El laberinto del Minotauro

Capítulo 10: Buscando respuestas

Después de horas de sueño profundo, Alexandra despertó sintiéndose más ligera, aunque aún notaba los efectos del sedante que le habían administrado. Su primera acción fue mirar sus pies: limpios, libres del lodo que la había atormentado en su extraño sueño. Por un momento pensó que todo había sido una crisis emocional, pero una sensación en su interior le aseguraba que había algo más. Tenía preguntas que necesitaban respuestas, y solo una persona podría ayudarla: Andara.

A la siesta, Amanda y Jimena le propusieron ir a la playa para que pudieran despejarse. Alexandra, sin embargo, declinó la invitación alegando que necesitaba reponerse. Cuando ellas se marcharon, se dio un baño rápido, arregló su cabello y se pintó un poco para verse presentable. Eligió un atuendo cómodo: un conjunto de una camisa blanca con un short corto en el mimo color, zapatillas y un bolso ligero, y se dirigió a la administración para preguntar por el paradero de Andara.

—Está en el Palacio de Cnosos, dando una charla. Reemplaza a uno de los guías que se enfermó—informó el recepcionista.

Alexandra, decidida, tomó un taxi hacia el lugar. El trayecto le pareció eterno; las ansias hacían que el tiempo se sintiera denso. Cuando finalmente llegó, un escalofrío recorrió su cuerpo. Entró al recinto y empezó a buscarla entre la multitud. La encontró explicando sobre la conservación del palacio. En un momento, los ojos de Andara se fijaron en ella. Alexandra sintió que, a pesar de la distancia, había una conexión. La guía continuó hablando, pero dijo algo que estremeció a joven:

— Se dice que este lugar guarda secretos que solo los dioses pueden revelar, si así lo desean. — Se río y continuó explicando por los pasillos del majestuoso Cnosos.

Alexandra sintió que esas palabras eran para ella. Esperó pacientemente hasta que terminó el recorrido y, cuando los turistas se dispersaron, se acercó.

—No esperaba que esta conversación llegara tan pronto—dijo Andara con una sonrisa críptica, como si pudiera leer su mente.

Alexandra se quedó sin palabras por un instante. La percepción de aquella mujer era casi sobrenatural.

—Sé por qué estás aquí—continuó Andara, —pero primero dime: ¿Cómo era él?

La pregunta la desconcertó. Sabía exactamente de quién hablaba, pero no entendía cómo ella podía saberlo.

—No lo vi claramente—admitió Alexandra. —Solo sé que cambió de forma, se convirtió completamente en un hombre, me llevó en sus brazos y desvanecí en el sueño, luego desperté.

Andara frunció el ceño, como si reflexionara profundamente.

—¿Qué sentiste estando allí? —preguntó, evadiendo cualquier explicación directa.

—Miedo, pero también una sensación extraña, es difícil de explicarlo—respondía Alexandra con sinceridad.

Andara sonrió ligeramente.

—¿Qué es esto, Andara? ¿Esto es real o me estoy volviendo loca? —preguntó Alexandra, casi en un susurro.

La respuesta de Andara fue tan desconcertante como reveladora:

—No soy yo quien debe darte la respuesta, sino él. — Alexandra soltó una risa nerviosa.

—¿Cómo un personaje ficticio podría darme respuestas? No tiene sentido. —

Antes de que Andara pudiera contestar, un turista se acercó para pedir información sobre las excavaciones arqueológicas. La guía, con su habitual serenidad, respondió al hombre que la esperara para poder responder a sus preguntas y luego se volvió hacia Alexandra.

—Debes buscar la respuesta en tus sueños. ¡Despierta tu alma! Solo así podrás llegar a la verdad.

Dicho esto, se alejó, dejándola inmóvil, con más preguntas que respuestas. Las palabras de Andara resonaban en su mente, sin sentido aparente, pero con una profundidad que Alexandra intuía que pronto entendería.




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