El Juego Mortal

Capítulo 3

El eco de la voz de Naomi seguía resonando en la mente de Aria mientras caminaban por los oscuros pasillos de Blackthorne. Cada paso que daban parecía más pesado que el anterior, como si la mansión misma estuviera absorbiendo sus fuerzas, haciéndolas más lentas, más vulnerables. El aire estaba impregnado con un olor a moho, como si las paredes, en su antigüedad, tuvieran secretos enterrados que nunca debieron salir a la luz.

Elijah caminaba junto a ella, su figura erguida y con una calma perturbadora que solo intensificaba la inquietud de Aria. Cada uno de sus pasos parecía resonar en las paredes, y aunque su rostro mostraba una tranquilidad inquietante, Aria podía sentir el peligro a su alrededor. La daga que había visto en la caja seguía en su mente, su hoja plateada como un reflejo de la frialdad que dominaba este lugar.

—¿Por qué lo haces? —preguntó Aria sin poder callar la curiosidad que le quemaba. Aunque sabía que las palabras que surgieran de su boca podrían ser peligrosas, no podía evitarlo. El comportamiento de Elijah era extraño, su implicación en todo esto demasiado obvia como para no cuestionarlo.

Elijah giró ligeramente la cabeza, sus ojos brillando con una intensidad inhumana a la luz débil de las antorchas que adornaban las paredes.

—Porque el juego siempre tiene un ganador —respondió con una sonrisa enigmática. —Y alguien tiene que ser el primero en ganar. Si no juegas, te conviertes en una pieza más que es sacrificada sin dejar rastro.

Aria frunció el ceño, la incomodidad que sentía se intensificaba. Cada palabra de Elijah parecía cargar con un peso más allá de lo que las reglas del juego dictaban. Había algo más en sus ojos, algo que la hacía cuestionar si él sabía mucho más de lo que decía, y si tal vez, su destino ya estaba sellado.

Mientras continuaban caminando, llegaron a un gran salón adornado con columnas de piedra y cortinas pesadas de terciopelo rojo. Allí, se encontraron con un grupo de estudiantes reunidos en círculos, conversando en susurros, observando a su alrededor con desconfianza. Cuando Aria y Elijah entraron, los murmullos cesaron abruptamente, y todos los ojos se posaron en ellos, como si su llegada hubiera marcado el inicio de algo aún más oscuro.

Uno de los estudiantes, un joven con ojos grises y cabello oscuro, dio un paso al frente. Su rostro estaba marcado por la tensión y el miedo, pero su postura era desafiante, como si se hubiera convencido a sí mismo de que estaba por encima de lo que estaba sucediendo.

—Elijah, ¿qué has hecho? —preguntó, su voz cargada de acusación.

Elijah lo observó por un largo momento, su sonrisa desapareciendo lentamente hasta convertirse en una expresión sombría.

—Nada que no esté en las reglas —respondió con calma. —Es el destino de cada uno aquí. Si no lo aceptan, simplemente se desvanecen, como las sombras en la oscuridad.

La atmósfera se volvió aún más pesada. Aria podía sentir cómo el aire se volvía más denso, como si la mansión misma estuviera absorbiendo las palabras que acababan de decir. La sensación de claustrofobia que había experimentado antes regresó, y con ella, la certeza de que algo mucho más grande que un simple juego se estaba desatando.

De repente, la puerta que conducía al pasillo principal se cerró con un estrépito, y las luces del salón parpadearon antes de apagarse por completo. En la oscuridad total, los susurros volvieron a llenar el aire, pero esta vez, no eran solo voces humanas. Aria sintió una presión creciente en su pecho, como si algo invisible la estuviera acechando desde las sombras.

—Nos está observando —susurró Naomi, su voz temblorosa. Apareció junto a Aria, con los ojos brillando con el miedo de quien ya ha visto el rostro de lo imposible. —Es él, ¿verdad? El ser que acecha en las sombras. Es la única explicación.

Un frío helado recorrió la espalda de Aria. No solo se trataba de un juego entre estudiantes; había algo más, algo que iba más allá de sus mentes jóvenes, algo que no pertenecía a este mundo.

—No podemos quedarnos aquí —dijo un chico desde la oscuridad, su voz temblorosa. —Si seguimos en este salón, vamos a desaparecer uno a uno, como lo hicieron los demás.

Pero antes de que alguien pudiera reaccionar, una figura apareció en la entrada del salón. Su silueta estaba envuelta en sombras, casi tan intangible como el mismo aire. Era alta, sin rostro, como si el vacío mismo se hubiera materializado ante ellos.

El miedo se apoderó de todos al instante. Nadie se atrevió a mover un músculo, pero todos sabían lo mismo: lo que estaba ante ellos no era humano. Y lo peor, lo más aterrador, era que probablemente nunca lo había sido.

—No pueden huir —dijo una voz profunda y gutural, que parecía venir de todas partes al mismo tiempo. —El juego está en marcha. Y ya no hay vuelta atrás.

Aria sintió su corazón latir con fuerza en su pecho. Sabía que, en ese momento, todo había cambiado. El juego ya no era solo una competencia de astucia y estrategias; era una batalla por sus vidas.

Elijah se adelantó, su figura tan fría y calculadora como siempre.

—Esto es solo el comienzo —murmuró con una sonrisa amarga, observando a la criatura sin rostro. —Bienvenidos a la verdadera Academia Blackthorne.




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