En un mundo lleno de prisa y desenfreno,
donde lo simple se pierde en el tiempo,
quiero cantarle a la belleza imperceptible,
a lo que olvidamos en lo indescifrable.
Una flor silvestre en un rincón olvidado,
una sonrisa inocente en un niño abrazado,
los rayos de sol que acarician la piel,
pequeños detalles que nos hacen sentir.
En la vorágine de lo complejo y sofisticado,
se olvida lo simple, lo que nos ha criado,
la pureza de un abrazo sincero,
el aroma de la tierra tras la lluvia de enero.
La belleza de lo simple, tan fácil de pasar por alto,
nos invita a detenernos y escuchar su canto,
a valorar lo pequeño en la vorágine del día a día,
y encontrar en lo simple la verdadera alegría.
Así que abramos los ojos y el corazón,
encontremos en lo simple nuestra redención,
porque en lo sencillo reside la verdadera esencia,
y en su belleza encontramos la felicidad en abundancia.