El Juego Maldito (Ñahui)

Las Conversaciones En La Colina

LAS CONVERSACIONES EN LA COLINA.

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Con la salida de Alé al grupo y su rotunda partida, queda la incertidumbre en el grupo. Es el guía, el que sabe y conoce mejor el bosque, el que llenó de cierta seguridad al grupo –más que el par de brujas–, ahora solo les queda Augusto, como su pilar de resistencia, al que pueden seguir. Pero aun, aun es complicado aguantar todo ese brote de desconfianza. Aquellas mujeres de más edad no traen para nada la confianza.

El grupo se encarga de revisar a los hermanos, en especial a Fernando, que parece muy traumado por lo sucedido. Su mirada se muestra pérdida, se tiembla en exceso y no avanza a contestar las preguntas con normalidad.

Mirla se encuentra aun con mucha agua dentro de sus pulmones, su garganta se ve lastimada al lanzar fuertes tosidas y carraspeos incesantes. Aun así, se encuentra mejor que su hermano.

—Mir —la llama Jeanine—, ¿estás segura de que puedes continuar?

—Sí, no te preocupes por mí. Yo estaré bien —responde segura.

La chica sacó energía de donde más pudo y ayuda a su hermano a ponerse de pie. El chico se ve un poco perdido y titubea demasiado en si seguir o no, pero nadie le presta mucha atención, el potente escepticismo que mostró lo hace ver fuerte y hace que los presentes se hagan de la idea de una fuerza inexistente en el chico. Siguieron su camino.

Suenan tan solo los pasos apresurados del conjunto, mientras el llamado de Adalgisa fue de continuar, ya que la noche llegaría y era necesario llegar al punto lo más pronto posible debido a que deseaba no deambular por el bosque en la noche, lo mejor es llegar a la cumbre de una pequeña colina lo más pronto posible y ahí, esperar para que sean las tres de la madrugada.

La colina ya no queda tan lejos. El grupo es liderado ahora por la bruja Adalgisa, seguida por su ayudante, más atrás Augusto, la pareja de novios, el padre y la hija, al final los hermanos. Quienes a cada instante se muestran intolerantes.

La colina se alcanza ver, es un bordo muy verde, pero de uno muy claro, alrededor de este, un cinturón de árboles de sauces que no se atreven a tocar la pequeña colina.

—¡Es ahí! ¡Ahí está nuestro destino! —chilla la vieja Adalgisa—. Creí que me perdería aquí dentro, pero logré llegar a la colina, justo ahí armaremos todo el ritual. Justo ahí.

—¿Por qué ahí, bruja?

—Justo ahí muchacha de nombre Jeanine, haremos el ritual. Justo en ese lugar elevado liberaremos a los demonios al ritual y los forzaremos a regresar, mientras los que las atormentan, en cambio, vagaran por siempre en este bosque, sin poder salir de aquí nunca.

La idea es un camino directo hacia el infierno seguro, están arriesgando todo por salvar sus vidas, la rutina dentro del bosque les han enseñado que el mundo verde es peligroso y absorbente. Sus movimientos los llevan a la colina, donde depositan todo su equipo.

—¿Cree que debemos preparar todo? —consulta Augusto, colocando su mochila en el suelo.

—Vamos a preparar todo lo que es necesario. Les daré unas pequeñas recomendaciones de todo lo que haremos —la bruja toma un sitio exacto para ser admirada, levanta sus brazos enseguida, con sacudidas y con voz potente—. Hoy hemos hecho un largo trayecto para llegar aquí, hemos abandonado nuestras comodidades, nuestras familias, nuestra seguridad, nuestra fragilidad. Pero todo por un beneficio, su beneficio, el retorno a sus vidas normales, señoritas —las apunta, con aquellas uñas amarillentas y largas—. Estamos a pocas horas de que su agonizante tormento acabe, para eso hemos dispuesto de un familiar fuerte y dispuesto a protegerlas, a salvarles la vida en caso de que lo requieran —cada familiar de las chicas se pone a su lado—. Justo aquí, abriremos el juego, pero cuando lo hagamos miles de cosas podrán pasar, cientos de seres que creímos irreales vendrán por nosotros. Cuando el juego esté abierto, cada una de ustedes, señoritas, podrán sobre la zona marcada sus objetos que preciados, justo en ese momento, cerraremos el juego...

—¿Luego de abrir el juego, soltamos nuestros tres objetos y cerraremos el juego? —pregunta Mirla, a lo que la bruja asiente con la cabeza, ella ante la respuesta queda más confundida—. No se supone que debemos jugar durante los treinta y tres minutos restantes.

—No vamos a jugar el juego una vez que lo abramos. Haremos todo lo posible para cerrar al juego lo más pronto posible, porque no nos dejarán cerrarlo.

Las caras confundidas de los presentes se notan.

—¿Quiénes no van a dejarnos? —pregunta el señor Manuel, muy inocente a decir verdad.

—Creí que estábamos siendo muy inteligentes, señores. Desde que empezamos el juego, nos dimos cuenta que los entes que han formado caos en la vida de estas chicas han estado siguiéndolas, miren ahí, cerca del lago se puede ver al ente de una mujer —todos miran hacia donde apunta la mujer—. Justo ahí hay uno, cuando abramos el juego, hará todo lo posible por dejarlo abierto, incluso podrá matarnos, solo porque el juego quede abierto para siempre.

—¿Qué se necesita para cerrarlo al juego?

—Así como usaron sangre para poder abrirlo, se necesita sangre suya que la pondrán sobre los tres objetos y en las tablillas, una vez que suceda eso, lanzaremos los tres objetos en un círculo que haremos con sal bendita, luego de eso, le pediremos permiso al juego para cerrarlo y en el momento que nos deje, lanzaremos un poco de fuego para cremar los objetos, así, sus almas quedaran sanadas.

Harold, que saca sus manos de los bolsillos, da un paso hacia adelante. Mostrando más positivismo que todos. En su cabeza la única razón que se forma es de poder tener la calma con la que antes estaban viviendo, en especial Jeanine, que está muy perturbada.

—Parece fácil...

—Vuelvo a repetirlo, no será para nada fácil porque no nos dejarán cerrarlo —voltea los ojos aquella bruja, enardecida de ira ante el comentario del bobalicón—. En treinta y tres minutos, debemos cerrar el juego con los tres objetos. De lo contrario, situaciones horrorosas vienen para todos.




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