El Kairós de las primeras veces

Ser valiente...

Se detuvo al borde de la columna blanca que dividía las salas y que daba hacia donde suspiraba queriendo no ser visto, mucho menos por la persona a la que estaba mirando. 

Se sentía como un niño jugando a las escondidas, con el corazón latiendo a millas por hora y con las ansias de ser descubierto para comenzar a contar una vez más.

Sentía las mejillas arder con desesperación y en cada nuevo latido se abrazaba más a la columna para poder contemplar lo que estaba observando maravillado.

"¡Vas a llevarte la columna, idiota! Contrólate."

Se regañaba a sí mismo por sentirse así.

No recordaba haber sido un chico silencioso y mucho menos tímido. 

A menos eso no era lo que las largas visitas a la dirección, en su adolescencia escandalosa, le gritaban desde su subconsciente.

¿Había mantenido en algún momento la boca cerrada y su cuerpo quieto?  De ninguna manera.

Una persona segura de sí misma no conoce la palabra "con calma". Y si de algo había estado seguro era de que esa era una de sus características.

¡Quién lo imaginaria ahora a punto de obtener el récord en incógnito y sobre todo en silencio absoluto!

Y es que, en su vida, continuaba experimentando primeras veces. Como lo era esto.

Aventurarse era lo que le permitía continuar, ahora era un joven adulto y pensar en los errores que había cometido no le regresarían los años ya perdidos.  Debía seguir.

¿Para qué desgastarse pensando en ello? 

Bien podría estar desgastándose en no tener valor para acercarse a aquel escritorio, enfrentar a la templanza hecha carne, dejarse envolver y obtener una primera vez, otra vez.

Lograba imaginar verse desde otro plano y caía en la cuenta de lo ridículo que se veía ahí escondido observándola, pero pensaba que después de meses haciendo la misma preciosa rutina, valía la pena sentirse así.

Una primera vez más.

Detrás de aquel escritorio permanecía resplandeciente aquel ser tan cálido, alegre y precioso para él.

Esa mañana había caído en la cuenta de que nunca la veía más hermosa como cuando la miraba de nuevo, así fueran cien veces en el mismo día.

Había encontrado calma y placer con solo verla desde su punto favorito.

Recordaba las veces que había encarado a la cortesía y la dejaba al último lugar con tal de conseguir una cita cuando quisiera y con quien quisiera, al final de todo, estaba viviendo y siendo él.

Estaba haciendo cumplir su lista mental de primeras veces.

En un principio pensó que eso era un desperdicio pero, ahora, escondido de pie detrás de la columna, con toda muestra de ilusión posible en su rostro, de verdad estaba haciéndole honor, el más grande honor a su lista. 

Nada que hubiera hecho antes le estaba dando el sentido que de verdad se merecía.

Aquella joven de piernas cubiertas bellamente cruzadas estaba siendo la protagonista de sus más grandes anhelos para con su dependencia a la lista. 

¡Bien valía la pena!

Cada que se oía repetirlo, ya fuera en mente o en ligeros susurros, el corazón le golpeaba el pecho dándole a entender que así tenía que ser.

Se abrazaba cada vez más a la nota que llevaba escondida entre manos. 

¡Pobre de sí, si descubría que ahora fuera un pedazo de papel mojado por los nervios que sus manos desprendían! 

Su grado de valentía que había abrazado ahora, no se lo perdonaría.

Echó un vistazo y suspiro de alivio al darse cuenta de la patética y sucia manera de pensar sobre sí mismo.

Su bello objetivo desprendía paz, se le veía tan serena, tan bella en lo que fuera que estuviese haciendo. 

Se la pasaba atendiendo a cuantas personas llegaran a ella. 

¡Ja, tan fácil que era recibir unas palabras de su boca, y el sólo se limitaba a saludarla con una inclinación de cabeza! 

¡Menudo hombre patético! 

Era una reverencia a su belleza fuera de lo ordinario, de eso no había duda.

Desde que ella trabajaba allí no había rincón más acogedor que estar sentado frente a su escritorio, escuchándola resolver dudas u observándola escribir, con sus delicadas manos, cualquier cosa que considerara importante recordar. 

Los apretones de manos y las amplias sonrisas que regalaba al finalizar las amenas charlas, le seguían robando suspiros y odiándose por no atreverse a hacerlos suyos.

Justo ahora se encontraba tan centrada en su trabajo. 

Hasta concentrada garabateando en esa diminuta libreta de pasta dura parecía el cielo. 

¿Quizá escribía sobre él? 

¡En sus sueños solamente!

***

Ella, sin embargo, había estado viéndolo de reojo allí parado desde hace tiempo, pero no era algo con lo que ella iba a saltar de pronto y le iba a decir que se rindiera, que su juego a las escondidas se había terminado porque acababa de atraparlo. 

En algún momento, si él no se decidía a decir lo que, estaba segura, sus ojos querían decirle cada que la veía, sería ella quien se atrevería a hablarle. 

¿Qué le intimidaba? 

***

Vio una sonrisa tímida formarse en el rostro de su preciosa joven y el corazón pareció tenerlo en la mano con la que apretaba la nota, tan nervioso. 

Era ahora o nunca. 

Era tomar esta primera vez o era replantearse qué tipo de vida estaba esperando tener. 

Debía ser valiente, debía vivir.

Una primera vez atreviéndose. Con esfuerzo. Escuchando lo que sentía, no solo a sus deseos.



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En el texto hay: primeras veces, romance, relatos cortos

Editado: 16.10.2021

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