El eco de las palabras de la figura enmascarada parecía seguir resonando en el aire, como si estuvieran atrapados en un bucle interminable de incertidumbre y miedo. Aria observó la puerta frente a ella, su corazón latiendo con fuerza dentro de su pecho. Sabía que, tras cruzarla, no habría vuelta atrás. Sin embargo, una mano fuerte y cálida se posó en su muñeca antes de que pudiera moverse.
—No entres sola —susurró Elijah, su voz apenas un murmullo en la penumbra.
Aria levantó la mirada y se encontró con sus ojos oscuros, intensos como la misma sombra que los envolvía. Había una preocupación genuina en su expresión, un gesto que rara vez había visto en él. Durante todo el juego, Elijah había sido un enigma, un jugador que parecía conocer las reglas mejor que nadie, pero en ese momento, su frialdad habitual se había disipado.
—No hay garantías de que podamos salir —dijo Aria en voz baja—. Si esta es mi prueba, debo afrontarla.
—Entonces iremos juntos —afirmó Elijah sin soltar su agarre.
La determinación en su voz hizo que algo dentro de ella se agitara. No sabía si era miedo o una sensación aún más peligrosa: la vulnerabilidad de confiar en alguien dentro de ese juego macabro.
Con un leve asentimiento, ambos cruzaron la puerta al mismo tiempo. Una corriente de aire frío los envolvió al instante, como si hubieran caído en un vacío. La oscuridad los tragó por completo antes de que un parpadeo de luz los lanzara a un nuevo escenario.
Era un salón enorme, cubierto de espejos que reflejaban sus figuras desde todos los ángulos. El silencio era sofocante, roto solo por el eco de sus propios pasos. Aria miró su reflejo, pero algo no estaba bien. Su imagen en el espejo no se movía al mismo ritmo que ella.
—Este lugar… no es real —susurró Elijah, avanzando con cautela.
—Nada aquí lo es.
Un movimiento fugaz en el reflejo hizo que Aria se tensara. Su reflejo sonrió de una manera que ella nunca había hecho. Era una sonrisa torcida, maliciosa, como si algo más estuviera atrapado dentro de esos cristales.
—Bienvenida, Aria —la voz de su reflejo resonó en toda la sala, provocando que su piel se erizara.
—¿Quién eres? —preguntó con un nudo en la garganta.
—Soy tú. La parte de ti que has ignorado, la que temes aceptar.
El reflejo de Elijah también se separó del espejo, observándolo con una expresión fría y cruel. Aria sintió la tensión en el aire volverse insoportable.
—Esto es parte del juego —murmuró Elijah, clavando su mirada en su reflejo. —Nos enfrentamos a nosotros mismos.
Aria sintió el peso de esas palabras en lo más profundo de su ser. Su reflejo la observaba con una mirada burlona, como si supiera todos sus miedos y secretos.
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Editado: 20.02.2025