El lado oscuro de la Luna

Capítulo 17

 

Demasiado para tan poco

 

Estaba de pie, esperando que el valor para entrar al despacho Marquina & Co le cayera del cielo, Demian le había llamado, quería hablar con él, desde que había escuchado su voz al otro lado del móvil había comenzado a presentir que aquello se trataba de la oficialización del caso, de su divorcio.

Le era difícil pensar en la sensación de temor que aquello le causaba, unos minutos después, dentro del coche de Layla, mirándola confirmar que era oficial y enterándose de que ella representaría a Marianne, supo que el temor era dirigido a no sentir nada cuando lo supiese, nada de tristeza, decepción o añoranza, justo como en aquel instante, justo como lo que estaba sintiendo; nada relevante.

Aquello solo podía significar que sus sentimientos hacia lo suyo con Marianne ya no existían de la forma en que le daban la excusa para negar que le pasaba algo más con la mujer sonriente a su lado.

Después de correr tras ella bajo la lluvia lo único que había deseado era besarla, quizá si ella se hubiese tardado solo unos segundos más en romper el silencio, lo habría hecho, habría terminado con esos diez centímetros que los separaban, habría saboreado la amarga y contaminada lluvia de la ciudad sobre sus labios y seguro que habría sido perfecto, por al menos unos segundos.

Pero no podía obtener solo unos segundos, no podía ofrecer solo eso, porque era todo lo que tenían y al final aquello era nada… así que agradecía que ella pudiera ver a través de él, que supiera que deseaba lo que no podía tener y lo llevase corriendo a su auto.

Daniel pensó en Marianne, aquello se estaba volviendo un torpe mecanismo de defensa, porque cada vez que debía asegurarse de levantar sus muros pensaba en ella; como si en verdad cambiase algo, esa excusa gastada estaba siendo cada vez un poco menos efectiva para su mala suerte, aun así, se convencía de lo contrario, quizá después de todos esos meses de negación se daría cuenta de que no había nadie más terco que él y su corazón.

Todo el camino hacia el apartamento de Layla solo pensó en los pobres asientos de piel, eso y que su situación con Marianne ya no dolía, comenzó a preguntarse si en verdad había dolido alguna vez, porque ante el dolor que le había causado no poder tomar la decisión de acercarse y besar a Layla, ningún otro dolor parecía real.

El hecho de que Marianne lo viese en aquella escena aparentemente comprometedora pero totalmente inocente con la que ahora era su abogada oficial y él no hubiese sentido la urgencia de correr tras ella solo había confirmado sus sospechas; lo había superado.

Y al pasar de los días, aquella tensión entre él y Layla se volvía cada vez un poco más palpable, de pronto, estaban teniendo conversaciones peligrosamente inestables en aquella sala de descanso que comenzaba a representar un detonante si estaban solos.

—Es mía —dijo ella, mientras sacaba la enorme y roja manzana del plástico y lanzaba la bolsa al bote de basura.

Dándole una mirada airada después de desmentir la acusación que él acababa de hacer, aquel día había llegado al despacho para confirmar con Demian que Giulio Vassier sería su representante legal, Daniel lo había elegido por dos razones; el chico desde el principio parecía tan comprometido con él y su caso y la segunda, fue que Jerome le pidió que no lo eligiera; No soportaría tener que competir con Layla, sé que es tonto, pero ninguno de los dos daríamos todo de nosotros sabiendo que el otro tendría una posible derrota, le había dicho en un tono cómplice y preocupado, así que, como Giulio siempre fue su primera opción, ahora lo era de forma oficial.

—Mientes —soltó él habiendo notado el nombre de Giulio en la bolsa de plástico que ahora yacía en la basura y mirando aquella mujer, los ojos falsamente sinceros ayudados del tono esmeralda y las enormes pestañas, parecía real, un recuerdo inevitable cruzó sus pensamientos; Layla mintiéndole a los ojos años atrás, la mentira más bonita y cruel...

Era cómico que ahora, cuando ya no tenían nada, pudiese leerla tan bien, pudiese encontrar la mentira en sus ojos aun cuando ella lo ocultaba como una experta.

—No... —respondió ella como si él hubiese hecho una pregunta y no una afirmación, sus labios ligeramente rosados se movieron con la soltura de un pez al nadar, con la mágica lentitud de las nubes al avanzar en el cielo azul.

—No ha cambiado nada tu rostro —dijo Daniel de pronto, concentrado en sus pensamientos y sin pensar antes de dejarlos salir tan libremente, sonriendo con una sincera felicidad que inconscientemente solo ella provocaba en él.

—Soy 'come años' —Layla sonrió forzadamente cuando él soltó una risa suave.

—Ya, me parece que ya había escuchado aquello

—Tienes buena memoria

—No tanto como desearía —sus ojos se volvieron más profundos y Daniel no pudo detenerse de mirarla, mirarla por completo, con la desfachatez que solo habría podido hacerlo ocho años atrás.

Viéndola retroceder él sintió un poco de arrepentimiento por sus palabras, ellos no podían hacer ese tipo de bromas, él no podía decir ese tipo de cosas, porque en realidad no eran una broma, eran sus deseos más profundos y ocultos gritando por salir a la luz, por llegar hasta ella y su rostro conocido...




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