En un abrir y cerrar de ojos,
el tiempo pasa sin cesar,
y en nuestra vorágine diaria,
nos olvidamos de disfrutar.
Planeamos cada minuto,
cada instante del futuro,
nos afanamos en el mañana,
y nos perdemos de lo puro.
El tiempo, tan cruel e implacable,
nos grita que solo el hoy es real,
pero con ojos vendados,
preferimos ignorarlo, sin pensar.
Mañana, mañana, repetimos,
aferrándonos a un horizonte lejano,
mientras que en el presente,
dejamos escapar cada ser humano.
Las risas se desvanecen,
en un eco que ya no es,
las lágrimas quedan olvidadas,
en el pasado que se desvanece.
Los sueños, esos suspiros prodigiosos,
se esconden detrás del miedo,
y olvidamos que la vida,
está llena de instantes preciosos.
Así pasan los días,
como hojas que se lleva el viento,
y seguimos sin recordar,
que solo hoy tenemos el aliento.
Aprendamos pues, a detenernos,
a saborear cada segundo,
a amar sin restricciones,
y a vivir como si no hubiese otro mundo.
No esperemos al mañana,
para ser felices y sonreír,
hagamos del hoy nuestro presente,
y dejemos que el amor nos guíe.
El tiempo no se detendrá,
pero nosotros sí podemos elegir,
disfrutar de cada instante,
y encontrar la dicha en existir.
Así, el paso del tiempo será un aliado,
y cada día será una bendición,
aprovechemos cada oportunidad,
y vivamos con pasión.
Porque la vida solo es un instante,
una chispa fugaz en la inmensidad,
coloreemos nuestro presente,
y dejemos una huella en la eternidad.