El Kairós de las primeras veces

Un adiós...

En sus manos tenía aquella pequeña caja aterciopelada color negro, que le había llegado por correspondencia junto a un sobre, pero la pequeña etiqueta en la que se leía: “No me abras hasta haber leído la carta”, la desconcertaba.

 

No esperaba noticias o regalos.

Pero podía imaginar quién sería el responsable de aquella sorpresa.

 

Se dispuso a abrir aquel sobre para poder calmar sus ansias.

Después de todo, la curiosidad podía más que cualquier corazonada en alarma.

No debería ser una alarma, ¿O sí?

Era consciente del remitente.

 

Lo conocía y más que eso, lo había querido.

 

Dentro de aquel sobre encontró una carta con especial dedicatoria y una fragancia cautivadora.

Recuerdos saltaron a su mente, pero lo que tenía en sus manos debía tener su atención justo ahora. No el pasado.

 

Era aquella fragancia que le había regalado a Leo en su aniversario número cinco, hace dos años, cuando le dijo las dos razones por las que la había escogido para él, o más bien, porque le recordaba algo:

 

1.    Porque el aroma era masculino como sabía que lo era. Con todo y sus chistes malos. Con todo y sus grandes sueños. Con todo y sus miedos.

2.    Porque le gustaba y lo quería. Eso sería suficiente.

Para él lo era.

 

Los latidos de su corazón se crisparon cuando logró sacar las hojas sueltas que contenían la caligrafía más formal que había visto.

 

Eran pequeñas cualidades que hacían diferente a Leo, aunque esto fuese insignificante para un tercero.

 

Él lo tenía todo.

 

Un buen sentido del humor.

 

Valores que ponía por encima de quien fuera.

 

Una entrega total, en cuerpo y alma.

 

Y principios que lo hacían ser un hombre como los que se han extinto.

 

Tomó asiento en su sillón marrón favorito, colocó la pequeña caja negra en su regazo y, con manos temblorosas de emoción, se dispuso a ordenar las hojas de aquella carta.

 

Con su curiosidad tan característica y una radiante sonrisa, se dispuso a leer:

 

 

‹‹Para mi Aila.

 

Mi querida y preciosa Aila, sé lo curiosa que eres, tenme un poco de paciencia y aún no abras aquel presente que te he hecho llegar.

Créeme que es algo que guardarás en tu corazón. Justo como tú estás en el mío.

Sé cuánto te gustan las sorpresas y he preparado esta con todo el amor que te tengo.

 

Pretendo que entiendas cuán importante sigues siendo a lo largo de estos siete años juntos.

Tengo tanto que agradecerte.

Tanto que hacer que recuerdes y que no olvides, como te juro que jamás lo haré.

 

Me gustaría verte justo ahora.

Con esa sonrisa que abarca tu precioso rostro, y esa impaciencia por llegar al final de todo; mucho más cuando sabes que es para ti.

Como a una niña cuando se le ha prometido dar su caramelo favorito después de tanto esperar, y ha llegado el momento justo.

 

Impaciente. Desesperada. Curiosa.

 

¿Te he dicho cuánto amé tu curiosidad?

 

Siempre te ha llevado a hacer cosas inimaginables, puedo decir que a ser valiente.

De todas ellas, quizás hay una que no me atrevería, pero te felicito por haberlo hecho.

 

Jamás me cansé de mirarte.

De observarte.

De admirarte.

De quererte.

 

¿Hay algún fin a eso?

No lo aseguro, pero no creo.



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En el texto hay: primeras veces, romance, relatos cortos

Editado: 16.10.2021

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