El Juego Maldito (Ñahui)

Los Tres Objetos

Las órdenes de la bruja han sido esenciales y estrictas de seguirlas. Las chicas solo pueden ser acompañadas por un ser querido cada una: Jeanine llevará a su novio Harold, Mirla a su hermano Fernando, y al final el señor Manuel llevará a su hija Tábata al encuentro con aquellos demonios.

Se empezaron con los debidos preparativos. Augusto que tiene permitido ir, se lleva varias cosas, equipos de actividades paranormales necesarias; como cámaras infrarrojas, libros de brujería y rituales, uno que otro artefacto que ayuda a detectar situaciones fuera de lo normal, incluso un equipo de campamento en caso de que se lo requiera, además, de una biblia.

Las chicas se juntan luego de haber decidido ciertas cosas con sus seres queridos. Las tres se ven muy chocadas, con su autoestima baja y el miedo a flor de piel. Cada una de pie, con algo en las manos y con cierta incertidumbre que no baja desde lo alto en la que ha sido puesta.

—¿Ya tienen sus objetos? —pregunta Mirla, muestra nerviosismo.

Jeanine mueve sus dedos en los pliegues de metal que siguen varis direcciones, mira aquella mariposa de metal en su mano, casi puede recordar aquella primera vez que se la pusieron en su cabeza. Sintió un crujir en su pecho.

—Yo tengo en pequeño broche de mariposa de plata que mi padre me dio cuando tenía siete años —cuenta con una sonrisa orgullosa—. Es creo que el mejor regalo que he recibido cuando estuve pequeña.

—¿Por qué vas a quererte deshacerte de algo como eso? —increpa sorprendida Mirla—. Se supone que es importante para ti, algo exageradamente preciado.

Jeanine sabe muy bien que la relación con su familia está muy rota, tanto así, que sus padres no saben mucho de lo que está pasando en su vida. Tan solo inventó de excusa que saldría de viaje con Harold, para 'superar' las cosas en su relación y solo recibió un: «cuídate».

Es ahí que Jeanine entendió muchas cosas, sus padres no deben de estar ahí siempre y no van a estarlo. En algún punto van a dejarla sola y ahora es el momento, es el momento de ser independiente. Por eso dará el broche.

—Porque siento que todavía hay mucho en mí que no ha crecido del todo. Me refiero a que todavía soy un capullo, no soy la mariposa que debería volar con libertad de flor en flor, soy una niña que aún tiene miedo de muchas cosas y que aún se aferra a los sin sentidos de hoy en día. Es como un pequeño paso para ser una mujer, una mujer completa. Mi sueño de ser fotógrafa, de ser independiente y de resolver las cosas —suspira con fuerza y mira a su amiga rebelde—. ¿Qué darás tú, Tábata?

La chica sonríe por las palabras de Jeanine, sabe que la chica necesita demostrarse la fortaleza que tiene dentro. Tábata está orgullosa de su mejor amiga.

De su cartera saca una arrugada foto, la ve y sonríe.

—La foto de mi familia, la que siempre llevo en la billetera, mira —muestra la imagen—. Ahí estamos todos, mi papá, mi mamá, Chester y Olivia, ¡claro que yo también! La belleza de la familia siempre está en el centro de todo, ¿no?

Jeanine suelta una risilla contagiosa al ver a Tábata mover sus manos con garbo.

—Siempre llamando la atención de todo —ríe Mirla.

—Siempre he sido la reina de los bailes, la niña linda que se lleva con todos.

—La envidia de muchas chicas —anexa Mirla.

Entonces se queda pensativa por un segundo, esa idea siempre ha sido la más atenuante y característica de ella. Desde que ha estado pequeña, y no comprende mucho el pensar de las personas hacia ella.

—¡Y eso también! Pero, ¿saben? A pesar de que siempre he sido la más risueña y popular de las tres, mi sueño no ha sido siempre estar en la boca de todos. Aún no sé cómo lo logro, solo sé que cuándo volteo mil cosas tras de mí han pasado y muchas las he provocado yo sin querer. No me importa ser popular o ser la chica más guapa, perfecta o algo por el estilo. Me interesa que siempre mi familia este bien. Que a ninguno de los dos les falte nada. Por eso pongo está foto, ellos han sido mi protección siempre y en cada momento, los tengo en mi mente.

Ambas chicas sostienen de cada mano a Tábata, que ha perdido la compostura y ha dejado ver su lado más vulnerable, su familia.

—¿Qué hay de ti, Mirla? —sorba sus mocos Tábata—. ¿Qué llevaras?

Mirla se aferra a un raro cuaderno que tiene en su mano, un cuaderno con pasta doble y rígida, con las hojas con pliegues y cada una llena de todos sus pensamientos. Cada recuerdo, cada pensamiento, cada idea, cada deseo, secretos infinitos y miles de cosas más están en esas hojas.

—Yo no soy tan sentimental como ustedes, soy más... inteligente. He tenido gustos muy diferentes a los usuales; soy antipática, fría, una sabelotodo, alguien que quiere tener todo bajo control. Hasta no sé cómo es que nos llevamos tan bien, ustedes son muy diferentes a mí...

Todas ríen al recordar cómo se conocieron y la absurda forma en la que se hicieron amigas.

—Te caíamos muy mal —chilla de risa Tábata, quien ha sido la que más encontrones ha tenido.

—Exacto —le da la razón—. Muy ruidosas y yo, muy callada. Eso no quiere decir que no las ame con toda mi alma. Pero...tengo muchos secretos, quizás más que ustedes; en mis tiempos libres llegué a escribir mucho, a ser ordenada y demasiado minuciosa, ¡fantaseaba mucho!, hasta llegar a un punto que me dejé sumergir en el placer de la escritura. Aquí tengo mi primer libro hecho a mano, la primera obra que escribí. Fue mucho trabajo, pero sé que llevándolo ahí, dejaré algo importante, una forma muy sutil de volver a la realidad y dejar de condenarme a alejarme de mi vida. Aquí tengo muchos secretos escritos, cartas llenas de rabia y de amor que nunca llegue a entregar, todos mis secretos. Debo cambiar un poco siquiera.

Todas son tan diferentes y aún así se siente una sola: Tábata tan dramática, rebelde y divertida, la alegría de las tres; Mirla, la más centrada, seria, fría, inteligente y ordenada; mientras Jeanine, la soñadora, la humilde y siempre positiva, la que une a todos, la que puede solucionar las cosas si se lo propone.




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