El Juego Mortal

Capítulo VII: "Mariposa Negra". (Parte 3).

Seguimos al hijo de Perpetua a través de un largo y oscuro pasillo. Él chasqueó los dedos, creando una especie de antorcha luminosa con sus propias manos. Nicole pareció sorprendida, pero yo no: en Mariposa Negra, todos estaban relacionados con la magia.

Al cabo de pocos minutos, encontramos una puerta plateada. Entramos.

Se trataba de una sala híper tecnológica, decorada por robots, computadoras, e incluso, teléfonos móviles con la capacidad de volverse invisibles, entre otros aparatos.

Sobre una de las paredes, se estaba proyectando un video caratulado como: “Mariposa Negra”.

Era una ciudad futurística mezclada con magia ¿Cómo explicar su magnificencia? Los edificios resplandecían con el equilibrio justo entre la tecnología y los encantamientos. Los automóviles volaban. Las personas empleaban máquinas hasta para mover sus dedos más rápido…

—Aunque no lo creas, Mariposa Negra tiene menos magia que el resto de las aldeas, por eso teme una rebelión… y el Estado se ocupa de mantener sumisos a los pueblerinos: haciéndolos trabajar catorce horas diarias con su magia para que produzcan máquinas místicas para la ciudad…  En fin, sigamos avanzando.

Los seres humanos, mágicos o no, eran iguales en todas partes. Mi mamá podía compararse al gobierno de Mariposa negra y yo a una simple aldeana ¿No creen?

Mientras atravesábamos la sala en búsqueda de otra puerta, toqué un adorno con forma de trébol. Éste se convirtió —como si fuera un transformer—, en una especie de radio y comenzó a relatar:

—Abril Julio. Nacida el sábado dos de septiembre del año dos mil. Es hija única, su madre la abandonó cuando era niña, y fue criada por su padre y su tío Pedro. Es introvertida. sus compañeros desde pequeña la han llamado: “calendario”. Poseedora de una sola amiga, junto a ella ha conseguido enamorar a cientos de mascotas.

>>Su vida da un giro de ciento ochenta grados cuando es secuestrada fuera de la escuela y obligada a formar parte de un juego de prueba, para pagar las deudas de su madre…

De pronto, la radio se apagó, y volvió a transformarse en un trébol.

—¡No te calles! —agarré el artefacto y comencé a sacudirlo. Mi corazón latía con violencia—. ¡Quiero saber qué hizo mi mamá! ¡Quiero saber cómo salir de acá! —sollocé.

De pronto, sentí una mano en el hombro.

—Yo detuve al vocero. No deberías meterte con esta tecnología tramposa, pueden jugar con tu cerebro para que tomes las decisiones equivocadas —Franco me tomó delicadamente de la muñeca y me obligó a avanzar.

¿Era parte de una prueba? ¿Nadie había ganado este maldito juego aún? ¡Dios mío, las cosas estaban más complicadas de lo que pensaba!

—Lo que más me asusta, es que los sirvientes de Perpetua no anden por aquí. Siempre hay guardias por doquier —agregó el muchacho.

—Tengo un mal presentimiento —comentó Nicole.

Salimos de esa sala y pasamos por otra, y por otra. Mis ojos no podían dar crédito a tanta tecnología. Parpadeé varias veces cuando vi una caja que decía: “Crea tu propio sistema solar”, y tenía en la portada una representación del Big Bang. Sin mencionar los lásers, las tazas, las armas, y la cantidad de cosas increíbles que había observado. Hasta pulseras que les permitían volar.

Eso me daba la pauta de que Piedad era una contrincante mucho más peligrosa que todos los Mocasines juntos.

Continuamos durante media hora más buscando la salida. Mi cabeza todavía continuaba dando vueltas en el asunto de la prueba y de la deuda de mi madre. Sin embargo, no quería decir nada en voz alta: cuando menos supieran los “Cabineros” sobre mí, mejor…

—¡Esa es una salida de emergencia! —exclamó Franco, y se echó a correr.

Justo cuando creí que podríamos ser libres, Perpetua apareció delante de nosotros, y extendió sus brazos, liberando un humo negro tóxico que rápidamente invadió nuestros pulmones.

 

 

Otra vez, el joven Escalada debía actuar como héroe… a pesar de estar dentro de una enorme celda de hierro.

Pronto, vio cómo unos hombres con traje blanco ingresaban a la jaula, y sacaban unos aparatos tecnológicos, que contenían unos líquidos brillantes en su interior. Sin darle tiempo a pensar siquiera, fue atacado con una aguja.

Ariel quiso defenderse, pero no pudo hacerlo. Se vio obligado a permanecer quieto y amordazado. Lo habían paralizado con una jeringa electrónica.

En ese instante, abrieron la piel de Magalí con una navaja. Ella gritó. Le brotó sangre de la herida, pero la hemorragia se detuvo cuando los hombres le colocaron el líquido brillante en la misma.

Le vendaron el brazo, y la dejaron allí, sin más. Su piel comenzaba a llenarse de ampollas y a tornarse morada.

—Una vez terminado el proceso, su sangre mágica le dará más poder, Perpetua.

 

 

Maldita visión ¡Maldita!

Estábamos en una jaula gigante. Franco, Magalí, Nicole, Jacinto, Ariel y yo, nos hallábamos atrapados allí.




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