El Juego Mortal

Capítulo 5

La neblina se levantó lentamente, arrastrándose por los bordes de la sala como si la oscuridad misma estuviera haciendo espacio para algo más. Aria no podía quitarse la sensación de que cada segundo que pasaba la estaba hundiendo más en este laberinto sin salida. La mansión, ese ente vivo que parecía respirar a su alrededor, vibraba con una energía inquietante. Era como si los pasillos mismos supieran lo que estaba sucediendo, observando, esperando. Y lo peor de todo: ellos, los estudiantes, eran las piezas.

Elijah se adelantó, dando pasos firmes, su figura recortada contra la penumbra. Su sonrisa, siempre tan cautivadora, ahora estaba teñida de una sombría certeza, como si todo lo que estaba ocurriendo fuera parte de un guion que ya conocía demasiado bien. Aria lo miró, sintiendo una mezcla de repulsión y fascinación.

—Lo que nos dijo esa cosa… —musitó Naomi, temblando a su lado—. ¿De verdad cree que tenemos alguna posibilidad?

Elijah no respondió de inmediato. En lugar de eso, dio un paso hacia el centro de la sala y se detuvo frente a una antigua mesa de mármol que parecía haber estado ahí desde los tiempos de los primeros fundadores de Blackthorne. En la superficie, grabados y símbolos antiguos parecían moverse, como si una fuerza oscura estuviera tratando de liberar algo en su interior.

—La única oportunidad de sobrevivir es comprender las reglas —dijo Elijah, su voz grave y calculada. No había pánico en ella, solo una determinación fría que helaba la sangre. Aria sabía que algo dentro de él se había transformado, tal vez hacía mucho tiempo, y ahora ese cambio estaba en su rostro, en sus palabras.

Un silencio pesado invadió la sala. Nadie se atrevió a moverse, pero todos lo observaban, esperando alguna señal, una palabra, cualquier cosa que los guiara en medio de esa pesadilla. Aria sentía que la respuesta estaba a la vista, pero no podía alcanzarla. La pregunta que rondaba en su mente era simple: ¿cuán lejos estaría dispuesta a llegar para sobrevivir?

—El juego no es solo una competencia —continuó Elijah, su mirada fija en la mesa—. Es una prueba de resistencia, no solo física, sino psicológica. La oscuridad que vemos… no es solo un enemigo. Es una parte de nosotros, de nuestra propia naturaleza humana. Los que sucumban a ella, desaparecerán.

Naomi se estremeció al escuchar esas palabras. La tensión era palpable, como si el aire en la habitación se hubiera vuelto más denso, más difícil de respirar.

—¿Y qué pasa con nosotros? —preguntó un estudiante, un chico de cabello castaño claro que había estado observando en silencio. Su rostro estaba pálido, y su voz temblaba, pero había algo en sus ojos que reflejaba la misma desesperación que Aria sentía en su interior.

Elijah giró lentamente, su expresión grave, como si estuviera pesando cada palabra.

—Ustedes tienen que tomar una decisión. La oscuridad no se puede enfrentar con miedo. Hay que abrazarla, aceptarla. Aceptar que todos aquí tienen un precio. El juego exige sacrificios. Si no los hacemos, caeremos uno a uno.

Aria frunció el ceño, no podía comprender completamente lo que Elijah estaba diciendo. Había algo en sus palabras que la inquietaba profundamente. Sacrificios… ¿sacrificar qué? ¿A quién?

—Pero, ¿quién decide qué es lo que se sacrifica? —dijo Naomi, alzando la voz. Su rostro estaba empapado en sudor frío. La tensión de la situación comenzaba a consumirla.

—El juego lo decide —respondió Elijah, con una calma inquietante—. Y si no te adaptas, serás otra víctima más de este lugar. Como todos los demás antes que nosotros.

Un estremecimiento recorrió la sala. Los murmullos aumentaron, algunos estudiantes retrocedieron, otros se acercaron más a las sombras. La puerta que había sido cerrada antes se abrió de golpe, y la figura sin rostro apareció nuevamente en el umbral. Su presencia era aún más imponente ahora. La neblina se arremolinaba alrededor de ella, y sus ojos vacíos parecían perforar cada uno de los presentes, como si los estuviera observando más allá de la superficie, más allá de lo físico.

—El tiempo se agota —dijo la sombra, su voz era ahora más profunda, resonando en las paredes como un eco—. El juego debe continuar. El sacrificio debe ser hecho.

La sala se sumió en un silencio absoluto. Aria podía sentir que algo estaba a punto de suceder, algo que cambiaría todo. No era solo el miedo lo que la paralizaba, sino la sensación de que todo lo que había aprendido hasta ahora sobre este lugar, sobre Elijah y los demás, estaba a punto de desmoronarse.

La sombra avanzó un paso, y una de las columnas del salón comenzó a crujir, como si estuviera cediendo bajo una presión invisible. Las luces parpadearon, y una nueva niebla emergió de la mesa de mármol, envolviendo a los presentes. La atmósfera se volvió aún más opresiva, y Aria sintió como si cada respiración la estuviera consumiendo.

—Elija uno —dijo la sombra, señalando a los estudiantes que se encontraban alrededor. La tensión era insoportable. Cada uno de ellos sabía que esa elección significaba algo más que solo una estrategia para ganar. Era una decisión de vida o muerte.

Elijah miró a Aria, y por un momento, sus ojos se encontraron. Era como si el tiempo se detuviera entre ellos, y en esa mirada, Aria vio algo que la hizo temblar: la aceptación. Elijah ya había tomado su decisión. Sabía lo que tenía que hacer para sobrevivir, y no iba a dudar.

Aria comprendió, tal vez demasiado tarde, que el juego había comenzado de verdad, y que no importaba cuánto intentara resistirse. Ya no había vuelta atrás.

La sombra levantó la mano, señalando a uno de los estudiantes más cercanos.

—Tú serás el primero —dijo la figura sin rostro, y el salón se llenó de un estrépito ensordecedor. La oscuridad se tragó al joven que había sido señalado, y Aria no pudo evitar gritar al ver cómo desaparecía, borrado de la realidad como si nunca hubiera existido.

El silencio volvió, pero esta vez era diferente. Ahora sabían lo que sucedería si no aceptaban las reglas del juego. Aria miró a su alrededor, su corazón latía con fuerza en su pecho. La partida estaba en marcha, y no había forma de escapar.




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