Pasaron los minutos, hasta que los minutos se convirtieron en horas.
—Ismael, no se si voy a aguantar, esta tardando muchísimo —la desesperación ya era demasiado fuerte.
—Lo está haciendo aposta, la sala está llena de cámaras, seguro que nos está viendo desde el otro lado —Ismael también se le veía desesperado.
—Chicos, vení —saltó de repente la recepcionista, nosotros nos acercamos al mostrador.
—Mirar, que Javier no os puede atender, está hasta arriba de reuniones, no os puede atender, aquí tenéis su teléfono móvil, por si queréis llamarlo —nos dio un papel que llevaba un número escrito.
—Salimos a recepción y allí cogimos las mochilas que llevábamos.
—¿Y bien?, aquí no hemos sacado nada, solo que es un cobarde que no quiere dar la cara —tenía muchas ganas ya de ponerle cara al desconocido.
—Su casa —Héctor lo mencionó de repente con mucha ansia.
—¿Qué pasa con su casa? —Ismael le pregunto que no parecía que siguiese mucho la conversación.
—Que tenemos la dirección de la casa de su hijo, podemos encontrar algo allí —cogimos las cosas y nos fuimos directamente allí.
Enseguida estabamos en la casa, paramos en la esquina antes de llegar, para que no nos viese nadie, aparentemente no había nadie por la zona, así que decidimos entrar, Hector se había traído una llave especial de su padre para abrir la puerta.
Entramos, la casa parecía que llevaba ya unos días cerrada, estaba todas las persianas bajadas.
—Vamos a ir todos juntos, que nadie se separe, no sabemos si hay alguien esperándonos —y así hicimos, entramos al salón, cuando de repente empezó a sonar unos de los teléfonos móviles.
—Es el tuyo Catherine —dijo en voz baja Hector.
Me lo saqué del bolsillo y vi el número, ese número me sonaba muchísimo, en ese preciso instante saque el papel que me había dado la secretaria y compare los números, era el mismo número.
Decidí cogerlo.
—Hola Catherine, es de malos modales entrar a las casas ajenas ¿verdad? —era esa voz, la del desconocido, sin duda era él, lo teníamos.
—¿Qué es lo que quieres? —nos había pillado.
—Lo primero que quiero es que abráis las persianas del salón, se que estais alli, esta muy oscuro allí dentro, hacerme caso, será lo mejor —le hicimos caso, no sabíamos de que se trataba pero no queríamos jugar con él.
—Muy bien, mejor así —os estoy vigilando —empezamos a mirar para todos los lados de la sala.
—Muy bien, ahora quiero que abráis la mochila de Hector, lentamente y sin hacer ningún movimiento extraño —Ismael cogió y se fue a la parte de atrás de la mochila, Hector la llevaba puesta.
—Cuidado es una bomba —Ismael lo grito y se apartó de Hector.
—Van a ver unas serie de normas que tenéis que seguir, o de lo contrario haré explotarlo —empezó a reírse, con la misma sonrisa que cuando nos llevó a su edificio y secuestro a Lucas.