Capítulo 4: Sombras en la Ciudad de Luz.
La ciudad inferior de los ángeles, Elyndria, se extendía ante ella como una visión sacada de otro mundo, muy distante a lo que hasta ahora había conocido de Titán.
Bajo la luz pálida de las Lunas Gemelas, las torres de cristal reflejaban un resplandor dorado, y las enormes cúpulas flotantes parecía sostener el cielo mismo. Calles impecables serpenteaban entre edificios de mármol y puentes colgantes cubiertos de hilos de luz celestial, los cuales a su vez conducían a los demás niveles de la ciudad.
Era todo muy colorido, un aroma dulce rodeaba la zona, los vibrantes colores eran acompañados por vegetación que parecían envolver obedientemente los edificios, sin salir ni invadir el espacio que le correspondía.
Lyara había pasado semanas preparándose para este momento; aunque nunca había llegado a imaginar que aquel lugar fuera así, estaba preparada para lo que llegara a pasar; cualquier paso en falso podría significar su muerte. Se ajustó la capa plateada que había robado de un comerciante celestial en las afueras de la ciudad; ocultaba su piel oscura bajo la capucha, y las runas de ilusión en su brazalete ayudaban a suavizar sus facciones, dándole la apariencia de una elfa lunar, una raza con la que los ángeles aún mantenían relaciones diplomáticas.
Respiró hondo y avanzó por el gran portal que existía como entrada para los miembros de otras razas y, gracias a las runas, había pasado sin generar sospechas. Su misión era clara: descubrir la debilidad de los ángeles y cualquier cosa que les diera ventaja ante la futura guerra.
No importaba que la nieve en las calles de Elyndria brillaran como estrellas caídas.
No importaba que la música celestial flotara en el aire como un hechizo.
Lyara no podía permitirse dudar.
La guerra era un secreto a voces y sabía que los ángeles se estaban preparando para atacar sus puntos débiles y ellos debían adelantarse a esos planes.
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Kael la vio mucho antes de que ella lo notara. Desde su posición sobre una de las torres laterales del Templo de la Luz, la observó moverse con cautela y elegancia entre la multitud.
No había duda.
Era ella.
Incluso con la ilusión de las runas y la capa, su presencia era inconfundible. Tampoco era como que estuviera pasando desapercibida, la forma en que sus hombros se mantenían tensos, en la precisión con la que sus ojos analizaban cada rincón de la ciudad; estaba claro que estaba ansiosa e incómoda y eso había llamado la atención de algunos patrulleros celestiales.
Ella no pertenecía a ese mundo.
Y Kael tampoco.
Desde el enfrentamiento en las Montañas Heladas, él no había dejado de preguntarse qué significaba su encuentro con la elfa oscura. Porque el eco de la profecía aún ardía en su mente.
Necesitaba respuestas.
Se movió entre las cornisas, usando su entrenamiento para evitar ser detectado; aunque contaba con el sello de protección de Brouk, no se podía confiar. Los patrulleros celestiales vigilaban la ciudad con disciplina, pero Kael conocía los puntos ciegos.
Y ahora, su única misión era averiguar por qué ella estaba aquí.
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Lyara llegó a la Plaza de la Ascensión, el corazón de Elyndria.
En el centro de la plaza flotaba el Cristal Celestial, una inmensa piedra de luz pura, suspendida en el aire por fuerzas invisibles.
Se decía que era la fuente de poder de los ángeles. Sus sacerdotes decían que el cristal les otorgaba longevidad, fuerza y una conexión directa con la Gran Luz. Sin él, su dominio se debilitaría.
“El cristal celestial fue otorgado directamente por los Dioses, concediendo que los ángeles eran los únicos capaces de llevar la luz al resto de las especies. Ángel y Dios eran una única fuerza, con el deber de salvar a quienes estén bajo el poder de la Oscuridad.
Dios es amor, pero el amor no termina las guerras. Los ángeles sí. ”
Era posible leer en un pequeño pergamino que rodeaba la zona del Cristal; Lyara entrecerró los ojos.
¿Era esta la debilidad que su pueblo buscaba?
Si los elfos oscuros lograban destruir el cristal, el reinado de los ángeles llegaría a su fin.
Pero, ¿Y si en verdad no era un cristal?
¿Y si era una trampa?
Parecía todo muy sencillo y eso le ponía nerviosa, pero tuvo mucho tiempo para planear su próximo movimiento. Sintió una presencia detrás de ella antes de que pudiera verla.
Una vibración en el aire. Un roce de energía conocida.
Se giró justo cuando Kael emergió de las sombras, vestido con una ropa formal y una capa de comerciante celestial. Fue rápido, sus cuerpos uno frente al otro en unos pocos segundos, totalmente atrapada.
Sus miradas se encontraron.
Por primera vez Lyara fue capaz de verlo adecuadamente: alto, de cabello castaño, ojos afilados ojos color dorado, su rostro era de pómulos marcados y barbilla cuadrada, espalda ancha y brazos fuertes. Esa era la imagen que todos veían cuando Kael, el ángel de la muerte, los alcanzaba.
La tensión entre ellos era casi palpable.
Kael la observó en silencio, sin desenfundar su espada. No era necesario, sabía que ella no atacaría aquí, rodeada de ángeles.
Aun así, Lyara no se dejó intimar; era una chica lista y debía saber ocupar bien sus cartas si deseaba salir de ahí con vida.
—No esperaba verte aquí, ángel. —Su voz fue baja, apenas un susurro.
—Tampoco yo esperaba verte a ti. —Kael inclinó la cabeza con cautela— Es más no debería estar aquí —Luego sonrió levemente, una sonrisa casi divertida— ¿Por qué estás aquí, elfa oscura?
Lyara no respondió de inmediato.
No podía confiar en él.
Pero tampoco podía ignorar el hecho de que él no la había delatado aún.
¿Por qué?
Kael dio un paso más cerca.
—Lo que sea que estés planeando, no funcionará; tampoco tu forma de actuar está ayudando.
Ella apretó los labios.