El laberinto del Minotauro

Capítulo 7: Incertidumbre

Al caer la tarde, los turistas que visitaban la isla fueron invitados a participar en una celebración que, según los lugareños, era una forma de honrar a los dioses, recordar eventos históricos y celebrar la vida en la playa de Triopetra.

El colectivo había dejado a los turistas cerca de un sendero iluminado por cálidas luces, que conducía hasta la playa. A un costado, mesas repletas de comida y bebidas típicas daban la bienvenida a los invitados, acompañados por músicos que tocaban instrumentos de viento. La atmósfera era mágica: el suave murmullo de las olas, la brisa marina y el cielo que empezaba a pintarse de estrellas hacían que todo pareciera sacado de un sueño.

Amanda rompió el silencio mientras miraba las llamas del fogón que estaba a metros del agua.
—Esto es increíble, ¿no les parece? Como si estuviéramos en otro tiempo, lejos de todo.

Jimena asintió, dejando que la brisa jugara con su cabello.
—Sí, pero hay algo… no sé, como si esta isla escondiera algo más que paisajes hermosos.

Alexandra, perdida en sus pensamientos, murmuró:
— Tal vez porque esta isla guarda más secretos de los que imaginamos.

Amanda arqueó una ceja.
—¿Qué estás diciendo, Alex?

Alexandra suspiró y se giró hacia ellas.
—¿Recuerdan a la guía en el Palacio de Cnosos? Me dijo algo raro en griego… algo que no puedo quitarme de la cabeza.

Jimena frunció el ceño.
—¿Raro cómo?

—No sé, fue extraño. Como si supiera algo de mí que yo misma desconozco.

Amanda rió nerviosa.
—¿Y no será que simplemente estaba tratando de impresionarte con algún mito local? Ya sabes cómo son estas guías.

Alexandra negó con la cabeza.
—No lo creo. Fue… diferente. Había algo en su tono, como si quisiera decirme algo.

Antes de que pudieran responder, la música en la playa se hizo más intensa. La celebración seguía su curso, pero Alexandra no podía apartar la sensación de que algo la esperaba.

Con una determinación que sus amigas no habían visto en ella antes, se levantó.
—Voy a hablar con ella.

Jimena trató de detenerla.
—¿Hablar con quién? ¿La guía? ¡Alex, estamos en medio de una fiesta!

—No puedo esperar. Necesito respuestas.

Amanda intercambió una mirada preocupada con Jimena antes de decir:
—Bueno, si te metes en problemas, aquí estaremos… supongo.

Alexandra caminó por la playa hasta encontrar a Andara, la guía. Ella estaba cerca de la fogata observando el horizonte con una tranquilidad que contrastaba con la inquietud que crecía en ella.

—Sabía que vendrías —dijo Andara, sin siquiera voltear a mirarla.

Alexandra se detuvo en seco, sorprendida.
—¿Cómo sabía…?

Andara se giró lentamente, su mirada fija en los ojos de Alexandra.
—Hay cosas que no pueden evitarse, niña. La verdad siempre encuentra el camino.

Alexandra tragó saliva.
—¿Qué quiso decir con lo que me dijo en Cnosos? ¿Por qué me llamó con un nombre raro? ¿Qué significa?

Andara sonrió, pero sus ojos reflejaban algo más profundo, casi insondable.
—Significa ‘flor’. Pero para ti, tiene un significado mucho más antiguo.

—¿Antiguo? No entiendo…

—¿Crees en la reencarnación, Alexandra? —preguntó Andara con seriedad.

Alexandra se quedó en silencio, incapaz de responder.

Andara continuó, con una voz que parecía susurrar secretos al universo:
—La reencarnación es el ciclo eterno del alma. Vivimos, aprendemos, y cuando llega el momento, regresamos al origen. No es el fin, sino un nuevo comienzo. Cada vida es una página en el libro infinito de nuestra existencia.

Alexandra frunció el ceño, confusa:
—Eso suena… imposible.

Andara sonrió con un aire enigmático, sus ojos centelleaban como si escondieran un conocimiento profundo.
—¿Y si te dijera que algunas almas tienen un propósito más allá del ciclo? Que a veces, después de mucho tiempo, el destino ofrece una oportunidad única para escribir un final diferente.

—¿Qué oportunidad? —preguntó Alexandra, sintiendo un leve escalofrío que no lograba comprender.

Andara colocó una mano sobre su hombro, con una calidez que transmitía más de lo que las palabras podían expresar.
—Pronto lo descubrirás, ανθος (Anfisa). Todo llegará a su debido tiempo.

Antes de que Alexandra pudiera insistir, Andara comenzó a hablar de la historia del Rey Minos de Creta, como si intentara desviar la conversación. Pero en el aire quedaba suspendido un enigma que hacía imposible para Alexandra apartarse.




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