El lado oscuro de la Luna

Capítulo 19

 

La sensación de desear lo que no puedes tener

 

Daniel Luna se dirigía con aire cansado hacia la salida del despacho de su amigo, aquel edificio lleno de personas en trajes elegantes y con miradas que a simple vista parecían confiables pero que buscaban su próximo gran caso en cualquiera que entrase y no reconocieran como uno de los suyos, en fin, lleno de abogados. Su reunión con Giulio había finalizado con una noticia poco grata; tendrían que ´dar pelea´, Daniel no quería dar pelea, no quería hacer aquello más grande, no quería tener que esperar un año más, mientras Marianne creía conveniente armar un lío, como si en realidad los años que habían pasado juntos fuesen una basura, en verdad él sabía que nunca se había sentido como algo perfecto, pero, no fue lo peor, hasta entonces… porque ahora si que era lo peor.

Cuando estaba a punto de salir por la puerta, una mancha rosa nubló su campo visual.

—¿A dónde vas? —soltó Jerome, mirándolo fijamente, Daniel agudizó la vista, estaba tan cansado y su cuerpo parecía gritarlo.

—A dormir… —respondió él y no pudo evitar mirar alrededor, buscando inconscientemente a la mujer que siempre acompañaba a Jerome, él pareció notarlo, porque su sonrisa lobuna expresaba pura burla.

—Ella viene en camino…

—¿Quién? —se estaba haciendo el tonto, ambos lo sabían, pero a uno le causaba gracia y era justo quien lo miraba.

—Pues Layla… ¿O hay alguien mas a quien quisieras ver? —Daniel sonrió como si lo que Jemm decía fuese absurdo.

—No, no buscaba a nadie en realidad —sonó tan pretencioso que quería reír de sí mismo, en su lugar, pasó la mano por su nariz, en un intento por ocultar la mueca que clamaba por salir de que estaba siendo atrapado.

—Si, voy a fingir que te creo, de cualquier manera, estoy por irme también…

—Adelante —soltó Daniel, haciendo un ademan de dejarle el camino libre.

Jerome comenzó a caminar, luego se detuvo sin aviso y se giró a mirarlo, lucía como todo un excéntrico con aquel traje de un rosa pastel, en medio de todos sus compañeros en ropa oscura y recatada, quizá aquella era la descripción grafica de Jemm; una bomba de color en medio de un mundo monocromático.

—Ven con nosotros, vamos a una inauguración y Layla dice que son los mejores pasteles del mundo, si confío en su gusto culinario, pero… bueno, debo confirmarlo —Daniel miró hacia Jemm, sin estar seguro de porque lo estaba invitando.

La realidad es que sabía que lo mas sensato era no ir.

—No creo que sea buena idea… yo, eh… Layla y yo no…

—Ay ya lo sé… vamos, quizá lo único que hace falta es que puedan conversar en un ambiente relajado… —sus cejas perfiladas se elevaron con una evidente sugerencia y Daniel parecía más dudoso que nunca.

El sonido de un ruidoso claxon siendo apretado múltiples veces los hizo mirar hacia la salida a través de la puerta de cristal, el rojo e inconfundible coche de Layla estaba estacionado en la calle del despacho. Jerome saludó con la mano en su dirección.

—Llegaron por nosotros… —dijo como si aquello significase que Daniel ya no tenía otra opción.

Estaba a punto de soltar otra negativa cuando Jemm elevó un dedo en su dirección.

—No puedes decir que no al mejor pastel del mundo, imagina la clase de persona en la que eso te convertiría.

Sin decir una palabra más, lo siguió, en cuanto la mirada de Daniel se cruzó con los ojos verdes de Layla y su semblante mortalmente serio, encontró menos apabullante mirar hacia el piso y las horribles baldosas de concreto gris como si fuesen la mar de interesantes.

—No se ve muy feliz —masculló Daniel hacia el hombre de traje rosa.

—Solo… déjalo, yo me encargo de ella, tú solo… encárgate de no ser un imbécil —soltó Jemm entre dientes, mientras sonreía hacia Layla, cuyo rostro brillaba de una manera hipnótica reflectando el brillo de la seda rosa de su delgado vestido de tirantes —¡Miren a quien me encontré! —gritó Jerome cuando ya estaban a poca distancia de ellas, dándole una entrada triunfal a aquel hombre avergonzado a su lado como si no acabase de ofenderlo con una sonrisa en el rostro.

—Hola —siseó Daniel indeciso.

—Hola Daniel —Lía sonrió hacia él y la manera cálida en que se sintió aquello, hizo pensar a Daniel en la posibilidad de que ella supiera todo ahora.

No tendría sentido que después de haber sido indiscreta la ultima vez que él estuvo en el apartamento de Layla, actuase con tanta naturalidad, a menos, claro, que ya supiese que años atrás, había pasado algo entre su profesor y su hermana.

Si Daniel no estaba preparado para algo era para escuchar a Jerome llamarlo idiota y su rostro contrariado lo dejaba ver, agregarle a Lía saludándolo como si fuese un viejo amigo, pero, estaba aún menos preparado aun para hacer todo el viaje en aquel coche, sabiendo que en cuanto bajaran y tuviese una vista completa de ella en aquella tela tan delgada… bueno, su mundo definitivamente estaría contrariado.

—Le dije que podía venir, para probar los que dices son los mejores pasteles —soltó Jerome mirando a Layla, su sonrisa inocente hizo que aquello sonara como si fuese verdad.




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