El lado oscuro de la Luna

Extra: Si hay vida después de la vida

 

Si hay vida después de la vida

 

5 meses después

 

Daniel despertó en una completa oscuridad, sus ojos se abrían de a poco mientras sus brazos se estiraban por inercia. Rodó sobre su costado y chocó con algo, entonces fue consciente de dónde estaba. Su cama; lo suficientemente grande para que ambos pudiesen dormir vertical y horizontalmente. Sonrió al recordar el día en que la había hecho acompañarlo a comprarla.

Lo único que cambiaría en aquel espacio eran las pesadas cortinas capaces de excluir cualquier pizca de luz de la mañana en aquel lugar. Pero las dejaba por ella, porque ella prefería despertar por sí misma y no por los rayos del sol golpeando su rostro.

Su lindo rostro...

Daniel se inclinó para besar su mejilla suave.

Layla comenzó a moverse, despertando de su profundo sueño con la perfecta belleza de un brote convirtiéndose en flor.

—¿Sabías que estas sábanas son tan suaves... que me hacen querer permanecer aquí todo el día? —su voz adormecida y sus ojos aun cerrados hicieron a Daniel sonreír.

Ella abrió los ojos, mirándolo fijamente, admirando los ángulos fuertes de su rostro. Estiró su mano lentamente hasta posarla en su rostro. Él se acercó a su palma como lo hacen los gatos y Layla sonrió abiertamente, rozó su perfil, pasando la punta de su dedo por aquella nariz recta que tanto amaba desde el momento en que había aprendido a amar y el significado de aquella palabra.

Observó las pequeñas arrugas alrededor de sus ojos que se acentuaban cuando él sonreía y su cabello desordenado, sus ojos pardos y aquella sonrisa... Dios, la sonrisa de su vida, la sonrisa descarada de quien había tomado su corazón como un guapo ladrón sin remordimientos...

De pronto quiso gritar, llorar, maldecir, saltar, correr, reír... porque tenerlo en frente sabiendo que tenían todo un camino por delante la hacía desear todo eso y más...

No estaba segura de poder seguir diciendo que aún no estaba lista para hacerlo oficial, porque la verdad es que llevaba todos esos meses sabiendo que lo estaba, sintiéndose como una tonta cuando aquella mirada protectora la buscaba entre la gente, cuando lo atrapaba mirándola sólo a ella en medio de una mesa de restaurante rodeados de sus seres queridos; Lía, Jerome, Hildy...

Sonrió al pensar en la vez que habían ido todos a pasar un fin de semana en casa de la madre de Daniel. Jerome había dicho que Hildy sería su nueva mejor amiga y Lía parecía tan feliz, dejaba que Hildy la abrazara y le trenzara el cabello. De pronto, su sonrisa se inundó con tristeza, quizá por más que se negara, aquel espacio vacío de una madre siempre dolería.

Daniel observó la mirada de Layla volverse oscura, rodeó con su mano la de Layla que seguía en su rostro. Sus dedos e sentían finos y delicados entre los suyos, la acercó a sus labios y depositó un beso en su palma...

—¿En qué piensas? —aún deseaba tener el superpoder de leer la mente porque de esa manera siempre sabría lo que ella ocultaba y si lo ocultaba...

—En la fortuna...

—Yo soy afortunado —soltó él, arremolinándose más cerca de ella, sonriendo mientras hacía su cosa favorita en el mundo:

Posó la nariz cerca de su cabello y respiró su aroma. Confirmó que el olor de su cabello era el mismo que recordaba del día anterior y del anterior a aquel, se había privado tanto de aquel deseo que... poder convertirlo en una realidad era simplemente un milagro.

Layla rodeó sus hombros con sus lánguidos brazos y besó la línea de su mandíbula, con los ojos abiertos, mirando directo a sus ojos oscuros, convencida de que aquello no se sentía como un tropiezo en su supuesto intento de llevarlo con calma hasta estar seguros...

Daniel pasó las manos por aquellos brazos de suave piel tersa y entonces se incorporó, ignorando las quejas de Layla. Apartó las cortinas, el bosque que rodeaba la casa los saludó con su brillo matutino y ella se cubrió los ojos con una almohada, mientras él reía.

Layla apartó la almohada como si lo hubiese pensado mejor y entonces se incorporó, cubriendo su desnudez con las sábanas blancas.

—Sólo para ver mejor... —soltó ella sonriendo, mientras sus ojos repasaban aquellos hombros anchos, los brazos modernamente musculosos, los ligeros abdominales y más y más y más abajo... comenzó a reír.

Sintiéndose una descarada, miró sus ojos, ahora eran serios, mientras él se acercaba Layla sonrió, Daniel pensó en que su cabello desordenado la hacía lucir más perfecta aún, mientras se acercaba a ella.

La observó, toda ella era algo que deseaba admirar por siempre, estaba convencido de que envejecerían juntos, porque se encargaría de ello, pero, se propuso comenzar con aquello de aprender a tejer, porque no quería olvidarla, ni en sus últimos días, ni en su último aliento, quería que todo fuese para ella.

—Vayamos a desayunar —ella lo miró como si estuviese loco, se sintió ofendida porque su proposición silenciosa había sido ignorada.

—No quiero desayunar... aun —Daniel comenzó a reír y ella entrecerró los ojos en su dirección.

—Sabes que más tarde te arrepe... —Layla lo besó, contando sus palabras.




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