25 de Enero del 2016, me levanté aquel día de invierno, llena de preguntas, seguía sin saber que me estaba ocurriendo. Porque estaba teniendo aquella época. Me levanté temprano, como siempre, a las siete de la mañana. Y me fui al instituto. Tenía que ir a estudiar, todo los días entraba a las ocho, pero cada día que iba me costaba más y no tenía ganas de ir, cada día que iba todo se me echaba encima, como si de una piedra gigantesca se tratase.
Aquella época en el instituto era malísima, no entendía porque, pero todo el mundo se metía conmigo, sin ninguna razón, solo se metían conmigo porque era la rarita, una chica simple que no se metía con nadie y que sólo iba al instituto a estudiar, pero parece que alguien que va al instituto solo a estudiar es rara, es la sociedad de hoy en día, que lo básico, y lo especial, molesta.
En aquella época tenía dieciséis años, yo tenía todas las motivaciones para estudiar, pero cada día que pasaba en aquel instituto se me hacía más difícil, llegó un momento en el que no quería ir, pero mis padres me animaban para que siguiese, y luchase por mis sueños.
Eran las siete y media de la mañana y había desayunado, cogí mi mochila, que cada día pesaba más, y prendí el viaje hacia el instituto.
Nada más llevar dos calles caminando, me encontré a la persona que más odio, a mi enemigo número uno, al que provocó que todo el mundo se metiera conmigo. “Lucas”, era un chico que iba a mi clase, tenía diecisiete años, era un año mayor que yo porque era repetidor.
Se creía el chico más guapo, más listo y el más guay de todo el planeta tierra. Pero mi sensación es que era el más tonto, el más cretino y el más imbécil de todo el universo. En ese preciso instante me cambié de calle y él no llegó a verme, —«¡menos mal!» —dije en voz baja, porque seguramente sí me hubiese visto, hubiese soltado alguna de sus burlas sin sentido y sin venir al cuento.