El lado oscuro de la Luna

Capítulo 20

 

Miedo a lo conocido 

 

Y ahí estaba, en aquella fiesta, en medio de aquellas personas, vistiendo de blanco como todos en la habitación, dos chicas lo miraban de reojo y sonreían, Jerome la miró sobre su hombro y se acercó a él.

—Las chicas siempre se sienten atraídas hacia los tipos oscuros y nostálgicos… —Daniel lo miró como si estuviese loco.

—Lía diría que ese es un prejuicio sobre el comportamiento femenino que encasilla a las mujeres a actuar según lo que otros dicen —soltó un joven muchacho que Daniel no conocía, Jerome lo miró con ojos entrecerrados.

—Le prestas atención… al menos

—Ella es una gran conversadora —soltó el joven con una sonrisa soñadora, mientras Daniel alternaba su mirada entre ambos.

—Este jovencito es Gian… amigo de Lía —la palabra amigo sonó tan artificial que Daniel comenzó a creer que aquel joven había hecho algo malo.

—Así es —soltó Gian, su cabello castaño despeinado le daba un aire despreocupado —la gran Lía es mi amiga —su tono cantarín hizo a Daniel sonreír inconscientemente, hasta que la dura mirada de Jemm se posó sobre él.

—De esos amigos que pueden romper el corazón de una chica… —susurró acercándose a Daniel y por algún motivo sintió contagiarse de lo que sea que Jerome sintiera.

Sólo cuidaba a Lía, como cuidaba a Layla, Jemm las cuidaba, se sintió un hipócrita, porque, él debería estar con aquel chico, porque también era un amigo de los que pueden romper el corazón de una chica, en su lugar, Jemm lo aceptaba en su equipo, como si fuese lo contrario.

—Ya vienen, Lía me ha enviado un texto —soltó una de las chicas, su piel pálida combinada con el blanco de sus ropas la hacía lucir como un fantasma.

Y entonces todos gritaron cuando ella llegó, Lía que sonreía tras ella, fue directamente hacia aquel chico y lo saludó con un cálido abrazo, luego las chicas la rodearon y aquello comenzó a ser un intercambio de pequeñas conversaciones.

Y estaban intercambiando cuarzos cuando de un momento a otro la tenía mirando sus ojos y confesando abiertamente sus sentimientos.

—Tengo uno igual —soltó ella en cuanto Daniel le entregó un pequeño cuarzo rosa.

—Lo sé —y lo sabía muy bien, porque aún conservaba la caja en la que aquel regalo había descansado por días antes de ser entregado.

—Está en el fondo de mi último cajón... intenté lanzarlo al mar, hace años, cuando pensé que no volvería a usarlo con el significado que tenía, pero el mar no lo quiso tampoco —soltó ella, sonriendo a medias —. Quizá tenía una historia demasiado oscura y las olas prefieren la luz... —Layla miró a Daniel.

—A mil metros de profundidad el mar es completamente oscuro, las olas se forman en la superficie donde sólo conocen la luz del sol de día y la luna de noche, así que nunca han conocido la oscuridad por eso no saben apreciarla —soltó él mirándola —. Es normal el miedo a lo desconocido.

—¿Y el miedo a lo conocido? —lo cuestionó ella.

Layla siempre había estado a mil metros de profundidad en aquellos ojos oscuros, mientras Daniel pensaba en la luz que los ojos verdes frente a él representaban...

Estaban tan cerca y tan lejos, estaban en la misma situación pensando justamente lo contrario... Alejados.

—No lo sé... —titubeó, sabiendo la implicación tras su pregunta.

Si lo sabía, sabía que el miedo a lo conocido también es real y doloroso, paralizante y horrible, porque estaba gravemente enfermo de aquello, el miedo a lo conocido se había colado por su piel, sus tejidos y sus huesos…

Y precisamente por eso estaba negándose a mirarla cuando ella hizo la más grande confesión.

—Daniel, yo no quiero ser tu amiga, yo quiero más... —le dijo mirando a sus ojos —creo que también lo sientes, creo que en el fondo lo sabías y... yo ya no quiero mentirme, ya no puedo.

—Mereces más de lo que puedo darte... —aquella era la más grande confesión que él podía hacer, porque en aquel momento, eso era todo en lo que pensaba y todo lo que sentía.

—No, tu no decides eso, yo sé lo que merezco, lo que quiero y lo que estoy dispuesta a aceptar... Te estoy abriendo las puertas y tú solo tienes que decidirte a entrar... —ella tenía razón, ella siempre tenía razón en todo… y eso la volvía alguien aun mejor.

—Layla no es tan fácil —no es fácil negarme, no es fácil aceptar que no soy lo que necesitas, no es fácil… pero es más fácil que imaginarte viviendo al lado de alguien tan arruinado.

—Si todo fuera fácil, la vida sería aburrida... pero tenemos una segunda oportunidad y creo que esta puede ser la definitiva o la última... Daniel yo sé que... probablemente tienes miedo de volverme a amar y si te soy sincera yo tampoco quería pensar en el amor, pero simplemente no puedo seguir ignorando esto...

Y ahí estaba de nuevo; decídete, tienes tiempo.

Mientras Daniel salía de aquel lugar en el que varias de las personas que comenzaban a significar algo en su vida festejaban y sonreían, solo pensaba en lo afortunado que era y en aquello que Lía le había dicho; no es tu culpa ser lo que eres ahora, pero es tu culpa seguir siéndolo, quizá sí que le había dicho la frase que cambiaria su vida, o que cuando menos lo haría decidirse a comenzar a cambiar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.