Una mano amiga
Estaba decepcionado en todos los planos posibles en su vida, pero al menos tenía una copa de costoso y efervescente champagne en su mano y una botella completa frente a él… ¿Estaba dispuesto a bebérselo todo? Tal vez.
Todo dependía del rumbo que tomase aquella conversación. Frente a él su buen amigo lo miraba con ojos evaluadores, su cabello prematuramente cano lo hacía lucir como un adulto sabio y aun cuando no sabía lo que Demian quería preguntarle, solo al ser mirado por aquel hombre lo hacía sentir que diría si a cualquier petición.
Demian Marquina miró a su alrededor; las paredes de mármol de aquel hotel hacían lucir el interior del restaurante como una habitación más, apuntó mentalmente no reservar ahí nunca, pero, siendo sincero, él no necesitaba hoteles… tenía una casa enorme y bonita, la madre de sus hijos los había dejado cuando los mellizos eran aun bebes persiguiendo su sueño de convertirse en super modelo; quizá aquel era su pago por creer que hacer vida al lado de una chica joven, ambiciosa y hermosa podía funcionar, al pensar en su casa aquel hombre se sintió un desconsiderado, miró al lamentable hombre frente a él y sonrió con cordialidad justo al tiempo que se recomponía en su sitio.
—Puedes quedarte en mi casa Daniel… —dijo sin más, no quería sonar como un maldito idiota pretencioso, pero no había mucho de donde cortar, la verdad era dura y su amigo no necesitaba más piedad, eso solo lo hacía seguir cómodo en su estado de autocompasión.
—Gracias, pero me gusta este hotel y… ya sabes, la tranquila soledad —Demian entrecerró los ojos en su dirección.
—¿Te refieres a mis hijos?... Te adoran, no serán un problema, pasan el día con la niñera —ambos sabían esto, Daniel solo buscaba dejar de ser visto como el que necesitaba todo el apoyo posible.
Pero desde que su posible divorcio se había corrido como un rumor entre su círculo de amigos, que, por razones obvias; como que habían llegado juntos a aquella ciudad y desde entonces ya eran una pareja consolidada; compartía con Marianne a cada amistad o contacto guardado en la agenda. No eran cientos de personas, pero todos lo veían como el que estaba perdiéndose, ya saben, cuando se separa la parejita del grupo de amigos algunos se inclinan hacia el lado que causa más pena, lastima y tristeza, bueno, Daniel estaba siendo ese lado y lo odiaba, un poco al menos, aunque evidentemente tenía sus pequeñas ventajas.
—Lo sé, pero no quiero molestar, estoy muy bien aquí, el servicio a la habitación es una pasada —Daniel soltó la única cosa verdadera de aquel hotel y sonrió, Demian asintió, le había creído.
Se habían conocido casi desde que Daniel había llegado a aquella ciudad, por motivos que ya ni siquiera podía recordar había ido a parar con otro par de amigos a un famoso almuerzo de conocidos al que ellos si habían sido invitados, en cuanto le presentaron a Demian como el mejor abogado de la ciudad y este hizo un gesto para restarle importancia para luego contarles como su hija había hecho una montaña de cereal en la sala de su enorme casa, le había parecido un buen tipo, habían conversado sobre cosas sin sentido y unos días después ya era el encargado de sus asuntos legales respecto a sus propiedades, aun cuando ese no era su rama y especialidad, Demian se había ofrecido a hacerlo mientras encontraba a otro abogado en la ciudad, no queremos arruinar la sorpresa pero, evidentemente, Daniel no había buscado otro abogado y Demian no lo habría dejado hacerlo.
Porque sus juntas mensuales para chequear que todo fuese en orden, en realidad se habían convertido en reuniones para conversar de sus vidas, lo que iba mal y disfrutar de una buena compañía.
—Dan, quizá es tiempo de que comiencen a… ya sabes, hacerlo oficial
Daniel bebió todo el contenido de su copa, llevaba dos meses fuera de casa, pero eso de firmar puntualmente los papeles que disolverían su matrimonio como si desde el principio se hubiese tratado de un simple contrato, bueno, no había estado de humor para hacerlo, para responder alguno de los escasos mensajes de Marianne pidiéndole hablar para poner una fecha, el ultimo había sido más una advertencia; Está bien Daniel, lo haré a mi manera. Podía escuchar la voz libre de duda de Marianne aun cuando era un mensaje de texto.
Daniel miró a Demian de hito en hito, sintiendo que había algo oculto tras aquellos ojos oscuros que conocía tan bien.
—¿Te dijo algo? —se refería a su futura exesposa, claramente.
—Fue al despacho hace dos días, solicitó un abogado…
—Demian… te pediré esto, aunque sé que no está bien… dale largas, al menos unas semanas más, estoy seguro de que… de que se le pasará, nosotros solo necesitamos un tiempo, en verdad… —sonaba convincente hasta en sus propios oídos, quizá eso era lo peor del caso; que se convencía de cosas que no eran para nada reales.
—¿Estás seguro? —lo miró muy atento, Demian sabía lo que tenía en frente; un caso de ingenuidad aguda, resistencia a la aceptación y se sintió triste por su amigo.
Quizá se habría sentido lo triple de triste si lo hubiese conocido muchos años atrás, cuando Daniel era más joven, más encantador, más feliz, más de todo…
Pero en el fondo seguía siendo el mismo, solo que, por alguna razón, aquella ocasión le costaba bastante soltar, dejar ir y continuar, aunque, bueno, siempre le había costado, al menos un poco.
Editado: 30.06.2021