El pasado siempre será el pasado
Pasó toda la mañana dudando entre la decisión de ir o no al almuerzo de los domingos de Demian, su mente se ocupaba en el pensamiento de que realmente estaba sucediendo; estaban por romper la promesa eterna que pensó que sería de esta manera; su matrimonio… y es que aun cuando la desesperación que sentía no era del todo dirigida a Marianne, la verdad era que había sido parte importante de su vida y como la mayoría de personas que deciden casarse; había creído que era algo definitivo, que aquella era la parte más sólida de su vida.
No podía decir que no lo intentó, porque llevaba meses tratando de salvar aquello, pero saber que aun cuando pusiste todos los intentos posibles en algo y aun así no sirvió… bueno, duele, duele mucho, duele hasta quemar.
Su humor aquella mañana era un tema especialmente delicado, solo sabía que había despertado de malas, como si todo el día fuese a ser un desastre total y solo la promesa de disfrutar del delicioso vino que Demian ofrecía en sus almuerzos como si fuese agua… fue su única motivación para alistarse.
No podía no ir, porque en primer lugar su gran amigo lo había invitado y después de ver en las hojas de cálculos todo el dinero que se estaba ahorrando con el descuento que su despacho le haría por llevar el divorcio, bueno, no podía decirle que no a casi nada… estaba realmente agradecido.
Miró hacia la esquina en la que un ficus tropical de medio metro esperaba a ser desembalada, su madre había insistido en enviarle aquella planta, aun cuando Daniel le dijo que iría a visitarla en dos semanas, Hildy mantuvo su decisión y simplemente aquella mañana llamaron a su habitación con un paquete para “la habitación 58”.
Aquello lo deprimió, toda su vida se estaba reduciendo a una habitación de hotel… aquel día, bueno, simplemente pintaba mal.
En cuanto cruzó la entrada de la casa de Demian, se dirigió al jardín; saludó con la cabeza a algunos de sus habituales invitados, todos reían y contaban anécdotas de pie en aquellas mesitas inútiles, pensó en que quizá debía aconsejarle a Demian que cambiase a sillones-columpio, eran mucho más cómodos e ideales para el aire libre.
Para el momento en que sintió su mundo detenerse ya se había bebido un cuarto de la botella de vino, su humor seguía apestando, pero al menos se sentía un poco… tranquilo, hasta que sintió todo lo contrario, claramente.
Su mirada oscura se centraba en su copa, tenía los codos sobre la mesa y en una mano sostenía el delicado cristal, observando el líquido del color de la sangre como si lo tuviese hipnotizado y sintió una mano en su hombro, supuso que era Demian, porque era el único de entre todas las personas que estaban alrededor con el que conversaba, su voz al hablar lo confirmó.
—Daniel, amigo, quiero presentarte a mi mejor estudiante... —Daniel sonrió, pensando en la conversación que habían tenido la semana anterior, se dio la vuelta, listo para conocer a aquella mítica chica, pensando en si lograría sorprenderlo como Demian había jurado.
Su vista se enfocó en ella.
Dejó de escuchar todo lo que pasaba en el exterior.
Su sonrisa se borró por inercia.
Y entonces, decir que estaba sorprendido era una nimiedad.
Layla… el nombre llenó su mente y su existencia completa.
Su mundo se detuvo.
No escuchaba nada, solo podía verla, era ella… alguien a quien pensó que no vería de nuevo. Su pecho se sintió lleno y totalmente vacío a la vez, todo él se sentía de esa manera, pensó en que a veces es tan fácil olvidar lo mucho que extrañas pensar, sentir o ver a alguien hasta que tienes en frente a esa persona y entonces lo notas; el irremediable y cruel vacío que su ausencia había dejado en ti.
Ella lo miraba, sus ojos grandes, conocidos, hermosos… aquellos ojos… lo miraba pasmada, quizá estaban en las mismas, porque ninguno parecía poder creer que aquello fuese real.
Pero él se obligó a no mirarla, no demasiado, aun cuando lo único que deseaba era repasar toda su presencia, mirar su rostro en busca de cambios, no lo hizo, no la miro, porque mirarla demasiado sería un problema. Si se preguntaba algo en aquel momento era si la vida se podía burlar de él de una manera más cruel.
Miró hacia Demian, porque él no lo hacía sentir como si estuviese parado en arenas movedizas.
—Ella y sus compañeros han aceptado poner todo de si para que tanto tu como Marianne tengan un resultado satisfactorio… —Demian miró a ambos, ella seguía en transe y apenas parpadeaba, pero su amigo no pareció notarlo, Daniel asintió en su dirección, fingiendo que le interesaba lo que decía —. Y bueno, este es mi buen amigo; Daniel Luna y ella es mi mejor estudiante; Layla Alexander —Daniel tendió su mano hacia ella, que le dio un apretón con firmeza y sin dudar, él retiró la mano de prisa, temeroso a sentir alguna cosa para la que no estaba preparado.
—Layla... —fue todo lo que salió de su garganta y se sintió idiota, se sintió ridículo por estar así de afectado.
—Sr. Luna... —ella estaba tan tranquila, tan… impresionante.
Daniel solo pensó en lo mucho que quería parecer tranquilo y despreocupado por aquel encuentro, tal como ella… se propuso lograrlo, porque si bien todo su sistema nervioso no estaba funcionando correctamente, nadie tenía que saberlo ¿no?
Editado: 30.06.2021