e intentó abrir la puerta...
Su garganta dolió con fuerza, sintió náuseas y al segundo llevó sus manos a la boca.
Su estómago parecía querer quedarse sin nada dentro y los espasmos comenzaron. Cayó de rodillas sobre el suelo, llevó su mano a la garganta por el ardor que sentía y un sabor asqueroso en su boca.
Mirla tosía con fuerza y puso sus manos a los lados para poder sacar todo lo que tenía dentro, pero no podía. Sentía un asco terrible, como su cuerpo se movía violentamente por los espasmos, como sentía ese sabor a amargo en la boca.
Dentro de ella podía sentir claramente como algo salía, algo muy largo. Su garganta no solo ardía sino que también picaba.
Intentó meterse algunos dedos para expulsar todo, pero no podía.
Hasta que sintió algo muy en el fondo de su boca. Algo largo, lo jaló y de su cavidad bucal salió un cabello, que conforme lo jalaba más pelos salía enredados con el primero.
El sabor amargo en su boca se convirtió en algo aún más asqueroso, era un sabor a lodo, a limón, a leche cortada.
Jaló con más fuerza y su cuerpo saltó de inmediato, una sustancia negra salió de ahí, acompañada con restos de comida y con varios gusanos vivos todavía moviéndose en el líquido.
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En la habitación de la pequeña Brianna las cosas parecían como hace unas horas.
La luz de la luna entraba por la ventana, la pequeña estaba dormida con sus cobijas manteniéndola caliente, las muñecas de porcelana en la estantería observándola fijamente.
De repente, el seguro de la ventana se movió con un ligero movimiento. La misma comenzó a abrirse hacia dentro corriendo la cortina blanca con estampados de flores.
La misma quedó abierta completamente, dejando salir el calor de la habitación provocando que la pequeña se abrace aún más a las cobijas. De la pequeña mesita cayó un portalápices, ocasionando que las pinturas y los lápices rueden en varias direcciones..., dos de esas pinturas rodaron por debajo de la cama.
Los ligeros ronquidos de la niña se volvían inaudibles si uno se acercaba, pero alguien más los escuchaba desde abajo.
En los sueños de la pequeña Brianna se imaginaba tomando una taza de té con sus amiguitas, pero todo ese sueño acabó cuando el panorama se volvió oscuro y tétrico, luego se encontraba corriendo dentro de su sueño por algo que la perseguía hasta que el final, cayó desde una montaña muy alta.
Sus piernas se tensaron y luego las soltó, su corazón dio un brinco provocando que su cuerpo enteró dé un salto.
Brianna estaba sentada en su pequeña cama sencilla, miró a la derecha y vio la ventana abierta que dejaba entrar viento provocando que la cortina blanca blandeara a sus anchas.
Su pequeño cuerpecito se estremeció al sentir como su cobija estaba siendo jalada por algo, la tomó con fuerza con sus manitas, pero de la otra punta la jalaban con más fuerza. Y el otro extremo estaba siendo jalado desde debajo de la cama.
— Mami... —susurró con terror.
La pequeña se quedó sin cobija y todo fue a parar debajo de la cama. En ese momento las dudas asaltaron a la pequeña.
La puerta del closet se abrió dejando escuchar un chirrido de las bisagras. La pequeña no tenía de que tomarse, no podía esconderse debajo de las cobijas, no tenía donde ir y solo miró como su pelota de plástico de muchos colores salió rodando de ahí.
Aterrada, intentó mover sus piernas, pero la sabana se aferró a ella. La tela de la sabana se corrió con una fuerza gigante provocando que la niña quedara inmóvil sobre su cama. Como si el ser que está debajo de ella la tuviera amarrada.
La luz se encendió.
Brianna, con el alma en la boca miró al techo y buscó el interruptor con su mirada esperando que su madre fuera quien encendió la luz, pero no había nadie. Ella estaba sola en la habitación.
Pegó un grito y la sabana tiró de ella, pero ahora desde atrás, como si el demoniaco ser ahora estuviera con sus manos detrás del espaldar de la cama.
— ¡¡MAMI!! —gritó con toda su fuerza.
La sabana la aprisionó con más energía aún. Y el miedo de la niña se convirtió en algo mucho peor, en desesperación, en angustia, en terror verdadero.
Unas manos negras, con unas largas uñas y con venas negras resaltadas le taparon la boca. Aquellas manos desprendían un olor asqueroso que le provocaba arcadas.
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Editado: 02.07.2021