A la mañana siguiente, Alexandra fue despertada por golpes insistentes en la puerta de su habitación, tan fuertes que parecían de alguien en apuros.
—¡Voy, voy! —Exclamó, adormilada.
— Amiga, dale que nos queda poco tiempo para desayunar. Abrió la puerta y la vio a Alexandra con los cabellos revueltos lo que le provocó risas.
_ ¿Qué? Tan mal me veo. —Preguntó Alexandra fingiendo indignación.
—No, no tanto, pero parece que el vino te dejó huella —respondió Jimena.
—¿Vas a pasar o te vas a quedar ahí parada? —Replicó Alexandra, con un toque de irritación que intentó disimular.
Jimena negó con la cabeza y respondió:
—No, solo vine a despertarte. Te espero abajo. No tardes mucho, ¿eh?
Alexandra cerró la puerta y suspiró. No le parecía el momento adecuado para contarle lo que había visto la noche anterior. Con esfuerzo, se preparó lo más rápido que pudo. El jet lag y el vino de la noche anterior no eran una buena combinación, pero logró estar lista en menos de 30 minutos.
Al bajar al salón principal del hotel, se sorprendió con la majestuosidad del lugar: mesas adornadas con flores frescas, una iluminación suave, una amplia variedad de tés y degustaciones típicas del lugar. Saludó a sus amigas, que ya estaban sentadas en un cómodo sofá junto a una mesa rebosante de opciones.
—¡Mirá quién llegó! Pensé que nunca bajarías —bromeó Amanda, alzando su taza de té en señal de saludo.
—Ni yo puedo creer lo rápido que me alisté —respondió Alexandra, dejando escapar una sonrisa mientras se dejaba caer en un asiento mullido.
Durante el desayuno, mientras charlaban animadamente sobre el hotel y los planes del día, Alexandra sintió la necesidad de compartir lo que había visto la noche anterior.
—Chicas, disculpen que interrumpa, pero necesito contarles algo que me tiene un poco inquieta —dijo, con un tono serio que captó de inmediato la atención de sus amigas.
—¿Qué pasa? —Preguntó Jimena, dejando su taza sobre la mesa.
—Anoche, cuando volví a la habitación, me acerqué al ventanal y vi que estaba lloviendo. Pero lo que me llamó la atención fue la figura de un hombre en el patio del hotel.
Amanda frunció el ceño.
—¿Un hombre? ¿En plena lluvia? ¿Estás segura?
—Sí, y lo extraño es que me miraba fijamente, sin parpadear. Sus facciones me parecían familiares, pero no logro recordar dónde podría haberlo visto antes —continuó Alexandra, con la mirada perdida en el recuerdo.
Amanda suspiró y dijo con tono escéptico:
—Alex, creo que tu mente te jugó una mala pasada. Tomamos mucho vino anoche. ¿Quién estaría en el patio bajo la lluvia mirando hacia tu ventana? No le des tanta importancia.
—Lo sé, puede que tengas razón, pero sentí algo extraño, como si ese hombre tuviera algo que ver conmigo. Fue... perturbador.
—¿Y estaba bueno el misterioso desconocido? —Bromeó Jimena, tratando de aligerar el ambiente.
Alexandra sonrió, aunque su inquietud seguía latente.
—Era llamativo, eso seguro. Tenía una mirada penetrante, como si pudiera leer mis pensamientos. No sé si fue mi imaginación, pero dejó una sensación rara en mí.
—Amiga, necesitas relajarte y disfrutar. Estás sugestionada, nada más. Recuerda que nos quedamos solo unos días aquí, ¡hagamos que valgan la pena! —Dijo Amanda, animándola con un gesto de complicidad.
Alexandra asintió, intentando convencerse de que todo había sido producto de su imaginación.
En ese momento, un hombre ingresó al salón y, en varios idiomas, pidió a los huéspedes que se acercaran al hall para comenzar la primera excursión. Las chicas se levantaron, emocionadas por el día que les esperaba, aunque en el fondo de la mente de Alexandra, la figura bajo la lluvia seguía siendo un enigma.