El juramento de las lunas gemelas

Capítulo 11

Capítulo 11: Castigo y un despertar.

—La traición es algo que se paga pero no con sangre, no con dinero. Con la eterna agonía de perderlo todo y aún así tener que enfrentar esta vida, esas memorias, ese dolor. —Le había dicho cuando se encontró frente al consejo luego de su traición: perdonar la vida de unos demonios, el mayor siendo Khorvak, quienes aún estaban en su primera infancia. — Recuerda este día y quizás en la próxima vida hagas lo correcto.

Kael había nacido en medio de una guerra, para él siempre había existido la guerra y no veía que existiera un final. Nació para ser un guerrero, su padre un Arcángel de alto rango había cobijado en su familia a su madre, un ángel de bajo rango pero de una familia de pureza ancestral.

La inesperada muerte de su madre había marcado en él un profundo dolor y un vacío inexplicable. Su padre en cambio no compartió su dolor, poco después desposó a otro ángel de sangre pura y él fue encomendado a los inquisidores quienes le dieron una razón para continuar: la guerra.

Los años habían pasado, había cometido crímenes contra otras razas y contra los suyos.

Después de la traición a los suyos, al permitir la libertad de aquellos seré se le castigo, le quitaron sus alas, el símbolo de su libertad; mataron a su escuadrón, a su familia que había luchado a su lado tantos años y finalmente le quitaron un lugar al que volver.

Un sonido silbante sonó pasando cerca de Kael, pero Lyara lo había alcanzado a tirar antes que siquiera lo rozará: era una flecha de oro: los habían estado esperando.

—¡Continúen! —Khorvak ordenó mientras sacaba su arma y abría sus alas con una burlona sonrisa. — Yo me encargaré de esos arrogantes.

—Hagan lo que tengan que hacer. — Motivo Lyn mientras a su vez sacaba un viejo báculo del clérigo, un viejo artefacto que usaba la luz como fuente de energía. Al abrir sus alas, seis de estas se desplegaron. — Les daremos tanto tiempo como podamos.

—Yo protegeré a Brouke. —Ofreció Nim con una sonrisa burlona sacando de su cinturón alguno de sus frascos.

Kael no pudo evitar sentir de nuevo ese sentimiento de nostalgia, esto lo había vivido y… era doloroso.

Brouke le sostenía la mirada sin dejar de recitar el viejo conjuro, el mensaje era claro. Lyara tendió su mano para que se levantara y éste la aceptó, la guerra le había quitado todo lo que alguna vez tuvo… no… la obsesión por la pureza había destruido millones de almas y él quería venganza.

—Vamos. —Sonrió Kael sin soltar la mano mientras volvían a acercarse al cristal.

.

.

.

Y éste latió.

.

.

.

Con cada segundo era un palpitar.

.

.

.

Era lento, pausado, en agonía.

Fue entonces que la primera grieta apareció, los ángeles habían comenzado su propio ritual y el cristal luchaba. Las lunas en lo más alto del cielo se habían juntado como una sola, un nuevo ciclo había iniciado y Titán lo sabía.

El cristal comenzó a vibrar siguiendo el ritmo de su palpitar, como si luchará entre las energías que intentaban emerger.

Veían los destellos de la batalla, escuchaban el metal chocar entre sí, las voces, los gritos: Elyndran había sido marcada por la sangre.

Antes de que pudiera tocar la superficie del cristal, una figura descendió desde lo alto del domo de luz, junto a dos compañeros. Una silueta que Kael reconoció de inmediato.

La caída fue limpia, con un aterrizaje duro haciendo temblar el suelo demostrando su poder, las alas blancas eran grandes y perfectas. Su armadura relucía con símbolos de linaje. Y la mirada era la misma que lo había juzgado toda su vida.

—Kael... —Susurró Lyara, el tiempo se había detenido ante el poder de aquel ser.

—Mi padre. —Respondió él a la pregunta escondida.

El Arcángel Tervhael, comandante supremo del Consejo Celestial, aterrizó con la precisión de un juicio divino. Su lanza de cristal, forjada en los hornos del núcleo, apuntaba directo al corazón de su hijo. El único destello que había en su mirada era de molestia hacia su persona, rozando el desprecio.

—Tu obstinación ha ido demasiado lejos, Kael. Has ensuciado tu sangre, tus alas y ahora intentas corromper el legado celestial. —Luego sus músculos se tensaron al apretar la mandíbula. Ahí estaba, esa expresión de arrogancia y malestar.— Te lo advertí cuando eras niño. Serías nuestra vergüenza.

Kael no respondió. Solo dio un paso al frente, instintivamente colocando su cuerpo cubriendo el de Lyara.

—Y tú serás el que destruyó lo que juró proteger.

Tervhael apretó la lanza y atacó.

El choque fue inmediato y brutal. Las alas doradas de Kael se desplegaron alzándose del suelo en una danza imposible, Lyara intentó ayudarlo pero los otros dos ángeles la atacaron alejándola del cristal. El aire chispeó con fuego celeste y magia demoníaca. Khorvak saltó a ayudar, pero Kael gritó:

—¡No! ¡Este combate es mío!

La lanza rasgó su costado. Kael gritó, pero no cayó. Con cada golpe, distraía a su padre de su trayectoria, solo debía resistir. Su sangre marcaba el camino. Pero también su voluntad.

Cuando finalmente logró estar cerca del pedestal, se lanzó contra su padre cayendo ambos en picada hasta tocar el pedestal, el cristal palpitó violentamente. Su energía reconocía su sacrificio, su linaje... y su elección.

Kael, herido pero de pie.

Una luz como nunca antes se había visto estalló en el centro del templo.

El flujo... comenzaba a despertar.

Un nuevo latido, fuerte, poderoso vibró en toda la ciudad mientras lentamente las lunas volvían a sus órbitas, alejándose una vez más, marcando la nueva era.

**

La Reina Dhelia alzó la mirada al escuchar las puertas del Gran Consejo y ahí, el rey Adriene salió luciendo su viejo traje de batalla. Su corazón se contrajo con dolor pero cogió sus manos y sonrió.

—Adriene… mi Rey

—Nunca olvides que eres mi tesoro. —Solicitó el Rey, acercando sus labios a la frente de su esposa para depositar un suave beso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.