En la inmensidad del desierto,
donde el tiempo se detiene,
encuentro mi refugio y mi silencio,
donde la soledad se vuelve mi compañía.
Entre dunas doradas y cielos estrellados,
una belleza se revela en lo simple,
una flor solitaria desafiando al sol,
una mariposa danzando con el viento.
En medio de la aridez y el calor sofocante,
descubro la pureza de la naturaleza,
un oasis escondido entre tanta crudeza,
un regalo etéreo de la sabiduría divina.
En esta vastedad sin fin,
mi alma encuentra la plenitud,
encontrando en los detalles una bendición,
que solo el desierto puede conceder.
Y así, en mi soledad y maravillado,
aprendo a valorar lo que es sencillo,
la simplicidad que encierra tanta grandeza,
y la belleza de lo que pareciera vacío.
Un desierto, un oasis, un poema,
una enseñanza que llevo conmigo,
apreciar la soledad, admirar lo simple,
y encontrar la belleza en cada latido.