El pasado a veces sale a dar la vuelta por el presente
Entonces le dijo lo único que podía representar lo que estaba pensando y sintiendo en aquel momento:
—No hay porque incomodarnos, ahora somos adultos... ambos, podremos llevar las cosas en paz, como habrás notado no es el mejor momento para mí, así que no tengo cabeza para nada mas... —la mueca fugaz de dolor que cruzó por el rostro de la mujer que lo miraba, lo hizo arrepentirse un poco de la rudeza de sus palabras, pero no podía retractarse, no cuando en aquel momento creía que era lo correcto decir aquello.
Quizá mencionar implícitamente sus antiguos pesares era algo incorrecto, no, en definitiva, lo era, pero, quizá en el fondo seguía teniendo al menos un pequeño vestigio de rencor, que, combinado con su mal humor actual, era fácil dejar salir a la superficie.
Layla retrocedió apenas unos milímetros, que en aquella situación hicieron demasiado evidente su estado titubeante.
—Tienes razón, lo siento mucho —soltó con voz apretada y semblante frio y se fue sin mirarlo de nuevo, sin darle espacio para decir algo más.
Aunque seguramente no tendría nada más que decir.
Durante todo el tiempo que pudo se obligó a no buscarla entre la multitud, tiempo que fueron, básicamente, cinco minutos. Y entonces recorrió aquel enorme y elegante patio con la mirada y en seguida se arrepintió de haberlo hecho.
La observó sonreírle a un chico, alto y simpático, cuya sonrisa brillante parecía ser exclusivamente dirigida hacia ella, reían y él posó su mano sobre su espalda baja descubierta por el escote del vestido, él se inclinó hacia ella con un misterioso secretismo, mientras ambos estaban cerca de una mesa de bocadillos. Daniel no pudo apartar la vista desde entonces, pensando en unas palabras que sentía que ya había escrito en algún lado…
“No sé si querrás saber de ella, quizá no, yo no querría saber de un él en tu vida…”
Se sentía peor mirarlo, mirar a un “él”, se sentía peor que solo saber, se sentía extraño ver a alguien con quien fuiste feliz siendo feliz con alguien más, la mirada de aquel chico chocó directamente con la suya y entonces se sintió como un entrometido, aun así, no pudo dejar de mirarlos, una extraña paz lo invadió, ella parecía feliz, al menos uno de los dos lo era…
Observó al hombre inclinándose más cerca de ella, envidió un poco que él pudiese posar la nariz tan cerca de sus brillantes cabellos y saber cuál era el aroma que Layla despedía, antes de darse cuenta de que sentir envidia estaba mal y lo dejó pasar. Aquel hombre en su traje elegante se recompuso de pronto, pareciendo un poco imponente, levantó el pecho y la miró con seriedad, la imaginó pidiéndole salir de allí, porque fue justamente lo que hicieron.
Daniel observó como ella salía de aquel lugar colgada del brazo de aquel hombre, con una tranquilidad apabullante, dejando atrás las crueles olas de su regreso azotando contra las ya de por si afectadas costas de la vida de Daniel.
Quería creer que aquello no cambiaría nada, pero en su interior algo le decía que estaba equivocado, se dio cuenta de algo que lo dejó aún más paralizado, si eso era humanamente posible: tenía años que no se había sentido tan despierto como en aquellos minutos.
….
Volvió a su cuarto de hotel y quizá la idea de que la marea de sentimientos ya estaba tranquila lo habría hecho sentirse mejor, la cosa es que la marea de sentimientos no estaba tranquila, ni un poco.
De un momento a otro el vino había comenzado a surtir efectos extraños en su sistema, de pronto solo quería llegar y sacar del fondo de su única maleta arrumbada en el pequeño closet de la recamara aquella caja pequeña; la caja en la que había estado el único regalo que tuvo la oportunidad de hacerle a Layla… justo antes de que todo pasara y cuando parecían estar en su mejor momento.
Ciertamente ya no pensaba en aquellos tiempos, pero tampoco había tenido el valor para deshacerse de los únicos y pocos recuerdos que tenia de ella, abrió la tapa, el terciopelo de la cubierta ya se sentía pastoso por el paso del tiempo, y entonces tomó el único recuerdo que tenía de ella; una fotografía instantánea.
El pasado siempre será el pasado, pero el pasado a veces sale a dar una vuelta por el presente, pensó, dándose por vencido, dejando caer la careta que se había convencido de llevar puesta unas horas atrás; frente a Layla.
Recordó ese día; el día en el que Layla fue a verlo a la escuela en la que trabajaba, en el centro de aquella ciudad colonial, en ese momento pensó en la enorme casualidad que representaba el hecho de que aun cuando ambos habían salido de ese lugar, fuesen a encontrarse precisamente en una ciudad que estaba a más de cuatro horas de distancia de donde se habían conocido, es decir, las posibilidades parecían mínimas y aun así ahí estaban… las pequeñas posibilidades haciéndose realidad, ella parecía tener un don para aquello.
Volvió a pensar en aquel momento; quizá había sido el punto más alto de su amor, porque ella estaba pidiéndole ir despacio y esperar y ser discretos y aunque eso no iban con él, de una manera casi siniestra, Daniel habría hecho todo por ella. Recordó como había salido aquel día de la escuela sintiéndose como la mierda por como habían medio discutido, aunque en esos instantes sonreía un poco ante el recuerdo del rostro inundado en celos de Layla, ella creía algo sobre una de sus compañeras de trabajo, era una realidad que aquella mujer de cabellos rojos de la que ya ni recordaba su nombre le había insinuado muchas veces sus intenciones, Daniel se sintió tonto al recordar como él la cortaba hablándole sobre su novia… sonrió con ironía, al pensar en cómo había puesto todas sus esperanzas en ella, en una Layla que no tenía idea de la vida ni tacto para mentir.
Editado: 30.06.2021