El juramento de las lunas gemelas

Capítulo 17

Capítulo 17: Puentes enterrados.

El viento soplaba frío sobre las ruinas desoladas de Elyndran. Las sombras alargadas de las torres derrumbadas se extendían como cicatrices sobre el suelo de piedra de imán, como si intentarán acariciar el cielo una vez más, pero este se alejaba de ellas, como aceptando que ya no eran dignos. Sin embargo, el aire traía consigo algo más que frío: una promesa. Un inicio.

Dhelia caminaba con confianza por entre los escombros al frente del grupo haciendo crujir el suelo con cada paso que daba, habían dejado atrás el campamento bajo la guía de Brouke y Malek, mano derecha de Ryder. La seguían de cerca Lyara, Ryder y Lys. Descendieron por un antiguo corredor revelado tras la caída de uno de los templos más antiguos de la ciudad, cuya entrada siempre había sido custodiada por heraldos del cielo. La Reina guiaba con paso firme, sosteniendo una antorcha mágica cuya luz se reflejaba en los cristales cubiertos de escarcha que adornaban las paredes.

—Este túnel… —Comenzó Dhelia, rompiendo el silencio reverente, mostrando una estrecha entrada sobre la cual se dibujaba un viejo cántico en idioma de los Elfos, que, al acercarse se reordenaba hasta que se podía leer:Thal'um vor'Zar, vor'Thal cel'Lyra, an'kael'nyl. — Fue creado después de la Primera Gran Guerra. Fue un pacto de paz entre los nuestros y los ángeles. Un puente escondido entre mundos… olvidado a propósito.

Luz acarició la piedra sintiendo una antigua magia que recorría el lugar.

—¿Qué significa?

—Es élfico antiguo. —Explicó Ryder. — No tiene traducción literal pero viene de un viejo cántico de nuestro pueblo, se entiende como: Los que ven de verdad, son dueños de la verdad y eso es la verdadera libertad.

Lyara frunció el ceño, siguiendo con la mirada el arco de la entrada antes de mirar a su madre con intensidad.

—¿Por qué ocultarlo?

—Porque era más fácil mantener un silencio que fingía ser paz que aceptar abiertamente que era un error separar a Titan. —Respondió su madre con tristeza. — La historia la escribieron los que temían el cambio.

—¿Por qué lo permitieron? —Lyz preguntó con sincera curiosidad quitando su mano de la piedra con cuidado, la magia, la energía, a pesar de los años aún estaba latente.

—Porque los demás cayeron antes en el caos. —Dhelia sonrió con pesar. — Quienes escriben la historia no siempre son quienes la vivieron, son solo aquellos que la interpretan según su época.

Avanzando por el túnel, los muros susurraban historias antiguas, dibujaban un tiempo donde luz y oscuridad compartieron juntos, donde trabajaban a la par y buscaban un mejor futuro. El suelo bajo sus pies descendía lentamente hacia una cámara natural, un gran espacio esculpido por magia y tiempo. Allí, un inmenso domo de hielo comenzaba a revelarse.

El camino se abrió a un mirador de piedra desde donde se veía lo que quedaba del antiguo Reino de Hielo, el corazón oculto de Elyndran. Las estructuras parecían fundidas con la montaña misma. Torres y puentes de cristal congelado emergían desde las laderas y jardines de flora bioluminiscente aún palpitaban bajo el hielo.

—¿Aquí vivían los celestiales? —Ryder preguntó con la voz estrangulada.

—Esto es… —Lyz miró impresionada. — Se suponía que era un mito.

—Aquí nació Elyndran. —Respondió Dhelia con voz suave. — Mucho antes de que se levantaran las torres de piedra de imán o se declarara la supremacía del cielo y la pureza de las especie. Este era un lugar de contemplación. De unión.

—Y estaba tan cerca del Reino de Umbraal... —Murmuró Lyara.

Dhelia asintió.

—Debajo de esta cámara, más allá de los estratos de hielo, están los caminos que conducen a Umbraal, el hogar subterráneo de los elfos oscuros. Ambos reinos se conectaban por los túneles, compartían un mismo lugar.

—¿Cómo se perdió todo esto?

Desde su posición elevada, todos podían ver cómo los túneles naturales se entrelazaban con antiguos pasajes mágicos. Runas desgastadas seguían activas. Lo más impactante era la visión de las raíces gigantes que descendían desde el domo, cruzando roca, escarcha y fuego subterráneo.

—Ese bosque... —Dijo Lyara, señalando hacia una formación arbórea que colgaba invertida desde el techo de una caverna, aunque sus ramas estaban desprovistas de espeso follaje aún vivía y luchaba. — Es el Bosque de las Raíces Invertidas, donde fuimos a abrir el sello.

—Ese bosque, ha estado antes que cualquier guerra. —Explicó Dhelia con una sonrisa de orgullo. — Fue creado por el flujo, es tan antiguo como la historia misma. Es un nodo natural donde la energía del planeta se condensa y vive en sintonía con lo que ocurre en nuestra historia. En su interior la gravedad se distorsiona, el tiempo se dobla a su antojo dejando de ser lineal y la magia vibra. Por eso los sellos se pusieron ahí. Para mantener el equilibrio entre mundos.

—¿Los? —Lys miró con una pasión encendida a Dhelia. — ¿Quiere decir que hay más?

Dhelia rio suavemente, recordando cuando ella misma había conocido el bosque.

—El flujo es como un río, el agua buscará la forma de fluir, aunque sea creando sus propios cauces.

El silencio se asentó nuevamente, cargado de asombro, mientras iban avanzando la historia se abría frente a ella.

Esa misma que tanto quisieron ocultar.

**

Lyara avanzó sola entre las ruinas, se alejó dejándose guíar por palpitar que parecía retumbar desde su interior, como un viejo llamado. Con pasos firmes llegó hasta un arco derrumbado, donde los cristales aún vibraban con eco del flujo. Allí, como si hubiera sido llamado por sus pensamientos, apareció Kael.

Él ya no caminaba, ya no era aquel ángel de su primer encuentro, aquel guerrero lleno de dolor interno. Su forma parecía fusionada con la misma energía del mundo. Pero sus ojos... sus ojos seguían siendo los suyos.

—Sabía que vendrías. —Dijo Kael, su voz vibrando entre el aire y el hielo.




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