El juramento de las lunas gemelas

Capítulo 7

Capítulo 7: El eco del primer círculo.

El silencio era tan profundo que podía sentirse en los huesos. En la sala de comunión, Brouke preparaba el círculo antiguo con la delicadeza de un alquimista que mezcla venenos y promesas al mismo tiempo. La piedra central —una reliquia druídica ancestral— flotaba en el centro, sostenida por hilos de energía que danzaban al ritmo de los latidos del mundo.

Kael y Lyara observaban en silencio. La sala subterránea, bajo las ruinas de un antiguo templo olvidado por los ángeles, había sido construida mucho antes de la Gran Separación. Allí, las energías de las especies aún se entretejían con naturalidad, como si el odio y el prejuicio jamás hubieran existido.

—¿Estás seguro de que funcionará? —Preguntó Kael, cruzado de brazos.

—No —Respondió Brouke con tranquilidad, sin apartar la vista de los glifos que dibujaba— Pero este es el único método que nos permitirá contactar con Elrhen, el Archidruida. Los demás se esconden, pero él… él siempre escucha cuando la tierra habla.

Lyara se acercó al borde del círculo. Su presencia alteró el equilibrio levemente, como si la oscuridad de su linaje fuera reconocida por las raíces mismas del lugar.

—¿Y por qué no se han manifestado antes? Si los druidas sabían tanto, ¿Por qué permitieron la división?

—Tal vez porque la permitieron —Dijo Brouke con tono críptico— O tal vez porque la temían.

El círculo vibró. La piedra flotante comenzó a girar lentamente sobre sí misma, emitiendo un zumbido que creció hasta convertirse en un murmullo de voces superpuestas. Como si cientos de lenguas hablaran a la vez desde tiempos y lugares diferentes.

Y entonces, una figura emergió entre la bruma mágica.

Elrhen.

La imagen era imponente: un hombre de edad indefinida, con el cabello largo cubierto de musgo vivo, y los ojos de un verde tan profundo que parecían pozos de sabiduría y tormenta. No tenía cuerpo físico, pero su presencia llenaba la sala como si la misma naturaleza se hubiera hecho carne, mostrando no solo la imagen, sino el poder que contenía por los años.

—Brouke, hijo del vínculo roto. —Su voz sonó como un susurro de hojas y truenos— Has llamado desde un sitio de confluencia olvidado. Solo en la urgencia se recuerdan los lugares sagrados.

—La urgencia es real, maestro Elrhen —Respondió Brouke con respeto, uno que Kael nunca esperó que tuviera por ninguna raza— El equilibrio ha comenzado a resquebrajarse. El Cristal Celestial se desestabiliza. Los portales están sellados. Y las Lunas Gemelas se alinearán en dos noches.

Elrhen guardó silencio por un instante eterno. Luego giró su mirada hacia Kael y Lyara.

—Oscuridad y luz, juntos en la sombra. Uno solo. El ciclo vuelve a comenzar.

Kael dio un paso adelante.

—Necesitamos entender lo que ocurrió en el pasado. Lo que llevó a la separación. Todo lo que ocultan los registros celestiales. Si vamos a romper el ciclo, tenemos que saber contra qué luchamos.

Elrhen asintió lentamente.

—Entonces escuchen. Porque el relato no está en los libros ni en las canciones. Está en la savia de los árboles que sobrevivieron, en los cristales rotos y los huesos enterrados. Lo que ocurrió… fue decisión de todos.

—Hace más de mil ciclos. —Comenzó Elrhen— Antes de que las razas se organizaran en naciones, antes de que existieran templos o murallas, inclusive los Reinos, las siete especies vivían unidas en un único pacto ancestral: el Círculo Primigenio.

—¿Un gobierno conjunto? —Interrumpió Lyara.

—No. Un lazo natural. Deben entender que desde los inicios cada especie aportaba una energía única al flujo vital de Titán: los elfos oscuros, la sabiduría de la noche; las sirenas, el susurro de las mareas; los magos, el tejido del tiempo; los ángeles, la luz pura de los cielos; los demonios, la fuerza de la destrucción que permitía renacer; y los druidas, nosotros, éramos el equilibrio que aportaba un puente entre todos, no somos una fuerza somos un resultado. —El druida pareció ver hacia la nada, a un recuerdo que solo él y la tierra entenderian— Siempre hemos sido un todo.

—¿Y qué pasó? —Preguntó Kael.

—Pasó el orgullo. El cual se cubrió bajo el deseo de pureza.

La imagen del Archidruida se ensombreció.

—Los ángeles fueron los primeros en querer preservar su magia, al menos fueron los primeros que hicieron algo para conseguirlo. Temían que el contacto con otras energías diluyera su esencia divina, su poder y su lazo con la energía de la luz. Argumentaron que necesitaban elevar su vibración, alejarse del plano común. Y poco a poco, construyeron Elyndria sobre los huesos del pacto.

Brouke apretó los puños.

—Eso no es lo que dicen nuestros registros. —Kael defendió por instinto.

—Por supuesto que no. —El druida sonrió con comprensión— Quemaron los textos, destruyeron los altares compartidos. Y no lo hicieron solos. Hubo alianzas oscuras, traiciones. Los demonios buscaron aprovechar la ruptura. Y entonces, comenzó el Gran Cisma.

Elrhen extendió las manos y el espacio alrededor del círculo se transformó. Un teatro de luz y sonido rodeó a los presentes. Vieron ciudades flotantes caer del cielo, océanos que retrocedían, árboles de kilómetros de altura incendiarse.

Una guerra de dioses sin nombre.

—Para detener el fin del plano —Continuó el druida— Las especies sellaron sus portales, aislándose unas de otras. Se convencieron de que el aislamiento era protección. Pero fue una herida profunda… que nunca cerró.

Todos vieron el caos, como la tierra se separaba y las especies comenzaban a generar barreras tanto físicas como mentales.

—Y ahora —Dijo Elrhen, con la voz más baja— El ciclo regresa. Las Lunas Gemelas se alinean cada mil ciclos, activando el eco de la profecía original. Una oportunidad para sanar… o para destruir.

—¿Qué es exactamente la profecía? —Preguntó Lyara, avanzando un paso.

Elrhen la observó con intensidad.




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