El lado oscuro de la Luna

Capítulo 16

 

Miedo a “viejos” nuevos sentimientos

 

En un abrir y cerrar de ojos sus vidas estaban tan entrelazadas como un nudo celta.

Layla le daba a Daniel el ánimo para hacer cosas que había dejado pasar, quizá estaba mal dejar que alguien entrase de esa manera en tu vida, pero quizá, Daniel lo sabía y aun así se sentía cómodo con esto.

Tal vez la culpa la tenía aquella nueva manía suya por dejar que otros se ocupasen de lo importante, de cualquier forma, ahí estaba; en su nuevo y realmente pequeño apartamento.

Al menos tendría agua caliente, se dijo, repitiendo algo que Layla ya había dicho antes.

Era un hecho que pasaban bastante tiempo juntos, ella y él y Jerome también se les unía en ocasiones, para llenar las conversaciones de frases graciosas y miradas socarronas.

Se había mudado por fin, había dejado aquel cuarto cutre de hotel, gracias a ella seguía con su vida, podía seguir negándoselo, pero al final, aquella era la única verdad.

Layla y Jerome lo habían acompañado hasta el edificio, lo habían ayudado a meter sus pocas cosas en la cajuela del moderno auto de Layla y luego lo habían ayudado a subirlas hasta el sexto piso, donde su apartamento se encontraba. Es gracioso como puedes descubrir con facilidad quienes son los que están para ti en momentos malos y es aún más gracioso darte cuenta de que son personas que nunca imaginaste o esperaste que lo hiciesen.

Había sido sencillo, solo dejar aquel cuarto y llegar a uno nuevo, pero significaba más que eso, porque aquel había sido el primer paso real en su proceso de aceptar que lo suyo con Marianne estaba terminando de manera irreversible y definitiva.

Se mostró animado mientras ellos estaban ahí, miraba a Layla con su ridícula “vestimenta de jaleo” como ella había nombrado a su enterizo de mezclilla y la bandana en su cabeza, ella estaba radiante, Jerome sonreía por todo y hacia observaciones sobre la buena vista que había desde el balcón y como luciría el espacio cuando tuviese muebles… y Daniel les había tratado de seguir el ritmo. Pero en cuanto ambos habían salido por la puerta, dejándolo solo, tomó lo que quedaba de la botella de vino de celebración que Jemm había llevado y se lo bebió, sentado en medio del piso vacío del lugar que debería ocupar un sofá o algo por el estilo, mirando hacia el exterior que el balcón con las puertas abiertas permitía mirar,

Se sintió brutalmente solo.

Se sintió como un alma errante que solo se encontraba cuando alguien más lo ayudaba, aquel era su mayor problema; ya no recordaba como ser él sin que alguien más se lo dijese y tenía que poner cartas en el asunto o pronto terminaría por desconocerse.

No sabía a ciencia cierta qué le ocasionaba aquella sensación, quizá Marianne ya no tenía mucho que ver en aquello, porque como le había dicho a Layla; no estaba seguro de echar de menos a Marianne o a su vida con ella, quizá ninguna, quizá ambas, quizá solo extrañaba la cómoda seguridad que sentía a su lado, o quizá se estaba dando cuenta de lo mucho que había extrañado la libertad de tomar sus propias decisiones consciente del probable riesgo de fallar y eso… lo estaba haciendo despertar de su adormecimiento.

Quizá la sensación era solo un efecto colateral de volver a la vida en el punto en el que la había dejado de disfrutar de verdad.

Pensó en Layla, que había estado un poco decaída los últimos días, después de que Jerome le contase en secreto que ella y su novio habían terminado, con una mirada ladeada que le dejo claro que estaba sugiriendo que aquel era su momento de actuar, Daniel había entendido entonces la actitud de ella, pero había encontrado preocupante el hecho de que en aquella ocasión el silencioso consejo de Jemm lo hiciera dudar y no reír.

Él no estaba listo para avanzar, mucho menos sabía si Layla era la mujer con la que debería hacerlo, en aquel momento su amistad era todo lo que lo mantenía a flote y no quería perder aquello de ninguna manera, se había convencido de que quizá aquella relación era todo lo que podían tener, después de haber vivido lo que ocho años atrás los había dejado un poco rotos a ambos, quizá lo peor que podían hacer era comenzar algo estando aun fracturados.

Así que continuaron de esa manera, Daniel ignorando todo lo que lo llevaba a pensar en la probabilidad de que aquella sensación en su pecho fuese algo más que tristeza por la vida que estaba dejando al lado de Marianne, tenía pánico real de que más bien se tratase de miedo por lo que estaba sintiendo de nuevo por Layla.

Habían salido esa misma semana, un viernes por la noche, Layla llevaba un vestido que él prefería no mirar y tanto Daniel como Jerome vestían camisas tratando de lucir medio formales, era un club nocturno de renombre, uno en el que no entran adolescentes que nos puedan hacer sentir más viejos, había dicho Jemm. Layla había reído, por primera vez en días parecía realmente feliz.

Habían pasado la noche alrededor de una mesita, sentados en taburetes incomodos y bebiendo mojitos con limón como si fuesen agua, entonces Jemm se había puesto de pie para bailar con un chico de la banda que tocaba en vivo viejas canciones de jazz, Layla ya le había hablado de la debilidad de su amigo por músicos de almas libres y voces roncas.

En aquel instante ella abrió los ojos con sorpresa y sonrió, para luego hundirse sobre sus propios hombros con una mueca de tristeza, ambos estaban un poco ebrios, pero ella estaba un poco más que solo un poco, para ser francos, sus ojos adormecidos la delataban. Él la miró interrogante y ella se inclinó más cerca para que la escuchase sobre el sonido de la música.




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