El lado oscuro de la Luna

Capítulo 15

 

La vida comienza a sentirse cómoda

 

Layla se había vuelto una persona importante para él más allá de lo que había vivido ocho años atrás, estaba siendo una especie de firme soporte. Su luz y positivismo iluminaban los recónditos pasadizos de la mente de Daniel y lo llenaba de una especie de sentimiento muy parecido a la esperanza.

Le había mostrado partes de su vida ordenada y lo había dejado entrar en sus zonas seguras, él se sentía un poco abrumado a veces con la capacidad que tenía aquella mujer para ver las cosas buenas.

Le estaba ayudando demasiado y eso le asustaba, así que en momentos en los que sus avances emocionales le golpeaban como una cachetada en el rostro, él trataba de convencerse de que había sido él quien estaba avanzando por si mismo. Aun cuando esto sonaba a una vil mentira. Lo agradecía, silenciosamente agradecía a Layla y su nueva faceta por hacerlo querer ser mejor, pero solo en silencio porque de gritarlo a los cuatro vientos su renuencia a negarse a sentir algo más allá de lo necesario por ella se vería vulnerada.

Era un idiota y lo sabía, mas no era lo suficientemente capaz de hacer algo al respecto. Así que solo avanzaba, recibiendo todo lo que ella le ofrecía sin dar nada a cambio.

Ambos tenían una vida ajena y una mistad, solo eso y se sentía bien.

Recordó el momento en que se dio cuenta por primera vez que quizá su cuerpo seguía reaccionando a ella, aun después de tantos años, era absurdo pensar en que aquello podría ser prevenible, porque quizá lo era, quizá lo más adecuado habría sido dejar de insistir en aquella amistad y simplemente alejarse de ella, pero estaba siendo tan egoísta como no lo había sido ocho años atrás y por algún motivo, esta vez no quería dejarla, dejarle el camino libre para seguir con su vida, esta vez sentía la necesidad por quedarse e implicarse.

Así que con ella y aquel chico que había reconocido como el hombre que la acompañaba el día en que se encontraron por primera vez en el almuerzo de Demian, mirándolo con solo una toalla cubriendo la parte inferior de su cuerpo, se dio cuenta de que muy probablemente había sentido un poco más que calor subiendo por su espina dorsal ante la mirada profunda de Layla recorriendo su torso.

Aun así, se había quedado a pasar el rato con ellos en aquel concurso de chocolates, que le había hecho sentir de alguna tonta manera, joven y feliz, justo como un niño pequeño en las navidades, cuando hay dulces por todas partes y buena compañía.

No había tardado demasiado en descifrar que aquel chico que le había dado una punzada de celos al principio era en realidad solo un buen amigo de Layla, le agradaba, era hablador y simpático, quizá habría sido perfecto para ella, si no hubiese tenido la misma mirada que Layla cuando lo vio casi desnudo.

Rio ante el recuerdo, mientras regaba aquella planta que su madre le había enviado.

Luego ella lo había llevado a su lugar especial y le había compartido el amplio significado que tenía para ella comer un helado de sabores extraños en medio de un claro, frente al bosque y con aquellos lentes de sol que muy seguramente lo habían hecho ver ridículo, pero, que, de una manera extraña, lo habían animado también.

Pensó en lo extraño que era ahora entrar a la vida de Layla, con la libertad que hace años había deseado, justo como en aquel tiempo hubiese querido y contrario a lo que había pasado en ese entonces, pensó en lo extraño que es volver a alguien a quien amaste y cuyo amor te destrozó, era evidente que ella estaba en la misma situación, pero mientras él no sabía cómo reaccionar ella estaba abriendo todas sus puertas y ventanas para él, estaba siendo particularmente amable y considerada, estaba siendo realmente una gran persona...


Quizá su miseria y el disfraz de conformidad eran suficientes para seguir fingiendo que su vida no estaba tan mal; ni ahora, ni antes, que ella volviendo a aparecer no movía las cosas, quizá si aguantaba un poco más podría seguir poniendo aquella mueca de desinterés, quizá podría seguir diciendo que entre ellos no había nada en su frágil intento por no hacerla pasar por lo mismo dos veces, convencido de que en esta ocasión no tenía nada para ofrecer, quizá si no sonreía demasiado los demás podrían seguir pensando que Layla le era indiferente, que antes de ella estaba la mar de bien, que no la había extrañado durante aquellos ocho años o que ni siquiera había pensado en ella, quizá si la llamaba amiga podía pretender que todo rastro de viejos sentimientos había desaparecido, aun cuando durante todo el día sus pensamientos eran esclavos de ella y sus ojos verdes y su sonrisa rojo cereza, ella y todo ella...

 

Se dirigió con duda hacia el restaurante en el que Layla y Jerome lo esperarían para aquel presunto desayuno de victoria por haber ganado el concurso de chocolates, cuando cruzó el umbral, solo Jerome esperaba en una mesa.

—Hola Daniel —soltó Jerome apenas lo vio y Daniel asintió hacia él en respuesta —. Layla vendrá en cuanto Demian la deje libre…

—Muy bien —acotó Daniel, tomando entre sus manos el menú.

—¿Tienes dobles intenciones con Layla? —la mirada aguda de Jemm hizo a Daniel reír.

—No… —soltó, negando con la cabeza y con una sonrisa en el rostro.

—Bueno, si las tienes deberías comenzar a demostrarlo, ella esta con Nick pero… quizá no dure mucho —el tono en el que le contaba aquello le recordó a su madre, dando ligeras insinuaciones disfrazadas de chismes.




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