El lado oscuro de la Luna

Capítulo 6

 

Sólo bastan 30 segundos

 

Estaba de pie físicamente, pero su alma estaba a punto de quiebre.

Llevaban tres años de matrimonio, cuatro de conocerse… tres años puede sonar como un periodo corto de tiempo depende a qué se compare, pero también puede sentirse como toda una vida… la miró, sin entender como habían llegado a ese punto.

Quizá si pensaba más profundamente de forma introspectiva vería la realidad, vería que aquello era lo mejor que les podía pasar, que era lo que realmente necesitaban y querían, pero llegar a esa conclusión le tomaría meses, en ese instante no lo sabía, verdaderamente solo se encasillaba en la idea de que aquello no podía ser posible.

Se había planteado toda una vida a su lado, habían hecho un juramento mirándose a los ojos… unas cuantas diferencias no podían arruinarlo todo, pero realmente dentro de su cabeza aquello sonaba a conformismo, sintió sus propios hombros encorvados, imaginó a su entrenador de boxeo pidiéndole mejorar su postura y luego se sintió un poco idiota por pensar en algo tan banal en medio del que parecía ser el peor escenario en su matrimonio.

—¿Me estas escuchando siquiera?... Daniel, mírate, ni siquiera me prestas atención cuando te grito a la cara… —Marianne se cruzó de brazos frente a él.

En ese preciso instante ante el semblante desencajado de la dama, Daniel deseó no haber mencionado a los adorables hijos de su amigo Demian, deseó no haber dicho lo lindos que lucían vestidos de abejas regordetas y lo mucho que le apetecía tener un bebé en casa, porque aquello había desencadenado una batalla campal sin oportunidad de tregua.

No iba a mentir, no era la primera vez que pasaba, el último año había sido algo así como un infierno que a ratos se disfrazaba de edén, ratos muy escasos… aun así ambos habían seguido adelante, ella con un humor de perros y una esperanza absurda de que la amase de la manera que deseaba sin mencionarle sus necesidades, sin mencionar la inseguridad que le causaba saber cosas que no debería haber sabido y la culpa en sus entrañas por continuar con aquello sabiendo que no sería su gran amor. Mientras él esperaba pacientemente a que ella estuviese de buen humor, pensando inocente y tontamente que un día despertarían y ambos querrían lo mismo, que si era lo suficientemente paciente Marianne cambiaría de opinión en cuanto alguna de las múltiples cosas que odiaba y que Daniel deseaba.

—Te estoy escuchando muy claro, solo que no tiene sentido lo que dices… —contraatacó, aun cuando conscientemente la había dejado de escuchar en el momento en que la palabra “separación” salió de los finos labios de la mujer.

—No, no es algo sin sentido, es lo único cuerdo que he pensado en todos estos años…

—¿De qué hablas? A caso… ¿no estarás diciendo que todo ha sido un error?

—Pues quizá lo ha sido, mira Daniel… yo no quiero hijos y es lo que más deseas, mi trabajo es mi única prioridad, tu estas harto de miles de cosas que son parte de mi personalidad y que no puedo cambiar, yo no aguanto que seas tan distante y no puedes cambiarlo… ¿lo ves?... que es que no coordinamos, no encajamos, no avanzamos, ya no de cualquier manera, quizá desde un principio debimos hablar de estas cosas y así nos habríamos ahorrado la desgracia —su mirada glacial le congeló las vísceras.

Y entonces sí que no quiso seguir siendo el amable y compasivo hombre que siempre aceptaba todos los deseos de aquella mujer, lo había sido por tanto tiempo, que al menos por unos segundos quería deshacerse de esa piel.

—Creo que necesitas que te recuerde que fuiste tú la que quería casarse… bueno, lo hicimos —sus manos se movían con desesperación acompañando sus palabras y dándoles la expresión que el momento requería —Quisiste que nos mudáramos de ciudad, lo hicimos también, a mucha distancia de la otra, te recuerdo…

—Estuviste de acuerdo, así que no me vengas con eso… estamos más cerca de tu madre, así que no puedes recriminarme todas las decisiones importantes de esta relación

—Pues sí que puedo, porque después dijiste que no querías hijos y llevamos tres años sin ellos, no querías un perro y lo acepte también, has decidido todo, pero esta vez no, no voy a divorciarme…

—Nunca opinaste, nunca tienes opinión sobre nada, aceptaste todo Daniel, no puedes culparme por tu falta de iniciativa —se quedó en silencio, ella tenía un buen punto.

Odiaba admitirse que estaba cómodo dejándola decidir, con la falsa estabilidad de no ser culpable si algo salía mal, con el conformismo de saber que no estaba en la cuerda floja, quizá aquella etapa en la que ya no había pensado lo había dejado brutalmente dañado, quizá querer iniciar un todo desde la nada había sido el más grande problema, de igual forma seguía en aquel estado de miserable desgano, pero con todos sus miedos aflorando manteniéndolo indispuesto a dejar que aquello que había pensado seria su “para siempre” terminase.

—Podemos esperar un tiempo… podemos encontrar la forma en que ambos…

—No sigas, por favor, no quiero tiempo, no quiero nada… necesito estar lejos de ti, no querré las cosas que quieres en unos meses y no podrás ser lo que necesito si dejamos pasar unas semanas, ya no quiero hacerme la ciega… —lo interrumpió tajante.

—Desde el principio he sido el mismo, no entiendo… yo no entiendo nada.




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