El juramento de las lunas gemelas

Capítulo 8

Capítulo 8: Bajo las raíces del mundo

El amanecer sobre Titán llegó como una herida de luz entre las copas de los árboles eternos. Kael, Lyara y Brouke habían cruzado mediante un portal las tierras hasta el linde del bosque prohibido: el Valle de las Raíces Invertidas. Tenían solo dos días para hallar respuestas y regresar cuando las lunas se alinearan correctamente.

No había margen para el error.

—No puedo creer que estemos haciendo esto sin apoyo. —Murmuró Brouke, mientras consultaba su mapa encantado, que latía como un corazón en su mano.— No me malinterpreten, prefiero trabajar solo, pero si la vida de alguien estará en peligro, siempre me aseguro que no sea la mía.

—No hay tiempo para esperar al Consejo o buscar a tus mercenarios de confianza. —Respondío Kael, firme.— Si el Árbol del Eco contiene lo que sospechamos, puede cambiarlo todo. Y salvarnos.

Lyara no hablaba.

Su concentración estaba en los alrededores; por su enseñanza sabía que debía escuchar a su alrededor, sobre todo mientras más lejos estuviera de su Reino. El bosque era denso, antiguo, pero también vibraba con una magia tan viva que le recorría la piel como electricidad. Algo se despertaba bajo sus pies.

Era como si el bosque reconociera e hiciera fluir su magia en una armonía.

Un zumbido agudo silbó en el aire, rompiendo el silencio del bosque, posándose en el suelo una pequeña flecha en medio de los tres viajeros, seguido de una risita fastidiada en un tono muy agudo.

—¡Oh no! ¡Tres intrusos con prisa! Esto me encanta. —El tono mostraba entre emoción y fastidio, pero eran incapaces de ver de dónde venía.

Entonces, una figura diminuta surcó el aire y se plantó ante ellos: un hada de cabello violeta alborotado sujeto por unas enormes gafas, alas relucientes y una sonrisa peligrosa; vestía una ropa peculiar de gabardina larga y llena de cinturones donde colgaban diminutos frascos; en una de sus manos portaba un pequeño arco y en su costado colgaba un carcaj.

—Soy Nim y este bosque me pertenece más que a los druidas. —Anunció con orgullo.

Brouke parpadeo.

—Quisiera ver que lo dijeras en sus caras. —Se mofó el adolescente con una sonrisa arrogante, haciendo que el hada se sonrojara completamente.

—Necesitamos pasar. —Informó Lyara— Buscamos el Árbol del Eco.

—¡Claro que lo hacen! Todos lo buscan, nadie lo encuentra. —El pequeño ser bolo con una sonrisa burlona analizando a los tres viajeros— Excepto yo, claro esta. —Continuó parándose sobre una rama frente a ellos con sus manos sobre sus caderas— Pero, de llevarlos, no podría ser a cambio de nada; tengo mis propios asuntos. Sí me entienden.

—No tenemos tiempo para tratos —Gruñó Lyara.

—La verdad es que no tenemos tiempo. —Admitió Brouke, ahogando un suspiro antes de mirar al pequeño ser.— ¿Qué quieres?

—Oh, eso lo hace más divertido. ¿Quieren mi ayuda?

—No nos queda otra. —Gruñó Kael

—Tengo mis propios asuntos con el bosque; cuando llegue el momento, quiero que lo hagan. —La chica se cruzó de brazos con una sonrisa burlona— ¿Cómo cuatro seres tan poderoso no podrían con un pequeño encargo?

—¿Cuatro? —Brouke alzó una ceja.

Nim alzó un dedo sobre su cabeza y ahí se encontraba un demonio reposando en una de sus ramas; sus alas se encontraban plegadas, pero su piel pálida casi gris, sus ojos dorados con verde y su mandoble grabado no dejaban duda.

—Tardaron demasiado. —Se burló el demonio bajando de un salto, un movimiento rápido, pero silencioso— Has perdido tu toque, Kael.

Kael se tensó.

—Khorvak.

—¿Amigo o enemigo? —Preguntó Lyara.

—Es un mercenario de la línea de los demonios —Señaló Brouke haciendo una mueca en su cara— Es… complicado.

—Depende del día —Dijo Khorvak encogiéndose de hombros, quitándole importancia al asunto— Han ocurrido cosas raras. Todos están esperando lo peor; estamos a puertas de una guerra tan grande como la primera y ustedes saben cuánto disfruto del caos. Pero hoy, estoy aburrido y, si vamos al Árbol, quiero estar ahí cuando despierten sus secretos.

—¿Cómo sabes eso? —Preguntó Lyara.

—Ustedes son compañeros de las sombras. —Señaló Khorvak acercándose a la elfa, alzando su rostro con un solo dedo— Nosotros somos amantes de los secretos, de lo prohibido y del caos.

Kael lo miró con dureza.

Claro que conocía y tenía un pasado con Khorvak; había sido la razón por la que fue exiliado, o al menos, les había dado la excusa perfecta. Y el demonio parecía a gusto recordándoselo.

—Te unes. —Anunció con un tono duro el ángel caído, señalando con un dedo al demonio.— Pero sigues nuestras reglas.

Khorvak sonrió.

—Como en los viejos tiempos.

—Entonces, Nim —Brouke miró a la pequeña hada— Nosotros tenemos solo dos días para regresar; si nos ayudas, cuentas con nuestra ayuda.

—Perfecto. —El hada parecía conforme, casi orgullosa.— Solo recuerden, el tiempo ahí dentro es distinto al de otras zonas de Titan, podrían necesitar días para que aquí pasen solo horas.

—Tiempo es lo que necesitamos —Admitió Lyara.

Con Nim a la cabeza, el grupo avanzó por atajos que parecían abrirse solo ante ella. El bosque se cerraba detrás, ocultando el camino con rapidez mágica. A cada paso, la tensión crecía.

—El tiempo se dobla aquí. —Explicó Brouke mientras consultaba su mapa hechizado.— Dos horas fuera pueden ser un día dentro, pero las especies acá obedecen el tiempo del bosque y ahora somos parte de él.

—Entonces hay que ser más rápidos. —Gruñó Khorvak mientras cortaba una enredadera que intentaba atraparlo.

Pasaron por ríos que cantaban, por raíces que murmuraban nombres olvidados, por piedras que lloraban si se las tocaba. El bosque era un alma viva, cargada de memoria.

Esto había nacido antes de la primera guerra, luego que la paz había fracasado y el flujo había explotado, llevando consigo a cientos de miles de seres que habían estado dispuestos a darlo todo por la paz.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.