El lado oscuro de la Luna

Capítulo 13

 

La realidad no es tan impactante 

 

Dos días más tarde estaban teniendo conversaciones aparentemente banales, pero especialmente incómodas sobre el café y como solían tomarlo, el problema era que lo que solía ser… ya no era.

Daniel sabía que pasaría mucho tiempo en aquel lugar que casualmente era el trabajo de Layla, así que, el hecho de que aquel incómodo encuentro no sería el primero ni el último hacia que todo comenzara a tomar una forma distinta…

Después de una semana de pasar de aquí a allá ignorándose mutuamente, él comenzó a notar algo distinto en sus miradas airadas, de pronto sensaciones extrañas le llenaban la mente y su voz interna le gritaba por ir y hablarle. Sabía que había sido bastante borde con ella al principio, no era intencional, aquella distante personalidad era su mejor disfraz para tratar de ocultar sin éxito sus fracasos y miedos.

Sin embargo, con ella saliendo como rayo de las salas en las que él entraba, evitándolo en los pasillos, corredores, escaleras y ascensores… bueno, se volvió un tanto misterioso, y aun cuando los años lo habían cambiado en formas enormes y distintas, definitivamente aun le llamaba el misterio, quizá solo era porque se trataba de aquella mujer de ojos esmeraldas, pero no lo admitiría, porque aquello era demasiado para alguien perdido en medio de un divorcio.

Decir que le carcomía el cerebro la necesidad de preguntarle qué estaba pasando era poco, con los días comenzó a relajarse, entendió que para bien o para mal aquello seguiría pasando, en vista de que inevitablemente seguirían viéndose y con aquella nueva actitud confusa de Layla, se encontró a si mismo deseando conversar con ella…

Había puesto toda su resistencia ante aquel encuentro, pero de pronto, notó que la realidad muchas veces es menos impactante de lo que creemos, él lo había dicho, eso de que solo eran viejos conocidos… entonces entablar conversaciones libres de miradas incómodas y recuerdos inconclusos podría ser algo que merecían, que podrían llegar a tener.

Quizá recordaría por siempre la mirada de aquella mujer el día en que se vio obligada a compartir el ascensor con él después de pasar días evitándolo, porque por sus ojos había cruzado el sentimiento mas visible que él había notado en ella hasta ese entonces; desagrado.

Flaqueó y no podía negarlo, todo en el tambaleó de hecho, porque no esperaba causar algo como eso en ella, aun cuando sabía que probablemente lo merecía. Lo peor en aquel escenario es que aquel día había ido hasta ahí exclusivamente para tratar de conversar con ella, quería dejar de sentir que su “no relación alguna” era otra de las múltiples situaciones que no estaban bien en su vida, además de que la voz de su madre con aquel consejo absurdo no había dejado de acosarlo a cada momento.

Así que, ignoró su estado de estupor y le invitó a subir, ella lo hizo, mirando las paredes metálicas del cubículo, bajo sus pies se sentía el funcionamiento del ascensor. Entonces Daniel soltó lo primero que se le ocurrió, necesitando saber que no se odiaban ahora, aun cuando quizá hubiese sido bueno…

—¿Como está tu hermana? —la mirada que ella le devolvió en respuesta lo hizo sentirse como un niñito regañado.

—¿Qué haces aquí? Demian dijo que solo vendrían una semana cada uno —la forma en la que ella ignoró la pregunta lo hizo recordar viejos tiempos.

Daniel pensó en mentir, pero su cerebro tardó demasiado en buscar alguna excusa válida por la que estaría en aquel lugar cuando no tenía nada que hacer ahí, estaba demás decir que se sentía menos aburrido que en el cuarto de hotel en el que vivía, pero la única razón, como ya se ha mencionado, tenía nombre y apellido y lo miraba con desaprobación.

—Quería conversar contigo, saber cómo estás... —soltó finalmente incapaz de mentirle, ella negó con la cabeza.

En ese momento, mientras se permitía observarla, fue evidente su nuevo porte, su crecimiento físico, era imponente, pero no de la manera en que encontraba imponente a Marianne con su mirada fría, más bien era magníficamente imponente, con aquel rostro hermoso y la voz sin rastro de duda, su postura recta y su cuello delgado a la vista… era como una linda obra de arte con capacidad de moverse.

Se sintió idiota ante sus pensamientos, luego decidió que dejaría de mirarla analíticamente si quería entablar conversaciones con ella.

—No creo que sea correcto hablar de temas que no incumban el caso.

—El caso no es oficial aun —quería sonar convincente, quería sonar como que aquello no estaba mal en ningún sentido y principalmente quería creerlo también.

—No quiero hablarte de mi hermana ni contarte como he estado, Daniel —soltó ella en un tono mordaz, que dejó una ligera sospecha en Daniel de que había algo más.

—Layla... tenemos un pasado, no podemos hacer como si no nos hubiésemos visto antes.

—¿Sabes qué? Creo que podemos, tú mismo lo dijiste: no somos los mismos, ni de cerca... —Layla salió del ascensor apresurada en cuanto las puertas se abrieron y él la siguió fuera, caminando con rapidez tras ella.

—Pero tú no estabas de acuerdo con eso —soltó confundido.

No quería sonar como un extraño que cambiaba de opinión de un día a otro, pero evidentemente lo era en ese momento, así que solo le quedaba tratar de convencerla.




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