Me despierto en mi habitación, todo me da vueltas, estoy un poco mareada, pero aun con esas sigo mi rutina diaria, y se hace de tarde y al fin llego a mi casa, mi padre se encuentra sentado en el salón, decido sentarme al lado de él y preguntarle, quiero saber de una vez por toda quien es mi tío, y que le paso, sin detenerme un ápice de segundo le lanzo la pregunta cómo un niño lanza una pelota.
—Papá, ¿Quién es mi tío?, ¿y porque nunca me habías dicho antes nada?
Mi padre se quedó mudo, empezó a tartamudear antes de responder a la pregunta.
—Tu tío fue un soldado que sirvió al país hace ya unos años, era el mejor, más de 100 batallas ganadas por él, y prácticamente por él solo, pero la suerte no le deparó siempre, y un día los enemigos acabaron con su vida y la de todos los que le rodeaban, desde entonces prefiero no recordar aquella historia, y sacar el tema lo menos posible. —se hizo el silencio en aquel salón y él se levantó y se marchó, yo me quede palida, no podia decir ninguna palabra y mucho menos movía algún gesto de mi rostro, entonces decidí irme de nuevo a mi habitáculo, a mi zona de confort, para empezar a hablar con Enrique, con él hablando por teléfono el tiempo se pasaba muy rápido, era maravilloso, me reía en todo momentos con todas sus bromas, pero todo lo bueno acaba, y esa tarde pasó volando como el viento mueve una hoja en una tarde de otoño.
De nuevo me despierto en mi humilde morada, y regresó aquella cárcel de oro, abro los libros para estudiar la materia, cuando de repente recibo una nota, pero está en otro idioma y no se lo que pone, seguramente para que nadie pudiese averiguar lo que está escrito.
Ismael que estaba a mi lado se la enseño, y aunque estaba enfadado conmigo decide ayudarme, porque podría ser parte de la misión y la misión está por encima de todo.
Decide dejar la nota sobre la mesa y acto seguido comenta.
—Tenemos que ir al sector III, conozco a una persona que puede descifrarlo —dejamos pasar la mañana y cuando salimos del instituto vamos directamente, sin pasar por casa, lo que suponía que iba a estar más tiempo castigada, pero eso en ese momento era el menor de mis problemas.
—Quiero pedirte perdón, porque quizás me haya pasado, —comentó Ismael mientras estabamos llegando, —dejalo, vamos a olvidarlo, vamos a centrarnos a partir de ahora en esto.
Llegamos al sector III, y nada más salir del edificio nos topamos con Enrique, parece que me estaba esperando.
—¿Que te ha pasado estos días?, —me preguntó con rostro de preocupación.
—Pues que mi madre por increíble que parezca me ha castigado sin teléfono —le respondí.
—Pero si he estado tocando el telefonillo y no había nadie —me volvió a lanzar la pregunta pero esta vez en forma de respuesta.
—Es que acabo de llegar —le volví a responder —pero si llevo aquí dos horas y no te he visto entrar —me dejo sin palabras.
—¿La estás controlando? —salió Ismael por detrás, para romper ese momento tensó.
—No la estoy controlando, estaba preocupado por ella, ¿o es que acaso no puedo?, —Se enfadó y empezó a ponerse serio.
—Dejalo, nos tenemos que ir Enrique, tenemos que hacer una cosa importante, luego cuando termine te cuento.