El Juego Mortal

Capítulo 7

La figura enmascarada se desvaneció en la neblina con la misma rapidez con la que había aparecido, pero su voz resonó en las paredes, como un eco interminable que retumbaba en la mente de todos los presentes. Aria, aún parada en el mismo lugar, sintió una extraña presión en el pecho, como si el aire estuviera intentando escapar de sus pulmones, pero no pudo apartar la mirada de Elijah, quien se mantenía de pie, inmóvil, pero con una intensidad palpable.

La sala se oscureció aún más, y las sombras parecían alargarse, formando figuras que, por un momento, parecieron moverse por voluntad propia. Los murmullos entre los estudiantes se apagaron por completo. Había un silencio absoluto, una quietud que solo aumentaba la tensión. Nadie se atrevió a hablar, nadie se atrevió a moverse. Todos esperaban, en lo más profundo de sus corazones, una respuesta. Pero la respuesta nunca llegó de la forma que esperaban.

La carta que Elijah había sostenido antes de que todo comenzara a disolverse en polvo dorado flotó de nuevo en el aire, esta vez suspendida por encima de la mesa de mármol, como si estuviera guiada por una fuerza invisible. La palabra "Eclipse" brillaba en letras doradas, ahora oscurecidas por un resplandor sombrío, como si la carta misma fuera la clave para entender lo que estaba por suceder.

—Este no es un juego de reglas —dijo Elijah finalmente, su voz profunda y calma, como siempre, pero cargada con un peso que parecía provenir de un abismo insondable. —Este es un juego de revelación.

Aria frunció el ceño. No entendía a qué se refería. Cada palabra de Elijah parecía armarse en su mente como un rompecabezas incompleto, una pieza que se negaba a encajar. Mientras tanto, los estudiantes seguían mirando, aguardando algo, sin saber exactamente qué.

—En este juego —continuó Elijah—, la verdad es tu enemigo. La supervivencia... no depende de lo que sabes, sino de lo que eres capaz de ocultar. De lo que eres capaz de abandonar.

Las palabras se deslizaban lentamente por el aire, como si fueran flechas lanzadas con precisión para penetrar las mentes de los presentes. Aria las absorbió, pero había algo extraño en ellas, algo que la hacía sentir una mezcla de desconcierto y miedo.

Un destello repentino de luz iluminó el salón, y la figura enmascarada apareció una vez más, flotando frente a ellos, como si hubiera surgido de la oscuridad misma. Esta vez, su rostro, oculto tras la máscara de hierro, parecía brillar con una intensidad inquietante, una luz que reflejaba en los ojos de los estudiantes una emoción que no sabían si era terror o fascinación.

—El juego ha comenzado, pero no es como creen —dijo la figura enmascarada, su voz resonando a través del salón, como si no viniera de un solo lugar, sino de todas partes al mismo tiempo. —Lo que ahora enfrentan no son simples desafíos. Aquí, la realidad es lo que menos importa. El juego no es solo un reflejo de lo que está afuera, sino de lo que habita dentro de ustedes.

El aire parecía volverse más espeso, y Aria comenzó a sentir una presión creciente, como si el espacio que la rodeaba estuviera contrayéndose. Los estudiantes se veían unos a otros con rostros desconcertados, pero la figura enmascarada no dio oportunidad a preguntas. Con un gesto de su mano, un sonido sordo recorrió la sala, como si un mecanismo oculto hubiera sido activado.

De repente, las paredes del salón desaparecieron, y Aria se vio de pie en una nueva escena. El paisaje que se desplegaba ante sus ojos no era el de la mansión Blackthorne, ni nada que hubiera visto antes. Estaban ahora en un bosque sombrío, rodeados por árboles altos cuyas ramas se enredaban y bloqueaban cualquier atisbo de luz del sol. El aire estaba cargado de una humedad pegajosa, y la niebla se cernía sobre el suelo, tapando los caminos y creando figuras fantasmales entre las sombras.

—Bienvenidos al Bosque de la Revelación —anunció la figura enmascarada, su voz ahora más profunda, reverberando en el aire. —Aquí es donde el juego se transforma en una verdad única para cada uno de ustedes.

Aria dio un paso atrás, su respiración se volvió irregular mientras su mente trataba de entender lo que sucedía. Todos los demás se veían igualmente confundidos, pero no podían evitar sentir que había algo más grande en juego. Algo que los trascendía.

—Aquí, las reglas no son simples. No se trata de elegir, de tomar decisiones obvias, de luchar contra lo que ya conocemos. Aquí deben enfrentarse a lo que temen. A lo que han enterrado en lo más profundo de sus corazones. Sólo al enfrentar esas sombras podrán avanzar.

El sonido de pasos en la niebla comenzó a resonar en sus oídos, y Aria sintió cómo la oscuridad la envolvía lentamente. Un grito lejano se dejó escuchar, y por un momento, el bosque pareció cobrar vida propia. Los árboles susurraban entre sí, y el aire se llenaba de una energía extraña, como si el mismo espacio estuviera cargado de secretos que no deseaban ser revelados.

—No es cuestión de supervivencia, sino de sacrificio —dijo Elijah, sus ojos oscuros como la misma oscuridad que los rodeaba. —Este bosque no los dejará avanzar sin que paguen el precio. Cada paso que den, cada movimiento, costará algo. ¿Están dispuestos a pagar ese precio?

Las palabras de Elijah calaron hondo en Aria. La oscuridad, ese concepto abstracto de lo desconocido, ahora parecía tangible, como si la neblina misma estuviera alimentada por sus propios miedos. Y en ese instante, algo dentro de ella se despertó.

La figura enmascarada levantó una mano, y los árboles comenzaron a moverse. De repente, ante los ojos de los estudiantes, las sombras se disolvieron, revelando una serie de puertas flotantes, cada una de ellas cubierta por símbolos extraños, desconocidos. Cada puerta parecía conducir a una dimensión diferente, un fragmento de lo desconocido.

—Elijan sabiamente —dijo la figura, antes de desaparecer en las sombras. —El viaje hacia la verdad comienza aquí. Sólo aquellos que sean capaces de enfrentar lo que se oculta en su interior podrán encontrar la salida.




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